22 de enero de 2017

Y LA LUZ ERA JESUCRISTO

Reflexión homilética para el III domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
El Señor es mi luz. Bello el sembrar de luces este domingo tercero del tiempo ordinario:
La luz de Isaías y Jesús paseando por la orilla del lago llevando esperanza.
Qué bueno es unir la belleza y la fe.
El lago de Genesaret se presta para ello.
Te invito a pasear por la orilla para ver cómo se pasa de la noche al día, es decir, de estar sin Jesús a estar con Él, a verle pasear sanando y enseñando.
*       El profeta Isaías
Describe y profetiza cómo el pueblo humillado por Dios por sus pecados llegará un día a la felicidad.
Esta felicidad la profetiza así:
“El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande. Habitaban tierras de sombras y una luz les brilló”.
Pasar de las tinieblas a la luz. De la tristeza a la alegría. Como describe el mismo profeta la  alegría consiste en pasar de la siembra a la cosecha, de la guerra a repartir el botín, de la esclavitud a la libertad.
*       Salmo 26
El justo se goza en el Señor porque en Él lo encuentra todo:
La luz: cuánto amamos el don de la vista. ¡Ver!
Pues Dios es mucho más que esa luz que tanto necesitamos.
Es nuestro defensor frente a todos los enemigos, Él es el más poderoso y asegura nuestra victoria, “nuestra salvación”.
Y luego el salmo se hace petición, algo que tú y yo necesitamos:
“Habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor”.
Amigo, también tú recibe este consejo del salmista:
“Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.
En los momentos difíciles y hasta de depresión, medita este salmo.
*       Jamás divididos
“Divide y vencerás”.
Es muy antiguo este dicho que tantos ponen en práctica para destruir al enemigo.
En nuestros días lo estamos viviendo.
No caigas en la trampa.
No propaguemos la división. Somos uno con Cristo. Somos una Iglesia.
Tenemos una cabeza visible, el Papa. Y tenemos al obispo como el padre en la fe, que Dios nos ha dado como una confirmación de su presencia.
Tenemos un Catecismo de la Iglesia católica.
En este momento, con frecuencia, la división brota desde dentro y también nos la quieren imponer desde fuera.
Recuerda:
“Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre”.
Te invito a meditar las palabras de Pablo a los corintios y verás cuánto dolor sienten los que ven romperse el cuerpo de Cristo.
Si a Jesús en la cruz no le quebraron los huesos, ahora pretenden quebrarlos en su Iglesia:
“Me he enterado… que hay discordias entre vosotros. Y por eso os hablo así, porque andáis divididos… ¿Está dividido Cristo? ¿Ha muerto Pablo en la cruz por vosotros?”
*       Verso aleluyático
Describe el paso de Jesús Redentor por la tierra de Palestina predicando y sanando:
“Jesús proclamaba el Evangelio del Reino curando las dolencias del pueblo”.
*       El Evangelio
Jesús sale de Judea, donde han martirizado al Bautista y se va a Galilea para cumplir su misión evangelizadora.
Empieza a llamar discípulos para formar la escuela donde seguirán enseñando el amor de Dios y la salvación de los hombres, cuando Él suba al cielo.
El párrafo de hoy nos habla primero del resumen de su predicación.
Jesús pide la conversión, la metanoia, es decir, un cambio radical de vida, dejando de lado el pecado, porque “está cerca el Reino de los cielos”.
Es aquí donde Mateo cita las palabras que leímos al comienzo en el profeta Isaías:
“El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande”… Galilea vio a Jesús.
El párrafo, en segundo lugar, invita a los primeros apóstoles.
Hay que admirar lo escueta de la llamada y la rapidez de la respuesta que es inmediata y generosa:
“Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron”.
Eran Andrés y Pedro.
Luego Jesús llama a Santiago y a Juan y la respuesta es la misma:
“Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron”.
Jesús quiere que los evangelizadores le imitemos:
Predicar la conversión, evangelizar, enseñar y sanar.
¿Tú lo haces?
Ten presente que desde que te bautizaste tienes que ser misionero y santo.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

13 de enero de 2017

LLEGÓ EL CORDERO

Reflexión homilética para el II domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Una vez más comenzamos el tiempo ordinario del año litúrgico.
En los primeros días del año hemos acompañado a Jesús en su nacimiento e infancia. Ahora lo encontramos ya mayor, iniciando su vida pública a orillas del Jordán.
Las lecturas de hoy son como presentaciones de personajes bíblicos importantes que nos acompañarán cada domingo.
El primero de ellos es “el siervo de Isaías”.
Hoy leemos un pequeño párrafo del segundo de los cuatro cantos del “siervo sufriente”. En realidad se trata de un personaje simbólico que puede ser Israel, Ciro, el mismo Isaías, etc.
De todas maneras para muchos autores cristianos este siervo sufriente es figura de Jesucristo cuyo sufrimiento describe el profeta Isaías de una manera muy viva.
*       El profeta Isaías
El mismo Dios define al siervo de esta forma:
“Tú eres mi siervo de quien estoy orgulloso”.
A continuación leemos la gran profecía de la extensión del Reino de Dios por todo el mundo:
“Te hago luz de las naciones para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”.
La liturgia, que entresaca estos versículos del capítulo cuarenta y nueve, tiene la intención clara de aplicar estas palabras al Mesías que sale hoy de la oscuridad de Nazaret para presentarse como Salvador del mundo.
*       El salmo responsorial (39)
Recoge las palabras más importantes de disponibilidad que aparecen en labios de distintos personajes de la Biblia como son Moisés, el mismo Isaías, la Virgen María y Jesucristo.
Esto repetiremos en el versículo responsorial:
“Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Conviene que medites el salmo y lo hagas tuyo, procurando tener la misma actitud del profeta:
“Aquí estoy”, es decir, disponible para lo que tú quieras:
“Para hacer tu voluntad”.
Jesús nos invitó a repetir estas palabras en el padrenuestro. Lo que significa que el plan de vida para todos nosotros, en el tiempo ordinario que ahora empieza, debe ser precisamente este: disponibles para hacer en todo momento la voluntad de Dios.
*       Yo Pablo
También la liturgia nos presenta hoy a Pablo que inicia con estas palabras la carta a los Corintios:
“Yo Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús”.
A muchos les llama la atención que se nombre a Pablo entre los apóstoles. Si bien es cierto que no lo eligió Jesús entre los doce primeros, también es cierto que él mismo se da este nombre “por designio de Dios”.
Hay un punto interesante en este brevísimo párrafo y es que llama “santos” a todos los corintios recién convertidos. Es la maravillosa verdad que enseña que la gracia divina nos hace santos, tanto a los que vivimos en la tierra como a los que están en el purgatorio y en el cielo.
Este párrafo encierra también uno de los saludos cristianos que conocemos y repetimos:
“La gracia y la paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sea con vosotros”.
*       Verso aleluyático
Es como un eco de la Navidad que acabamos de vivir:
“La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”.
El acoger la Palabra de Dios en nuestro corazón es lo que nos hace hijos de Dios.
*       Evangelio
La presentación más importante de este domingo es la que hace Juan, anunciando a la multitud que entre todos ellos viene un personaje muy especial:
“Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
Juan multiplica el testimonio.
Primero advierte que es el Cordero, es decir, el enviado de Dios en quien se cumplen todas las promesas de la liberación de Egipto y de la Pascua anual que celebran los judíos.
Advierte también, Juan, que ya les había hablado muchas veces del Mesías y enseña que aunque ha nacido después de él, existía ya antes.
Con esto enseña que Jesús, como hombre, nació unos meses más tarde que Juan, pero como Dios existió siempre.
A continuación Juan explica a la multitud que ha descubierto al Señor por una visión en la que contempló “al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre Él”.
Además Dios le había revelado anteriormente:
 “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre Él ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo”.
Esta es la gran presentación que hace el Bautista que estuvo la última temporada preparando al pueblo judío para recibir al Mesías.
Y Juan concluye feliz:
“Yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios”.
Con estas lecturas la liturgia nos ha preparado para que cada domingo profundicemos en el conocimiento de Jesucristo, nuestro Salvador: su vida y milagros y su mensaje redentor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de enero de 2017

¿CUÁNDO LLEGARÁ DIOS?

Reflexión homilética para la Fiesta de la Epifanía del Señor, ciclo A
Lo sabían los de lejos y no los de cerca.
Los de lejos tienen preguntas a los de cerca para conocer los detalles y así en la providencia de Dios se enteran todos. Unos para bien y otros para mal.
Veamos.
*       Isaías
La belleza de este párrafo es indescriptible.
Isaías, como lo hace con frecuencia, personifica con una imaginación exuberante la ciudad de Jerusalén y la trata como un gran personaje.
Hoy nos describe la llegada del Mesías como una luz deslumbrante que no solo ilumina la ciudad sino que llena de luz los caminos hasta atraer a los más lejanos al encuentro con el Redentor.
Disfruta amigo:
“¡Levántate, brilla, Jerusalén que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!
Mira: la tiniebla cubre la tierra y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti”.
Este párrafo nos profetiza la gran epifanía de todos los pueblos hacia Dios, comenzando por los Magos de oriente.
*       Salmo 97
La historia de Israel nos enseña que los reyes eran quienes hacían justicia al pueblo.
Con el destierro se acabó la monarquía, la población mermó y no era fácil hallar justicia, por lo cual el pueblo se fue espiritualizando y volviendo a las promesas del Mesías de Dios.
Ahora solo le queda esperar la justicia que hará el Mesías.
Algo de esto ofrece el salmo:
“Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes para que rija a tu pueblo con justicia, a los humildes con rectitud”.
Pidamos también para nuestros tiempos la justicia verdadera que tantas veces nos falta y mientras tanto hay que rezar muchos salmos.
*       Pablo y la Epifanía
A Pablo le impresiona cómo todo aquello que estuvo secreto durante el Antiguo Testamento ahora ha sido revelado.
La revelación no ha sido solo para el pueblo de Dios, como antes, sino también para los gentiles. Estos ahora son coherederos y miembros del mismo cuerpo de Cristo y partícipes del Evangelio.
¡Esto impresionó a Pablo!
Sin embargo lo ha recibido como revelación:
El Redentor ha llegado para toda la humanidad.
Esta es la Epifanía que hoy celebramos.
*       Verso aleluyático
“Hemos visto su estrella y venimos a adorar al Señor”.
Este versículo pertenece al Evangelio de hoy, en el que Mateo nos relata la llegada de los Magos a Belén.
*       Evangelio de la Epifanía
Es evidente que el relato de Mateo nos presenta el corazón de la fiesta de hoy.
Se trata de la manifestación (o Epifanía) de Dios a los gentiles representados por los Magos de oriente.
La historia solemos conocerla muy bien.
Lo importante es descubrir cómo Dios, a través de los siglos, ha ido manifestándose o haciéndose presente.
Unos Magos vienen de oriente. Han descubierto señales especiales en el cielo y se han puesto en camino.
A ellos se les ha revelado que el Mesías prometido ha venido a la tierra. Saben que es en Palestina y van a la capital.
Preguntan dónde está el rey de los judíos que ha nacido. Cuando el corazón está sucio la noticia trae temor.
El mismo Herodes tiembla y cuando descubre que, según las Escrituras, tiene que nacer en Belén, lo explica a los Magos. Pero dentro de su rabia interior les pide detalles no para ir a adorarlo, como dice falazmente, sino para acabar con Él.
Cuántas traiciones como ésta hemos encontrado a través de la historia.
Los Magos, felices de conocer el lugar, se van a Belén iluminados por la estrella que los llena de alegría.
Es el pueblo pagano que vivía en las tinieblas que ha descubierto la luz:
“Entraron en la casa (que ya no era la cueva de Belén), vieron al Niño con María, su Madre, y cayendo de rodillas lo adoraron. Después abriendo sus cofres le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.
Dones significativos en los que la Tradición reconoce símbolos de la grandeza divina y humana de Jesucristo. Oro como a rey, incienso como a Dios y mirra como a Redentor.
Amigo, Dios también a ti se te ha manifestado distintas veces y bajo formas diferentes en tu vida.
¿Qué le traes a Dios oculto en tu corazón?

José Ignacio Alemany Grau, obispo