12 de mayo de 2018

SUBIÓ A LOS CIELOS


Hoy leemos el principio de los Hechos de los Apóstoles que es la historia de los primeros años de la Iglesia.
Lucas, que escribió el tercer evangelio, es también el autor de los Hechos y comienza resumiendo lo último que escribió en el evangelio. 
En ambos escritos se dirige a Teófilo, nombre que significa “amado de Dios” y puede referirse a un personaje concreto o a cada uno de los cristianos que lo habían de leer, por ejemplo tú o yo. 
En esta palabra nos viene un buen mensaje: ¡Amado de Dios! 
  • Hechos de los Apóstoles 
Aunque Jesús está de despedida definitivamente, todavía surgen algunas dudas entre los débiles apóstoles. 
Tengamos presente que aún no había venido el Espíritu Santo. Cuenta Lucas que en ese momento los apóstoles le preguntaron: “¿Vas a restaurar ahora el Reino de Israel?” Jesús por toda respuesta les promete el Espíritu Santo que les dará la fuerza para ser testigos sin fronteras: “Evangelizarán en Jerusalén, Judea, Samaría y todo el mundo”. Sabemos que la palabra “testigo” en griego se dice “mártir” y eso fueron todos los apóstoles con el poder del Espíritu Santo: Dieron la vida por Cristo. 
  • San Pablo a los Efesios 
El apóstol hoy quiere pedirnos algo muy importante para que cada uno realicemos el plan de Dios sobre nosotros. Para esto acude a un título especial que no es el de apóstol (aunque sí lo es él) sino el de “prisionero por Cristo”. Este título le da una autoridad muy especial: ¡padecer por el Señor! ¿Y qué quiere San Pablo? Que todos los cristianos formemos un solo Cuerpo, el Cuerpo de Cristo, en la unidad de la fe y el amor, formando entre todos el hombre perfecto “a la medida de Cristo”. Donde está Cristo, Cabeza de este Cuerpo, debemos estar todos los miembros. Esa es la meta. Los consejos que da este prisionero de Cristo son maravillosos y no te los voy a repetir, pero sí te invito a releer este parrafito de Pablo a los Efesios que nos toca a todos, cualquiera que sea la misión que Dios nos ha dado a cada uno dentro de su Iglesia. No olvidemos que no hay más que un solo Señor, una sola fe, un bautismo y “un Dios, Padre de todos que está sobre todos, actúa por medio de todos y está en todos”. En Dios, por medio de Cristo, está nuestra meta, nuestra felicidad y la misión que debemos cumplir. 
  • Salmo 46 
La Iglesia primitiva veía en este salmo una profecía sobre la ascensión del Mesías. De todas formas lo podemos entender así y aplicar esta fiesta al triunfo de Jesús en su ascensión diciendo: “Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo. Dios asciende entre aclamaciones el Señor al son de trompetas. Tocad para Dios, tocad”. 
  • Verso aleluyático 
El aleluya une el gran mandato de Jesús a última hora: “Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos…”, con su presencia en la Iglesia hasta que llegue la Parusía, el fin del mundo: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Medita ese pedido de Jesús que no es un consejito, sino un mandato con todas las exigencias del imperativo. El Papa Francisco dirá que Jesús mandó a los suyos (a nosotros también) a las periferias. ¡Cuánto hay que hacer! 
  • Evangelio 
San Marcos, en el ciclo B, nos recuerda la última aparición de Jesús y en este relato tres puntos importantes: 
+ El mandato “Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”. No dice a todos los pueblos o a todos los hombres, sino que incluso la creación misma debe oír el mensaje evangélico del amor. 
+ La ascensión “Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios”. Esto indica que, por ser Jesucristo Dios verdadero, tiene el mismo poder que el Padre. 
+ La salida de los apóstoles a “pregonar el Evangelio por todas partes”. Y era Dios quien colaboraba con ellos con multitud de milagros que acompañaban su predicación. 
La fe no nos permite estar pasivos: 
Nuestra fe es un envío. 
Dios nos envía a todos a evangelizar. 
  • Feliz día mamá 
Con mucho gusto aprovecho la oportunidad para saludar a todas las sacrificadas madres que se han sabido entregar a sus hijos, a veces con una respuesta de cariño y amor y a veces con ingratitudes… pero siempre con la generosidad con que ellas saben hacerlo. Como este año coincide con la fiesta e incluso con el fin del Centenario de la Virgen de Fátima, pido a la Virgen María para que ella interceda por cada una de las madres para que ellas sigan siendo la gran reserva espiritual para la Iglesia y el mundo. 
Dios bendiga a cada una de ellas. 

José Ignacio Alemany Grau, obispo