3 de marzo de 2018

EL CRUCIFICADO, FUERZA DE DIOS


EL CRUCIFICADO, FUERZA DE DIOS
En este mundo hay muchos crucificados.
¿Serán más que nunca?
¡Solo Dios lo sabe!
Enfermos con toda clase de dolores, accidentados de formas diversas… angustiados con sufrimientos físicos y morales… familias rotas…
  •  Éxodo
Quizá la mayor parte de las cruces de hoy son el resultado de no cumplir los mandamientos.
Unas veces porque no los cumplimos nosotros y otras porque, quienes no los cumplen, nos hacen muy difícil la vida.
Hoy la liturgia nos recuerda el Decálogo, los diez mandamientos de la ley de Dios.
Empieza con una afirmación importantísima:
“Yo soy el Señor tu Dios”.
Aceptemos y demos gracias porque hay un Dios maravilloso que nos quiere a todos y busca nuestro bien.
Recordemos que los mandamientos son diez, todos ellos son indispensables para ser felices.
Los tres primeros nos recuerdan nuestras relaciones con Dios.
Son fundamentales para que, personal y socialmente, seamos felices.
Si no hubiera un Señor de verdad que nos protege, caeríamos en la tiranía de los hombres, porque la verdad es que no sabemos cuidarnos ni querernos unos a otros.
Amigo, da culto a Dios como Él te pide y serás feliz tú y los tuyos porque Él “actúa con piedad por mil generaciones cuando me aman y guardan mis preceptos”.
Los otros siete mandamientos son para que podamos vivir felices y en paz.
Ya conoces qué mal se vive cuando no se cumplen.
Leamos el decálogo al revés para pensar, y descubriremos porqué vivimos sin paz ni sosiego en medio de esta corrupción que hemos creado:
No se quieran ni ayuden en la familia.
Mátense por cualquier cosa, hasta por un celular.
Adulteren para destruir hogares y violen a placer.
Todo lo que tiene el prójimo puede ser tuyo si se lo quitas.
Miente, que la mentira gobierna el mundo de la política y en general de toda la sociedad.
¿Nos iría así mejor?
¿No es cierto que Dios quiere a los hombres infinitamente más de lo que nos queremos unos a otros?
  •    San Pablo
El apóstol nos hace ver que cada uno quiere vivir a su gusto y hacer lo que le parece mejor, pero cuando Dios se reveló a la humanidad, nos hizo ver que la salvación para todos está en Cristo Jesús.
¿Cómo es posible?
Leamos el Evangelio y entenderemos cómo nuestra vida de pecado solo tiene la solución y salvación en Jesucristo.
En estos días vamos a recordar a un Jesús marginado, perseguido, burlado, abofeteado, flagelado y crucificado.
Un hombre (que era al mismo tiempo Dios verdadero)  despreciado y considerado “necio”.
Sin embargo San Pablo nos dice que “lo débil de Dios es más fuerte que los hombres”.
Por eso en la debilidad de Cristo Jesús crucificado está la salvación de toda la humanidad.
¡Gracias Cristo! Porque pasaste por necio, blasfemo, y comilón y amigo de pecadores.
Tú eres nuestro salvador.
  •   Versículo de meditación
Para conocer el amor de ese Dios y Señor que nos dio los mandamientos, miremos la cruz:
Esa es la medida del amor de Dios que para poder perdonarnos “nos entregó a su Hijo único”.
Creamos de verdad en Él y tendremos vida eterna.
  • Evangelio
(Es de advertir que la liturgia permite leer hoy el Evangelio del ciclo A: Jesús con la samaritana).
Juan nos cuenta hoy cómo Jesús llega a Jerusalén cuando se acercaba la Pascua de los judíos.
Esa Pascua que para nosotros será en adelante la Pascua de Jesús, muerto y resucitado.
Va al templo y se encuentra con un mercado, un poco como a veces estamos nosotros en el templo, donde la fe nos dice que Jesús está vivo en el sagrario.
Jesús, “haciendo un azote de cordeles limpió el templo”.
Se justificó diciendo:
“No convirtáis en un mercado la casa de mi padre”.
Los “judíos” le piden cuentas, y Jesús, que está próximo a la crucifixión, les adelanta:
“Destruyan este templo y en tres días lo levantaré”.
Qué pena que cuando uno se ciega no puede entender.

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo