28 de octubre de 2017

SI EL NECESITADO GRITA, DIOS LO ESCUCHA




SI EL NECESITADO GRITA, DIOS LO ESCUCHA
Reflexión homilética para el XXX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Dos cosas distinguen al cristianismo que pedía Jesús.
Las sabemos: el amor a Dios y al prójimo.
Pero, ¿las cumplimos?
En este domingo la liturgia te invita a hacer un serio examen de conciencia.
De tu respuesta depende tu eternidad… al menos, tal como presentó Jesucristo el examen final para todos (lo llamamos “juicio final”).
*       ¿Cómo tratas al prójimo?
El Antiguo Testamento manda amar al prójimo como a ti mismo.
El Nuevo Testamento dice: “Ámense unos a otros como yo os he amado”.
De todas formas creo que si cumpliéramos bien el Antiguo Testamento, estaríamos en camino de salvación.
El libro del Éxodo nos concreta hoy algunas cosas que podríamos leer así:
+ Tú estuviste desterrado en Egipto… trata bien a todo extranjero.
+ Las viudas y los huérfanos son los privilegiados de Dios. Sé caritativo con ellos porque si ellos gritan yo respondo por ellos.
+ Si prestas dinero a un necesitado no se te ocurra negociar con su pobreza. La usura es un pecado grave.
+ Si te dejan algo en prenda, devuélvelo a su tiempo.
*       ¿Sabes por qué?
Porque tú no tienes un Dios único para ti y el que te creó a ti y te salvó a ti, no ha olvidado a todos los demás.
Somos comunión y todos alabamos y celebramos al único Dios que nos ha creado a todos.
Me encanta este salmo (17).
Fíjate con cuántos títulos alaba a Dios:
+ Mi fortaleza: Dios es como un castillo en que me cobijo.
+ Mi Roca: Firmeza frente al mar.
+ Mi Alcázar: cobijo frente a cualquier enemigo.
+ Mi Libertador: el único que me salva.
+ Dios mío: mi Creador y Señor.
+ Peña mía: inconmovible frente a las dificultades.
+ Refugio: en el que me escondo en el peligro.
+ Escudo: defensor frente a las agresiones.
+ Fuerza salvadora: como un ejército de salvación.
+ Mi baluarte… ¿qué más puedo pensar de la gloria de Dios?
Después de todas estas alabanzas y actos de fe no nos queda más que repetir:
“Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza… Viva el Señor, bendita sea mi Roca”.
*       La respuesta de Dios
Es Dios quien en el versículo aleluyático te da la respuesta a tu obediencia y fidelidad:
“El que me ama guardará mi Palabra y mi Padre lo amará, y vendremos a Él”.
Qué felicidad mayor puede haber que el saber que Dios te paga amor con amor… Pero amor con creces.
*       El regalo de evangelizar
Si es caridad con el prójimo atenderle como nos ha dicho el Éxodo, más hermoso es llevar el Evangelio, es decir, la salvación, a quienes no la conocen.
Este es el caso de los Tesalonicenses que evangelizaban de tal forma que Pablo pudo decir “vuestra fe en Dios ha corrido de boca en boca, de modo que nosotros no teníamos necesidad de explicar nada, ya que ellos mismos cuentan los detalles de la acogida que nos hicisteis: cómo abandonando los ídolos os volvisteis a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero”.
Gracias al esfuerzo de los Tesalonicenses creció el mensaje de Dios vivo.
*       La plenitud del amor
Para dejar mal a Jesús en público le hacen una pregunta los fariseos:
“¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?”
Ellos sabían muy bien que entre los cientos de preceptos el primero siempre estuvo claro en la ley de Dios:
Se lo recordó Jesús:
“‘Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser’. Este mandamiento es el principal y primero”.
A nosotros, que nos hemos hecho de cabeza democrática, nos parece que Dios debe ser amado a nuestra manera y según nuestros personales criterios y medida.
Pero ésta, ni es ni puede ser, nuestra fe.
Dios está el primero de todos, sin condiciones, y siempre.
¿Es así la verdad de Dios en nuestra vida o somos de los que han apartado a Dios de la vida práctica y concreta, personal nuestra, e incluso de la sociedad en que vivimos?
Porque la realidad es que Dios no solo no es amado sobre todas las cosas sino que ha sido marginado de todas las cosas.
A nuestra sociedad le estorba Dios…
Pero nosotros hemos puesto a Dios sobre todas las cosas y sobre nosotros mismos: ¡porque es el primero en todo!

José Ignacio Alemany Grau, obispo

21 de octubre de 2017

CADA UNO EN SU SITIO Y DIOS SOBRE TODOS

 Reflexión homilética para el XXIX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

Los fariseos de hoy han alejado a Dios de la sociedad.
Son tan creídos que se bastan ellos solos para hacer un mundo distinto.
Sacaron a Dios y sus mandamientos porque les estorbaban y han puesto sus propios mandamientos con los que oprimen a todos.
Podemos creer que estos hombres son todopoderosos. Sin embargo, a través
de ellos, el único Señor de la historia llevará adelante su plan sobre la humanidad.
El orgullo humano se hundirá y Dios triunfará.
*       Isaías
Hoy nos habla el segundo Isaías que acompaña a Israel en el destierro. No olvidemos que hubo tres profetas con este único nombre, uno antes y el otro después del destierro.
Nabucodonosor llevó al destierro al pueblo de Dios. Humillados y fieles vivieron muchos en tierra extraña, con fe, y cumpliendo los mandatos del Señor.
Hoy Isaías nos presenta a Ciro y lo llama “el Ungido del Señor”.
¿Por qué ungido si era un pagano?
Este rey buscó la paz para todos los pueblos y dio libertad al pueblo de Israel para que rehiciera su cultura, su unidad y su fe en Dios.
Isaías glorifica al Señor y pone en sus labios:
“Yo soy el Señor y no hay otro. Fuera de mí no hay Dios”.
No hay otro porque Él sabe mover los corazones sanos para realizar sus obras.
¡Qué hermoso!
“Te pongo una insignia aunque no me conoces”.
Ciro, de hecho, no conoce a Dios porque es pagano, pero Dios sí lo conoce.
Amigo, Dios te conoce. Ojalá tú reconozcas de verdad a tu Señor.
No olvidemos que hay paganos que, por seguir su conciencia sencilla, glorificarán a Dios mejor que quienes nos llamamos católicos y casi no conocemos a Dios.
*       Salmo 95
Es un himno de alabanza muy bello.
Nos pide:
+ Cantar a Dios y contar sus maravillas.
+ Nos recuerda que Dios es más grande y digno de alabanza que todos.
+ Todos los pueblos, como una sola familia, llegaremos un día a cantar la gloria del Señor.
+ Adoremos a Dios y proclamemos su grandeza.
Podemos terminar con esta expresión del salmo que nos hace ver a Dios como dueño de la historia:
“El Señor es Rey, Él gobierna a los pueblos rectamente”.
*       San Pablo
Pablo admira la vida de los Tesalonicenses cuya carta comenzamos hoy:
“Ante Dios nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de vuestra fe, el esfuerzo de vuestro amor y el aguante de vuestra esperanza en Jesucristo, nuestro Señor”.
A continuación el apóstol justifica su alabanza haciendo ver que “cuando se proclamó (entre ellos) el Evangelio, no hubo solo palabras sino además fuerza del Espíritu Santo y convicción profunda”.
Amigos, así se evangeliza. Con el poder del Espíritu Santo y teniendo una convicción profunda en lo que predicamos.
Por suerte en este mundo difícil, como en todos los tiempos pasados y futuros, nunca le ha faltado al mundo a donde mirar, si tiene voluntad de buscar la verdad: son las comunidades de la Iglesia de Jesús donde se glorifica a Dios y se ama a los hombres de verdad.
*       Evangelio
¿Quién entiende el corazón del hombre?
Los fariseos odian a Roma y la humillación de tener que pagarle tributos.
Sin embargo ellos mismos gritaron a Pilato contra Jesús diciendo:
“No tenemos más rey que el César”.
Hoy para tener de qué acusar a Jesús le hacen una pregunta difícil porque si responde que hay que pagar tributo, el pueblo se irá contra Jesús y si dice que no, los romanos que expiaban por todas partes, podrían apresarlo.
La respuesta de Jesús los dejó desconcertados:
“Pagad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
El papel de la Iglesia en la sociedad de hoy está claro:
Dar a la sociedad lo que le pertenece. Sí.
Pero dar a Dios honor y gloria como se merece por ser el único Creador y Señor de la historia.

José Ignacio Alemany Grau, obispo


14 de octubre de 2017

LLEGARÁ EL BANQUETE PARA TODOS


LLEGARÁ EL BANQUETE PARA TODOS

La liturgia de hoy nos invita a considerar el Reino de los cielos como un banquete.
Esto tiene mucha importancia para nosotros porque, cuando nos conocemos con alguien muy especial, con un amigo muy querido, celebramos el encuentro comiendo. Nos parece que al comer lo mismo nos identificamos unos con otros. Asimilar lo mismo nos hace felices.
En el fondo esta es la reflexión de hoy.
El cielo será un banquete sin comida ni bebida, pero con él nos alimentaremos todos del Amor infinito de Dios. Pero nunca nos saciaremos, nunca diremos basta.
Que las lecturas de la liturgia de hoy nos ayuden a vivir siempre con hambre de Dios.
*       Isaías
Isaías es el primero que nos está hablando de la comida como un gran regalo de Dios.
La liturgia quiere que nos traslademos de esta primera lectura al Evangelio y así entenderemos mejor qué es el Reino de Dios.
El profeta dice:
“Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera. Manjares enjundiosos, vinos generosos…” Pero no se fija solamente en el comer físico sino que además promete la felicidad interior:
“Aniquilará la muerte para siempre. El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros”.
Siempre es, ha sido y será ésta la necesidad del hombre y hasta pelea y mata a los otros por conseguir la paz, la felicidad.
*       Salmo 22
El salmo del Buen Pastor es muy conocido por todos nosotros, muy repetido por la Iglesia y muy bien colocado entre las lecturas de hoy.
Durante su reflexión nosotros repetiremos:
“Habitaré en la casa del Señor por años sin término”.
Viene a ser como la respuesta a la lectura anterior y a todo el ambiente de este domingo.
Sabemos que teniendo semejante Pastor, nunca habrá quien nos pueda arrebatar la felicidad.
Meditemos el salmo y no nos apartemos nunca del Buen Pastor.
Recuerda: habita siempre en la casa de Dios.
Suspira por el cielo.
No te pegues demasiado a la tierra, porque no te será fácil despegar cuando Dios te llame al banquete del cielo.
Tú siempre con tu Pastor.
*       Filipenses
Como el tiempo en este mundo es un paso hacia el banquete del cielo, Pablo nos enseña a vivir siempre felices como él:
“Sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy entrenado para todo y en todo; la hartura y el hambre, la abundancia y la privación”.
Esta vida tiene a Pablo feliz porque siente como una realidad en su vida la presencia, la seguridad de Dios:
“Todo lo puedo en Aquel que me conforta”.
La fuerza de Pable está en el Señor porque sabe que Dios le recompensará y proveerá de todo.
*       Verso aleluyático
“Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
¿Qué entiende Pablo por los “ojos del corazón”?
Posiblemente lo podemos entender en el sentido de que la luz de Dios penetre en nuestro entendimiento y haga actuar al corazón.
*       Evangelio
Ahora es Jesús quien nos va a decir que el Reino de los cielos es un banquete muy grande. Una fiesta para todos.
La parábola nos refiere cómo un hombre quiere celebrar la boda de su hijo (podemos entender que el Padre Dios celebra el triunfo de Jesús resucitado), hace una gran fiesta, va invitando a todos los conocidos y todos se excusan (podemos leer que el pueblo de Israel no acepta al Señor).
Entonces, el rey manda llamar a toda clase de personas, no importa la limitación que tengan (son todos los pueblos).
Todos entran al banquete y al ingresar se les regala el traje de fiesta.
Cuando el rey va saludando a todos los invitados, se encuentra uno “sin vestido de fiesta”.
Podríamos pensar que si era muy pobre no tenía dinero para comprar el vestido pero todos los invitados eran muy pobres.
Pero Dios no actúa así: El primero nos da y luego nos pide.
Por eso el Evangelio dice que ese individuo “no abrió la boca” porque no tenía ninguna excusa y fue echado del banquete.
Recordemos siempre que Dios llama a todos sin distinción de razas, naciones, colores… ni poder.
Todos somos llamados al banquete del Reino.
Para que podamos entrar, el día del bautismo, Dios nos regaló el vestido de la gracia.
Anímate, amigo. Prepárate para el banquete del Reino donde eternamente seremos felices comiendo el Amor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

7 de octubre de 2017

MI AMIGO TENÍA UNA VIÑA


Reflexión homilética para el XXVII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
La viña es una de las plantas más simbólicas, sobre todo para Israel, como podemos ver frecuentemente en la Biblia.
Jesús también nos hablará de ella en el capítulo 15 de San Juan.
Hoy vamos a gozar especialmente con Isaías, el profeta cariñoso y cercano que a todos nos cae bien, sobre todo a la liturgia.
*       Isaías
“Voy a cantar en nombre de mi amigo un canto de amor a su viña. Mi amigo tenía una viña en fértil collado”.
A continuación cuenta los esfuerzos que hizo el dueño para que diera fruto “la entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas, construyó en medio una atalaya y cavó un lagar y esperó…”
La ilusión del propietario se truncó y en vez de uvas dio agrazones.
El Señor pregunta: “¿qué más cabría hacer por mi viña que yo no he hecho?”.
Esta es la postura maravillosa de Dios descrita bajo la parábola y la clave de todo está en este versículo: “la viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel”.
Conocemos su historia. Cuántas veces el pueblo de Dios lo negó…
Pero no te quedes ahí, medita que bajo esta comparación estamos también todos los hombres y especialmente todos los cristianos.
Recuerda lo que cantamos en la liturgia del viernes santo:
“¡Pueblo mío!, ¿qué te he hecho, en qué te he ofendido?
Yo te planté como viña mía, escogida y hermosa… ¡qué amarga te has vuelto conmigo!”.
Tú estás en la Iglesia santísima y bellísima en la que te plantó Dios el día del bautismo… ¿Das fruto?
Tú lo sabes.
*       Salmo 79
En el salmo repetiremos la misma imagen que la Iglesia pide que tengamos muy presente, invitándonos a la verdadera conversión.
Comenzaremos repitiendo: “La viña del Señor es la casa de Israel” (nosotros leemos la Iglesia del Señor…).
Allí encontrarás el complemento de lo que hemos leído en Isaías, hecho oración por el salmista.
*       Filipenses
San Pablo nos invita a la confianza.
Lógicamente si Dios nos ha creado y metido en la Iglesia con tanto cariño, nuestra confianza tiene que estar totalmente puesta en Dios.
Debemos recordarlo e invocarlo con frecuencia:
“Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”.
Como respuesta a esta vida de fe y confianza en nuestro Creador tenemos la paz:
“Y la paz de Dios que sobrepasa todo juicio custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
*       Evangelio
Debemos reflexionar a quiénes dirige Jesús las parábolas.
En este caso y con relativa frecuencia Jesús habla a los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo.
La parábola también se refiere a la viña de Isaías:
“Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje”.
Se ve aquí claramente la relación entre la parábola y el relato de Isaías.
El dueño fue enviando sus criados para recibir el fruto correspondiente. Se negaron a dárselo, los golpearon, maltrataron y hasta mataron.
Finalmente, el dueño envía a su hijo pensando “tendrán respeto a mi hijo”.
La actitud de los labradores no fue así sino que pensaron: “Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia”.
Y agarrándolo lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.
Aquellas palabras debieron caer como bomba en el orgulloso corazón de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo. Por eso el evangelista terminará diciendo:
“Los sumos sacerdotes y los fariseos al oír sus palabras, comprendieron que hablaba de ellos. Y, aunque intentaban echarle mano, temieron a la gente que lo tenía por profeta”
La parábola de hoy es clara. Israel termina sacando de la ciudad a Jesús y lo victimó en el Calvario.
Era de verdad el Hijo de Dios y por eso el triunfo no fue de sus asesinos sino que fue la glorificación del Padre:
¡La resurrección de Jesús!

José Ignacio Alemany Grau, obispo