25 de agosto de 2018

¿A QUIÉN IREMOS?
Estamos reflexionando en estos domingos cómo el evangelista San Juan en lugar de contar el momento de la consagración de Cristo en la última cena, como lo hacen los otros evangelistas, lo trata aquí en el capítulo seis.
De un modo similar hoy vamos a escuchar la confesión de Pedro que los sinópticos narran en Cesarea de Filipo.
  •  Libro de Josué
Siempre me ha impresionado esta famosa asamblea de Siquén en la que Josué reúne a todo el pueblo y le fuerza a definirse:
Habían pasado los años. Israel había tomado posesión de la tierra que habían habitado sus antepasados antes de emigrar a Egipto.
En el ambiente de paz y bienestar habían olvidado los prodigios de Dios e incluso habían vuelto los ojos y el corazón hacia los dioses paganos de los pueblos vecinos y aún de los antepasados, antes que Abraham formara un nuevo pueblo saliendo de más allá del Éufrates.
Josué, el hombre fiel y valiente, antes de terminar su vida quiere aclarar la fe y fidelidad del  pueblo de Dios que había conducido hasta la tierra prometida.
Para ello reúne a todos en la gran asamblea de Siquén y ante ellos hace su propia confesión de fe:
“Yo y mi casa serviremos al Señor”.
Luego pide el compromiso con Dios al pueblo que él mismo condujo como caudillo después de la muerte de Moisés.
El pueblo impresionado se compromete diciendo:
“Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses… También nosotros serviremos al Señor porque Él es nuestro Dios”.
Qué lección tan importante para nuestro tiempo.
Cuántos padres y abuelos lloran hoy la infidelidad de sus hijos y nietos.
Han olvidado la paz y las maravillas que trajo consigo el tiempo de fidelidad a Dios, a la Eucaristía, a la Virgen María, con su Rosario del atardecer y de la aurora…
A todo esto ha seguido el enfriamiento en la fe y luego la presión del peor ataque que ha sufrido la humanidad que está viviendo una presión mucho más fuerte que la de los grandes movimientos del último siglo.
Ahora los ancianos se van tristes y solos.
  •  Evangelio
Es importante leer el párrafo del Evangelio de hoy. Es el quinto domingo del ciclo B en que San Juan cuenta que Jesús, después de haber hablado con ilusión de su gran regalo eucarístico ve cómo el público se enfría y se aleja diciendo:
“Qué dura es esta doctrina, ¿quién puede hacerle caso?”
Entonces va a los discípulos para ver cómo andan de fe, después de haber contemplado tantas maravillas y milagros, y les pregunta si están con Él o quieren irse.
Como en Cesarea de Filipo, Pedro es el que reconoce la grandeza de Jesús:
“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios”.
Hoy más que nunca debemos aclararnos.
No hay más que “o con Cristo o contra Cristo”.
Y por medio de Él al único Dios verdadero Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Todos los otros inventos y doctrinas son normalmente la cuesta abajo, el camino ancho que aleja de Dios y trae la desgracia a los hombres.
  • Salmo responsorial
La respuesta a esta situación frívola y vacía nos la ofrece el salmo 33 que repetimos una vez más en este domingo:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Solo quien lo saborea puede descubrir que es maravilloso acogerse al Señor.
Digamos con fe:
“Bendigo al Señor en todo momento. Su alabanza está siempre en mi boca, mi alma se gloría en el Señor. Que los humildes lo escuchen y se alegren”.
  •   Carta de San Juan
El “discípulo amado” insiste en que el amor de Dios nos debe llevar a amarnos también entre nosotros y nos asegura “que quien no ama no ha conocido a Dios porque Dios es amor”, un amor que ha manifestado con la prueba más grande que es “envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él”.
Y nos advierte San Juan que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que Él nos amó y lo hemos visto en los prodigios que Él mismo hace por medio de Jesucristo durante su vida mortal.
Entre estos está precisamente la Eucaristía de que hemos hablado hoy, y la Iglesia en la que Jesús dejó como su representante a Pedro.
Amigos, hoy el amor llama a la fidelidad.

José Ignacio Alemany Grau

18 de agosto de 2018

DEN GRACIAS A DIOS POR TODO


DEN GRACIAS A DIOS POR TODO

La liturgia de este domingo nos sigue presentando el capítulo seis de San Juan.
¡Cinco domingos en los que dejó de lado a nuestro compañero del ciclo B, Marcos!
Y todo… ¡para que comulgues. 
  • Proverbios

“La Sabiduría se ha construido una casa con siete columnas”.
La primera comunidad cristiana construyó su casa con cuatro columnas.
Las del Antiguo Testamento no las conocemos.
La comunidad cristiana sí tiene cuatro columnas fundamentales según los Hechos de los Apóstoles:
“Y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles (1), en la comunión (koinonía) (2), en la fracción del pan (Eucaristía) (3) y en las oraciones (4)” (Hch 2,42).
La liturgia nos recuerda hoy este párrafo de los Proverbios para que veamos en el banquete del pan y el vino, que la Sabiduría nos ofrece una imagen y anticipo de la Eucaristía de la que nos habla el Evangelio.
  • Salmo 33
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Tratándose de un alimento, y más si se trata de alimento espiritual (Pan y Vino consagrado), hay que comerlo para sacarle gusto.
Cuando llegué al Perú hubo ciertos sabores que me resultaron “raros”, por decirlo de alguna manera. Por ejemplo, el mango… Luego, comiéndolo varias veces, me encantó.
Lo mismo pasa con la Eucaristía:
Los que comulgan con frecuencia necesitan hacerlo a diario.
Los que no comulgan nunca, no sienten necesidad de recibirla.
Para todos, la invitación del salmo 33:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él”.
  • San Pablo
El Apóstol nos advierte: “fijaos bien cómo andáis, no seáis insensatos, sino sensatos, aprovechando la ocasión, porque vienen días malos”.
¡Los estamos viviendo!: La Iglesia lo tiene difícil.
Y muchas veces no solo es causado por los que están fuera de ella; también dentro hay tensiones, divisiones, desobediencias, falta de amor...
¿Qué aconseja Pablo?
Algo muy importante.
Toma nota porque no es solo uno sino varios consejos.
+ “No andéis emborrachándoos con el vino” sino dejaos llevar por el Espíritu Santo que nos ofrece la Eucaristía, el Vino consagrado, en el que Él hace presente a Jesús cada vez que se hace la consagración.
Y añade Pablo:
+ “Alternad cantos y salmos”.
+ “Cantad y tocad con toda el alma”.
+ “Dad gracias a Dios por todo en nombre de Jesús”. Dar gracias es algo muy importante que nos enseñó personalmente Jesús.
  • Evangelio
Hay muchos hoy que repiten lo que los judíos comentaban ante las afirmaciones de Jesús:
“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Hoy como ayer no debemos entender que al comulgar comamos físicamente el Cuerpo de Cristo, masticando su carne…
Como lo aprendimos de pequeños en el Catecismo, se trata de la presencia sustancial (o metafísica), y milagrosa de Cristo en el Pan y el Vino, como obra del poder infinito de la Trinidad.
Por eso, frente a las dudas de ayer y de hoy, Jesús nos enseña sobre su regalo eucarístico:
+ Jesús “pan vivo bajado del cielo”.
El que vino del cielo es el único que conoce el camino de regreso.
+ “El que come de este Pan vivirá para siempre”.
Es un pan que asegura la vida eterna; no como el de aquí que hay que seguir comiendo para seguir viviendo.
+ “Si no coméis y bebéis no tenéis vida”.
El que no come no vive.
Tenemos la vida de Dios: ¡comamos!
+ “Yo lo resucitaré”.
Jesús es el único que puede prometerlo y cumplir.
+ “El que me come y bebe habita en mí y yo en él”.
¡Qué maravilla! Jesús habita en ti y tú habitas en Jesús.
+ “El Padre que vive me ha enviado”:
El Hijo vive por el Padre. Tú vivirás por Jesús.
¡Eso queremos, Jesús! Habitar en ti para sentir al Padre y al Espíritu Santo contigo.
¡Ningún amigo te ha dado más que Jesús!

José Ignacio Alemany Grau

11 de agosto de 2018

LEVÁNTATE Y COME


LEVÁNTATE Y COME

Resulta muy doloroso que la santa Madre Iglesia haya tenido que obligar a sus hijos, los católicos, a comulgar al menos una vez al año, bajo pecado mortal…
¿Y qué pecado es?
La falta de amor.
Dios quiera que una vez más al releer el capítulo 6 de San Juan encontremos el amor maravilloso de nuestro Señor para cada uno de nosotros y le sepamos corresponder
  •     1 Reyes
Se levantó, comió y bebió y caminó cuarenta días hasta el monte de Dios, Horeb.
Ya sabes de qué se trata.
Elías, perseguido y maltratado de manera especial por los reyes de Israel, huyó por el desierto, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte:
“Basta, Señor, quítame la vida que yo no valgo más que  mis padres”.
Y se quedó dormido. El ángel del Señor lo despertó diciéndole:
“Levántate y come… que el camino es superior a tus fuerzas”.
Esta escena se convirtió en un símbolo de la Eucaristía que necesitamos todos para continuar en el camino hacia Dios.
Tú tienes problemas… Momentos difíciles...
A veces como que te desesperas y no ves sentido a la vida.
¿Comes a Jesús?
La Iglesia te repite también a ti:
¡Levántate de tu pereza… de tu pasividad… de tu pecado!
Y come el Pan del cielo que es Jesús. Y bebe la Sangre de Cristo.
Tú necesitas a Jesús y Él, que te ama, se te entrega.
Los buenos cristianos y los santos, de manera especial, han vivido de la Eucaristía. Incluso algunos santos se han alimentado solamente con este don sagrado.  Conocemos, por ejemplo, que Marta Robín que llevaba en su cuerpo los estigmas de Cristo. Ella durante 50 años se alimentó únicamente con la Eucaristía.
  •  Salmo 33
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
Hay cosas que no se conocen por teoría. Una  de ellas es el sabor de los alimentos.
Durante una reflexión nos contaron que un expositor que negaba la Eucaristía hablaba ante la gente sencilla y de pronto un campesino que le escuchaba se paró, y con paciencia que desesperaba al “evangelizador” se comió una naranja. Al terminar preguntó al “maestro” a qué sabía la naranja que había comido.
El otro, molesto, le contestó de mala manera:
-          Usted sabrá, que se la ha comido.
El campesino le dijo con toda paz:
-          Tampoco usted puede decir que es la Eucaristía y el sabor que tiene si no la ha comido.
Qué bien nos viene este Salmo. Es una invitación para que todos los cristianos nos acerquemos a comer la santa Eucaristía de la que en estos días nos está hablando San Juan en su Evangelio:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que acoge a Él”.
  • San Pablo
Nos advierte: “No pongáis triste al Espíritu Santo de Dios con que Él os ha marcado para el día de la liberación final”.
De hecho sabemos que nunca podríamos hacerlo porque el Espíritu Santo, por ser Dios, es infinitamente feliz. Nada ni nadie lo puede entristecer.
Lo que quiere el apóstol es que no nos dañemos a nosotros mismos actuando en contra de lo que el Espíritu nos pide para crecer en santidad.
Meditemos lo que el Espíritu nos pide a través de San Pablo.
“Desterrad la amargura, la ira, los enfados y toda maldad.
Sed buenos, comprensivos, perdonándoos unos a otros como Dios os perdonó en Cristo.
Sed imitadores de Dios como hijos queridos.
Vivid en el amor como Cristo os amó y se entregó por vosotros”.
Toda una lección muy práctica. Si cumplimos con ella el Espíritu Santo que nos ama se gozará en nosotros.
  •  Evangelio
Veamos algunas de las muchas enseñanzas de Jesús en este precioso capítulo 6 de Juan.
Te invito a meditarlo con profundidad:
+ “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
Solo Jesús nos lleva al Padre y solo el Padre nos lleva a Jesús.
+ “Yo lo resucitaré el último día”.
Nadie más que Jesús nos ha prometido la resurrección y solo Él, que es Dios verdadero, podrá cumplirlo.
+ “Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende, viene a mí”.
Ya lo sabes. En el Dios único hay tres Personas inseparables. Nosotros no podemos quedarnos con una sola de las tres Divinas Personas como algunos pretenden: en el único Dios verdadero hay tres Personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
+ “El que cree tiene vida eterna”.
Cuántas veces ha insistido Jesús en pedir la fe. Por la fe en Él nos salvamos.
+ “Yo soy el pan de la vida”; “Yo soy el pan vivo”.
Recuerda que este “Yo soy” es la afirmación que Jesús nos hace de su Divinidad ya que esta fue la definición que Dios dio de sí mismo en el Antiguo Testamento.
Finalmente, tengamos por cierto que “la vida del mundo” depende de comer el Pan que nos da Jesús que se entrega para que nosotros tengamos vida.
Vayamos con prontitud y hambre a comer la Eucaristía y en ella el Cuerpo y la Sangre de Cristo que nos salva.
¡Levántate de tu pereza espiritual y come el Pan de Vida!
José Ignacio Alemany Grau, obispo

4 de agosto de 2018

DANOS SIEMPRE ESE PAN

La liturgia en estas semanas, interrumpiendo las enseñanzas de San Marcos, nos sigue exponiendo el capítulo 6 de San Juan sobre el Pan de vida.
El maná del Antiguo Testamento es una de las imágenes que Jesucristo tomará para hablarnos del Pan de vida, la Eucaristía.
  • Éxodo
El Éxodo nos muestra las protestas de un pueblo hambriento.
Escuchando las quejas de los israelitas contra Moisés y Aarón, comprendemos que el pueblo estaba sufriendo y tenía razón: le faltaba el pan y la carne de siempre.
Como en la mayoría de las manifestaciones, en esta oportunidad, hay una parte importante de razón que se debe solucionar. La protesta se mezclaba con un problema de fondo, que en el caso era la fe en el Dios libertador.
Los israelitas estaban dudando de las intenciones que tenía Dios al sacarlos de Egipto, y protestaban como si en el Éxodo hubiera una intención de que el pueblo muriera en el desierto.
De todas formas la misericordia de Dios es muy grande y concede a su pueblo el maná como pan y las codornices como carne.
¿Qué era el maná?
“La casa de Israel llamó a aquel alimento maná; era blanco, como semilla de cilantro y con sabor a torta de miel” (Ex 16,31).
Según algunos autores se trataba de un polvito o sustancia blanquecina segregado por las hojas del Tamarisco al ser picadas por un insecto.
En cuanto a las codornices se trata de las aves trashumantes, que al volar bajo, era fácil golpearlas y hacerlas caer. Es un fenómeno de la naturaleza que se repite en ciertas épocas del año.
La providencia de Dios consiste sobre todo en el hecho de hacer coincidir la necesidad y el pedido de su pueblo con fenómenos de la naturaleza, como tantas veces sucede en la vida. Son pequeñas providencias que el pueblo suele llamar “milagros”.
  • Salmo 77
Este salmo habla del pan celestial, el maná, que la Iglesia referirá al pan consagrado de la Eucaristía.
El mismo Jesús, lo veremos luego, relaciona el maná que comió el pueblo en el desierto con la Eucaristía que nos dejó a los suyos; es decir, su Cuerpo santo y su Sangre preciosa:
“Hizo llover sobre ellos maná, les dio trigo celeste. El hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura”.
  • San Pablo
En la carta a los Efesios el Apóstol nos invita a la conversión y lo hace con una comparación que todos conocemos.
Para Pablo el “hombre viejo” significa “el antiguo modo de vivir, el hombre viejo corrompido por los deseos seductores”.
El “hombre nuevo” nos invita a renovarnos “en la mente y en el espíritu y vestirnos de la nueva condición humana, creada a imagen de Dios: justicia y santidad verdaderas”.
Esta es la conversión que nos pide el Apóstol.
Será bueno poner atención a estas palabras con que inicia el párrafo de la carta:
“No andéis como los gentiles que andan en la vaciedad de sus criterios”.
Se trata de una realidad muy frecuente en nuestro tiempo cuando se actúa con unos criterios y formas de vida vacíos de sentido, no solo religioso, sino también humano.
Muchas veces los gustos personales se asumen equivocadamente como si fueran las leyes para vivir.
El hijo de Dios tiene en Jesucristo el verdadero ejemplo de vida.
  • Evangelio
Entresaquemos unas frases del Evangelio para nuestra reflexión:
+ “Trabajad por el pan que perdura para la vida eterna”.
Sí. Hay vida eterna.
Si cuidamos tanto el pan del día (y está muy bien) ¡cuánto más debemos procurar el pan que nos da la vida eterna!, como ha prometido Jesús.
+ Ese pan lo da “el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre Dios”.
El sello es llama al Espíritu Santo.
Una vez más tenemos una referencia a la Trinidad.
El Padre que nos da al Hijo en la Eucaristía con la colaboración del Espíritu Santo.
Por eso en el momento de la consagración dice el sacerdote:
“Envía tu Espíritu sobre este pan y este vino para que se conviertan en el Cuerpo y en la Sangre…”
También nosotros hemos sido sellados por el Espíritu Santo, sobre todo en el bautismo.
+ “Dios quiere que creamos en el que Él ha enviado”.
Creer en Jesús es el regalo más grande que nos ha hecho el Padre Dios.
+ “Señor, danos siempre de este pan”.
Esa petición debemos hacerla también nosotros y debemos procurar acercarnos lo más frecuentemente posible para recibir la Eucaristía.
+ “Yo soy el pan de vida”.
Jesús afirma su divinidad con la expresión “Yo soy”, que repite siete veces en el Evangelio.
Seguiremos hablando de este gran capítulo sobre la Eucaristía.


José Ignacio Alemany Grau