20 de enero de 2012

III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B


SE ACABA LA PELÍCULA

Tercer domingo del tiempo ordinario.
Recordemos una vez más que el evangelista que nos va a acompañar durante todo este “ciclo B” es San Marcos. A él se le representa con un león porque inicia su Evangelio narrando la vida de Juan en el desierto. (A San Mateo se le representa como un hombre con alas porque empieza hablando de la humanidad de Jesús, su genealogía; a San Lucas con un toro porque empieza narrando el sacrificio de Zacarías; finalmente el águila representa a San Juan porque desde las primeras líneas se remonta al misterio trinitario).
Antes de entrar en el tema de este domingo será bueno que nos fijemos en las primeras palabras del Evangelio de Marcos.
Es algo que nos debe dar mucha confianza, por cierto:
“Comienzo del Evangelio de Jesucristo Hijo de Dios”.
Ésta es la gran afirmación de San Marcos y esto es lo que irá probando a través de su narración con milagros y enseñanzas. Y para nosotros esta verdad es la más importante de nuestra fe en el Dios revelado por Cristo.
Pasemos ahora al relato de hoy.
“Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio”.
Su mensaje lo expresa Marcos con estas palabras:
“Se ha cumplido el plazo. Está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el Evangelio”.
Aunque no lo parezca, se trata de una predicación revolucionaria capaz de transformar el mundo y hacer que la humanidad llegue a ser un verdadero paraíso.
Convertirse significa dejar el mal para hacer el bien.
Dicho de otra manera es dejar al maligno para seguir a Dios y construir el reino más maravilloso en el que Dios mismo es el Rey y Padre de todos y todos los humanos somos hermanos.
¿No sería esto algo que nos haría felices a todos?
Junto a la conversión, y de una manera inseparable, siempre se pide la fe en el Evangelio porque difícilmente nos convertiríamos si no hubiera motivo que justificase nuestro cambio.
Lanzado su mensaje a la gente de su propia tierra (ya que Nazaret está en Galilea), Jesús comienza a pescar pescadores para que completen su tarea evangelizadora.
Estas fueron las palabras que utilizó Jesús para invitarlos a seguirle: “Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres”.
Ahí “cayeron” los más conocidos e importantes: Simón, Andrés, Juan y Santiago.
Pero no pensemos que aquellos apóstoles fueron los últimos que llamó Jesús.
Hoy también sigue llamando apóstoles para su Iglesia.
El problema suele ser que, o somos sordos, o nos hacemos los sordos…
Y si de conversión se trata en este domingo, la primera lectura nos habla de Nínive, la gran capital en la que eran necesarios tres días para recorrerla de un extremo al otro.
En Nínive había mucho pecado y Dios envía al profeta Jonás con el encargo de proclamar: “Dentro de 40 días Nínive será destruida”.
La predicación del profeta surtió efecto, el pueblo se convirtió y Dios lo perdonó y no ejecutó el castigo.
Los caminos de Dios son maravillosos pero, muchas veces, estamos lejos de ellos porque no los conocemos o no queremos conocerlos.
Precisamente el salmo responsorial de hoy nos invita a pedir al Señor, con toda la humildad: “Señor, enséñame tus caminos”. Y añadimos: “acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad… El Señor enseña su camino a los humildes”.
Después de las enseñanzas del Evangelio, conocemos bien que ese Camino único es Jesucristo.
Finalmente, San Pablo, en la segunda lectura, nos da un motivo especial para la conversión advirtiendo que el momento que vivimos es apremiante y hay que aprovecharlo para cambiar de vida y asegurar la felicidad eterna.
Comparando nuestro tiempo con el final de una representación teatral, termina Pablo aconsejándonos la conversión porque: “La representación de este mundo se termina”.

José Ignacio Alemany Grau, Obispo