24 de abril de 2014

II domingo de Pascua o Domingo de la Divina Misericordia

UN DOMINGO HENCHIDO DE GOZO
Este domingo está lleno de sentimientos festivos para la Iglesia de Jesús.

Por una parte es la octava de Pascua de Resurrección, ocho días que forman un solo día para la liturgia; por tanto, día solemne.

Por otra parte celebramos la Fiesta de la Divina Misericordia, una devoción impulsada por el Papa Juan Pablo II y que ha llevado esta imagen de Jesús hasta los últimos rincones de la tierra.

También este domingo especial celebramos la canonización de dos santos pontífices del siglo pasado, muy queridos en la Iglesia: Juan XXIII, llamado por el pueblo de Dios “el Papa Bueno” y Juan Pablo II, conocido y querido no sólo por católicos sino también por otras muchas personas a nivel mundial.

Nos unimos de corazón a esta fiesta tan especial que seguramente de una u otra forma ustedes seguirán por internet, la televisión, la radio, la prensa, etc.

Se da también la maravillosa realidad de que participen en esa ceremonia dos pontífices, uno emérito, Benedicto XVI, y el Papa Francisco, actual pontífice.

Aprovechemos este don maravilloso de la Iglesia.

Quizá nos convenga saber que la canonización es un homenaje que hace la Iglesia a los buenos hijos que nos sirven de ejemplo con su vida santa y sus enseñanzas.
El motivo de la canonización es algo sencillo: 

- Jesús dijo que quien sigue sus enseñanzas tiene la salvación asegurada y por tanto, después de la muerte irá al cielo. 

- Por su parte la Iglesia investiga de una manera exhaustiva la vida y escritos de ese hijo o hija que quiere poner como modelo.

Si ve que han cumplido el Evangelio de una manera extraordinaria saca la conclusión de que está en el cielo y por tanto es considerado santo o santa.

- El Santo Padre en virtud de su infalibilidad, como sucesor de san Pedro, lo declara santo canonizándolo (es de saber que en los primeros tiempos el pueblo de Dios era quien proclamaba santas a estas personas).

- Entonces la Iglesia de Jesús comienza a dar culto a estas personas y las propone como modelos para que nos ayuden a vivir el Evangelio.

Si no es mártir se exigen algunos milagros como signos especiales con los que Dios muestra que le agradó su vida cristiana.

En el caso de ser mártir no hace falta ningún milagro para la canonización. Solamente demostrar que dio la vida por Dios y por el Evangelio.


***

Vayamos ahora a la liturgia.

Admiremos en el Evangelio:

* Jesús resucitado tiene un saludo especial que es dar la paz: “Paz a vosotros”.

* Pensemos en el amor infinito de Jesús que nos hace compartir la misión que le dio el Padre a Él: 

“Como el Padre me envió así también los envío yo a ustedes”.

* En aquel momento Jesús exhala su aliento sobre los apóstoles y les regala su Espíritu: 

“Reciban el Espíritu Santo” y con este don les da también la potestad de perdonar: “A quienes les perdonan los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengan les quedan retenidos”.

* Aparece en escena Tomás “el mellizo”, que nos ha venido muy bien para fortalecer nuestra fe. Él se presenta como el incrédulo del grupo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos; si no meto el dedo en el agujero de los clavos… no lo creo”.

* Jesús vuelve a los ocho días y llama directamente a Tomás para que realice lo que había dicho. Tomás cae de rodillas y adora: “Señor mío y Dios mío”.

* Palabras de consuelo para todos nosotros: “Dichosos los que crean sin haber visto”.

San Lucas en los Hechos de los apóstoles nos presenta la primera comunidad cristiana, modelo de todas las comunidades de la Iglesia a través de los siglos. Y que nosotros debemos esforzarnos por vivir de la misma manera si queremos ser auténticos discípulos de Jesús.

Su vida estaba apoyada sobre cuatro “columnas”.

Eran “constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”.

Y Lucas sigue recalcando: “A diario acudían al templo todos unidos, celebraba la fracción del pan (eucaristía) en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón”.

Por su parte Dios los recompensaba “agregando al grupo los que se iban salvando”.

San Pedro, en la segunda lectura, nos habla de la fe y nos advierte que debemos alegrarnos “aunque de momento tengan que sufrir un poco en pruebas diversas: así la comprobación de su fe (de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego) llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo”.

Y a continuación san Pedro alaba a los seguidores de Cristo de todos los tiempos, y por tanto también a nosotros:

“No han visto a Jesucristo y lo aman; no lo ven y creen en Él y se alegran con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de su fe: su propia salvación”.

También éste es un buen día para meditar el salmo 117 que como salmo responsorial nos invitará hoy a repetir:

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

Demos gracias al Señor por tantas maravillas que podremos admirar en este domingo octava de Pascua.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

21 de abril de 2014

Oración a San Juan Pablo II

¡Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!

Bendice a la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a Jesús.

Bendice a los jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en la tierra.

Bendice las familias, ¡bendice cada familia!

Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las familias y cada vida que brota en la familia.

Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.

Oh San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios. Amén.

Cardenal Angelo Comastri 
Vicario General de Su Santidad para la Ciudad del Vaticano

20 de abril de 2014

LA RESURRECCIÓN DE JESÚS

“La resurrección de Jesús es un estallido de luz. Se supera la muerte, el sepulcro se abre de par en par. El Resucitado mismo es luz, la Luz del mundo.

Con la resurrección, el día de Dios entra en la noche de la historia. 

A partir de la resurrección, la luz de Dios se difunde en el mundo y en la historia.

Se hace de día. Sólo esta luz, Jesucristo, es la luz verdadera, más que el fenómeno físico de la luz.

Él es la pura luz: 

Dios mismo que hace surgir una nueva creación en aquella antigua, y transforma el caos en cosmos”.

Así presentaba el Papa Benedicto la Pascua el año 2009.

Eso es lo que sucedió el día de la Pascua. Es la obra de Dios. 

Por su parte los hombres a lo máximo que pueden aspirar, ellos solos, es a enterrar la luz.

Pero si la luz es verdadera, vuelve a brotar con más fuerza. Es incontenible.

Eso hicieron con Jesús. Mucho tiempo echando tierra sobre Él y su fama. Con gran esfuerzo lo crucificaron y cantaron victoria. Pero en el mismo momento de su muerte a un centurión pagano se le prendió la chispa y metido en el fuego del resucitado exclamó: “Verdaderamente éste era el Hijo de Dios”.

Desde ahora Jesús es inatrapable. Ya no pueden prenderlo ni apagarlo: ¡Resucitó!

Es la fiesta de hoy.

¿En qué consistió la resurrección de Jesús?

“La resurrección de Jesús ha consistido en romper las cadenas para ir hacia un tipo de vida totalmente nuevo, a una vida que ya no está sujeta a la ley de la muerte sino que está más allá de eso. Una vida que ha inaugurado una nueva dimensión del hombre, vivir más allá de la muerte”.

***

* Vayamos ahora a la liturgia de este domingo cuyo título es: “Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor” y, como en los días grandes, vamos al prefacio:

Lo primero que encontramos es que no es uno sino cinco los prefacios que pueden rezarse cualquiera de los días de Pascua.

En ellos encontramos matices o temas distintos:

“La nueva vida en Cristo”; “Cristo vivo e intercesor perpetuo en favor nuestro”; “La restauración del universo por el misterio pascual”; “Cristo sacerdote y víctima”.

Y el primero de los títulos es “El misterio Pascual” que en su parte central dice así:

“Él es el verdadero cordero que quitó el pecado del mundo; muriendo destruyó nuestra muerte y resucitando restauró la vida”.

* Una frase que repetiremos en este día y durante el tiempo pascual pertenece al salmo 117: 

“Éste es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”.

Para la Iglesia, la Pascua no es un día de veinticuatro horas sino ocho días. En ellos oiremos con frecuencia estas palabras para que comprendamos las maravillas de la Pascua de Jesús que será también nuestra Pascua.

* También repetiremos la palabra “Aleluya” que significa “alabanza al Señor”, pero que repitiéndola en momentos y tiempos de alegría lleva consigo un significado de alegría desbordante.

Este fue el motivo por el que durante cuarenta días de penitencia cuaresmal no lo hemos oído rezar ni cantar.

* Finalmente hemos de advertir que la liturgia de la Pascua es la más rica del año. Por eso se multiplican los esquemas especiales para la Santa Misa y las flores y los cantos y aleluyas y expresiones de gozo.

* De todo esto se desprende que nuestro corazón, como campana inquieta, debe repetir un himno de acción de gracias:

“Dad gracias al Señor porque es bueno”.

* Pedro en el capítulo diez de los Hechos presenta a la multitud la gloriosa resurrección de su Maestro y hablando de Jesús afirma: “lo mataron colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver no a todo el pueblo, sino a los testigos que Él había designado: a nosotros que hemos comido y bebido con Él después de la resurrección”.

* San Pablo nos pide hoy:

“Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios”.

* El Evangelio de san Juan recuerda cómo la Magdalena fue temprano al sepulcro, el primer día de la semana, y al verlo vacío, echó a correr desesperadamente para decir a Pedro y a Juan:

“Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.

Los dos corren también. Entra Pedro y advierte que todo está completo pero falta el cuerpo del Señor.

Después entra Juan y escuetamente afirma que en aquel momento “entró y creyó”.

* Este domingo, el más grande del año, tiene también una secuencia que les invito a meditar porque en ella se recogen poéticamente los momentos de la resurrección.

Terminemos también citando a nuestro querido Papa Benedicto XVI:

“Lo sabemos. Él ha resucitado verdaderamente. Él es el viviente. A Él nos encomendamos con la seguridad de estar en la senda justa. Con Tomás, metemos nuestra mano en el costado traspasado de Jesús y confesamos: ¡Señor mío y Dios mío!”

Amigos, a todos les deseo una Feliz Pascua con Jesús Resucitado.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

10 de abril de 2014

Domingo de Ramos, "de la Pasión del Señor", Ciclo A

DOMINGO DE RAMOS
Siguiendo enseñanzas del Papa Benedicto vamos a recordar algunos detalles del primer domingo de Ramos.

Comienza diciendo que, según san Juan, Jesús celebró tres veces la Pascua durante su vida pública.

Los otros evangelistas hablan solamente de una Pascua y de una subida que para ellos era definitiva hacia Jerusalén y hacia la cruz.

La “subida” evidentemente es doble: una hacia el calvario y la cruz que Jesús llamaba “cuando sea levantado” y la otra es geográfica porque Galilea está a doscientos metros bajo el nivel del mar y Jerusalén a setecientos sesenta metros sobre el nivel del mismo.

En esta subida la multitud se va uniendo al grupo que acompaña a Jesucristo, sobre todo después del milagro de la curación del ciego de Jericó.

Es importante también que nos fijemos en que el grupo que viene con entusiasmo acompañando al Maestro en la entrada a Jerusalén es distinto de la gente de la ciudad que gritará el viernes santo: “¡muera, crucifícalo!”.

Los gestos de que hablan los evangelistas: traer un pollino en el que nadie ha montado, extender los mantos por el suelo para que Jesús pase por encima de ellos, las palmas y ramas de olivo y los mismos gritos que da la multitud, corresponden a los momentos importantes de la proclamación de los reyes en el antiguo Testamento.

Aparece claro que Jesucristo ha querido dar unos signos especiales para demostrar que es Él el que viene de parte de Dios y que en Él se cumplen las profecías.

Oiremos también la expresión Hosanna que originariamente significa “ayúdanos”.

Con esta palabra sucedió algo similar a lo que sucedió con la palabra aleluya que significa “alabanza a Yavé”. Al repetirlas en momentos festivos tanto el aleluya como el hosanna se han convertido en una exclamación de júbilo. Así aclamamos diariamente al final del prefacio.

En cuanto a la expresión “bendito el que viene en nombre del Señor” era la bendición que los sacerdotes dirigían a los peregrinos que llegaban al templo pero más adelante se convirtió en una expresión de sentido mesiánico.

Pues bien, éste es el ambiente que encontraremos en el Evangelio que precede a la bendición de los ramos.

Jesús mandó a los apóstoles que entraran en Betfagé y encontrarían una borrica atada con su pollino. Pide que se la traigan y montándose cumple la profecía de Zacarías:

“Mira a tu rey que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino hijo de acémila”.

Así Jesús entra en la ciudad montado en un borrico prestado que inmediatamente devolverá a su dueño.

La multitud entusiasmada extiende los mantos por el camino, corta ramas de olivo y palmas y va aclamando a Jesús con las palabras que hemos explicado antes:

“¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

Es claro que la ciudad tuvo que admirarse de este extraño recibimiento que le hacían a Jesús y preguntaban quién es éste. Y los que venían acompañando al Señor decían:

“Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.

Después de esta escena la liturgia de hoy nos lleva a celebrar la Santa Misa y en la primera parte, que corresponde a las lecturas, leeremos la pasión según san Mateo.

En esto podremos ver la superficialidad de la vida social. 

El domingo glorifican al Señor y el viernes lo crucifican fuera de la ciudad como a un malhechor.

Será bueno que en la lectura de este día vayamos imaginando con amor las distintas escenas, como pretendiendo meternos en ellas para identificarnos más con nuestro Dios y Redentor.

Si pasamos al prefacio que siempre centra la festividad, nos daremos cuenta que la liturgia quiere que desde este domingo comencemos a compartir sus sentimientos que son los de la Pascua de Jesús, muerte y resurrección:

“El cual siendo inocente se entregó a la muerte por los pecadores y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales. De esta forma, al morir destruyó nuestra culpa y al resucitar, fuimos justificados”.

Isaías, por su parte, nos muestra proféticamente al siervo de Yavé aceptando el sufrimiento:

“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante los ultrajes ni salivazos”.

En este clima se nos invita a repetir con el salmo responsorial las palabras del salmo mesiánico 21: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”

Finalmente, san Pablo presenta a los filipenses la humillación del Verbo hasta la muerte y muerte de cruz y que por ello Dios lo exaltó y le dio el nombre sobre todo nombre: Kyrios, Señor.

En este párrafo admirable Pablo nos hace un resumen de la entrega total de Cristo para salvarnos.

Que como este párrafo paulino también nosotros nos adentremos en la gran Semana glorificando a Jesucristo, el Kyrios, el Señor, porque a Él le debemos nuestra felicidad eterna.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

3 de abril de 2014

V Domingo de Cuaresma, Ciclo A

YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA
La presentación de la liturgia nos la hace hoy el prefacio.

Jesucristo es la resurrección y la vida para todos: “Jesucristo hombre mortal como nosotros, que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.

La primera lectura de Ezequiel nos habla de resurrección de muertos.

Es como una figura de lo que hará Jesucristo con todos los redimidos:

“Cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que yo soy el Señor. Os infundiré mi Espíritu”.

Por su parte san Pablo habla de ese mismo Espíritu: “Vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al Espíritu ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. 

El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Sólo el Espíritu que resucitó a Jesús vivificará nuestros cuerpos mortales”.

Del mismo tema se nos habla en la resurrección de Lázaro que vivía en Betania con Marta y María, sus hermanas.

Lázaro enfermó gravemente, murió y Jesucristo lo resucitó.

Los invito a cada uno de ustedes a meditar este bellísimo capítulo once de san Juan.

Por mi parte me limitaré a entresacar algunas frases para ayudarnos mutuamente a sacar de ellas todo el fruto que podamos.

* Tu amigo está enfermo.

Nosotros que hacemos tanta literatura hueca para pedir a Dios y a los hombres debemos aprender de estas hermanas a pedir con sencillez y con mucha confianza. Así sacaron ellas del corazón amoroso de Jesús el milagro tan grande.

* Esta enfermedad “es para que el hijo de Dios sea glorificado por ella”.

Es claro que la enfermedad de Lázaro y su muerte sirvieron para glorificar a Jesús y también para que muchos creyeran en Él. 

Será bueno que meditemos si cuando nos enfermamos nosotros o algún ser querido, con nuestra enfermedad glorificamos a Dios.

* “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. 

Jesús en la casa de Betania encontraba un hogar lleno de cariño y cercanía en medio de tantas persecuciones que tuvo que soportar: 

¿De verdad tu hogar es casa de Jesús y Él se siente feliz contigo y con los tuyos?

* “Vamos también nosotros y muramos con Él”.

Cuando los apóstoles, que sabían que Jesús era perseguido a muerte, vieron que quería volver a Betania se asustaron y al final Tomás se hizo el valiente e invitó a todos a ir con Jesús y jugarse la vida. Es el único momento de valentía que conocemos que vivieron los apóstoles.

¿Alguna vez te has jugado tú la vida por Jesús?

¡Él sí se la jugó por ti!

* Hay una frase hermosa que repiten espontáneamente las dos hermanas, cada una en el momento en que se encontró con Jesús:

“Si hubieras estado aquí, no hubiera muerto mi hermano”.

¿Has aprendido a confiar en Jesús tú y los de tu casa como esta familia de Betania?

* “Yo soy la resurrección y la vida”.

Ésta es la clave de todo el Evangelio de hoy. Esta afirmación de Jesús es la que Él pedirá a Marta que repita, como una condición para hacer el milagro: “¿crees esto?”. Y Marta acepta el reto con esta confesión: 

* “Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el hijo de Dios que tenía que venir al mundo”.

* “El Maestro está ahí y te llama”.

Muchas veces junto al sagrario habrás leído esta frase que dijo Marta a su hermana: “El Maestro está ahí y te llama”.

¿Has invitado a muchas personas para que se acerquen al sagrario y se encuentren con Jesús?

* “Jesús lloró”.

Suelen decir que este versículo 35 es el más breve de toda la Biblia, pero cuánta ternura supone en el corazón de Jesús que siendo Dios llegó a vivir un amor tan profundo por la humanidad.

* “Cómo lo quería”.

Es el comentario que hicieron, según san Juan, los judíos al ver tan tierno a Jesús.

Da pena ver cómo en nuestro tiempo ni los sufrimientos más grandes de los hombres hacen llorar a nadie porque pasamos tan superficialmente por las situaciones más dolorosas de los seres humanos.

* “Si crees verás la gloria de Dios”.

Frente a las dudas de las hermanas que advierten que Lázaro lleva más de cuatro días muerto, Jesús pide una vez más la fe que era su pedido siempre que iba a hacer un milagro.

* “Lázaro, ven fuera”.

No es posible imaginar los ojos de toda aquella gente y en especial de Marta y María en aquel momento. Pero Jesús, dueño de la situación, pidió que desataran al muerto vendado que salía en aquel momento del sepulcro y le dejaran andar.

¿Y cuál fue el resultado de aquel milagro, el más grande de su vida que hizo Jesús por fidelidad a sus amigos?

Unos creyeron en Él y otros concluyeron que había que matar a Lázaro para evitar la fama creciente de Jesús.

Luego buscaron a Jesús para acabar con Él: ¡Es nuestra ingratitud!

Pero aun así nos ama Dios. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo