30 de septiembre de 2017

LA JUSTICIA DE DIOS


LA JUSTICIA DE DIOS
Reflexión homilética para el XXVI domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Nos gusta que siempre nos hablen de la bondad de Dios, de su misericordia… y nosotros también lo hemos hecho  tantas veces porque la Biblia dice que “Dios es amor”.
Pero si ese amor fuera injusto, es decir, si Dios no tuviera justicia, no podría ser el Dios verdadero. Por tanto, vamos a hablar un poco de esa justicia divina, según nos enseñan las lecturas de este domingo.
*       San Mateo
Parece un poco extraño lo que concluye el Evangelio de este día:
“Los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el camino del Reino de Dios”.
Esas personas estuvieron alejadas de Dios por su vida de pecado pero se han convertido y van por delante de tantas personas que se tienen por perfectas por lo que dicen, e incluso enseñan, pero no hacen.
Era el caso precisamente de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo a quienes se dirigía Jesús.
Para entender esto, Jesús nos ha dejado la parábola de hoy. En el fondo vemos en ella que ninguno de los dos hijos hizo plenamente la voluntad del padre.
En efecto, el padre pidió al primero que fuera a trabajar a la viña. Contestó descortésmente: “No quiero”. Pero pensó mejor las cosas y fue a la viña para cumplir la voluntad del padre.
El segundo, posiblemente para quedar bien y no molestar a su padre, le contestó: “voy Señor”, pero no fue.
La justicia de Dios es así. Precisamente es lo que nos dice Ezequiel: El que se arrepiente y persevera se salva.
*       El profeta Ezequiel
Habla del pueblo de Israel que se queja del Señor como si fuera injusto, pero Dios aclara su proceder:
Si uno comete la maldad durante su vida y muere en ella, recibirá el castigo; en cambio, el que vive mal, si se arrepiente, como el hijo de la parábola, vivirá para siempre.
*       San Pablo a los Filipenses
Nosotros en las procesiones, en los encuentros de fe, glorificamos siempre a Jesucristo y decimos que Él “es el Señor”:
El Señor de los Milagros, el Señor de Luren, el Señor Cautivo de Ayabaca …
¿Y todo esto por qué?
La verdad es que Jesucristo, aunque era verdadero Dios, pasó por uno de tantos, marginado, despreciado y crucificado.
Pero como tenía la divinidad, Dios le dio el “nombre sobre todo nombre”, el nombre de “SEÑOR”.
San Pablo les trae a los Filipenses este ejemplo de Jesús, porque quiere que vivan y tengan “los mismos sentimientos de Cristo Jesús”.
Precisamente para conseguir esto, presiona a los Filipenses, que pertenecen a una comunidad muy querida de Pablo, que por el amor grande que le tienen aprendan la caridad, a vivir acordes, en humildad, y teniendo a los otros como más importantes que uno.
De esta manera, por la humildad de Jesús, los Filipenses podrán realmente cumplir la voluntad del Padre que mandó: “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre”.
También en esta lectura aparece clara la justicia de Dios que permitió la humillación de Jesús para salvarnos a todos, pero después lo glorificó por encima de todas las criaturas: ¡Jesús es el Señor!
*       Verso aleluyático
El aleluya nos recuerda las palabras del Buen Pastor, Jesucristo, que nos habla de esa comunión profunda que hay entre Él y sus verdaderos discípulos. Comparándolos con un rebaño explica Jesús: “mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen”.
Una bella invitación de Jesucristo para que conozcamos sus enseñanzas en las que resalta la misericordia de Dios sin olvidar su justicia. Esto también es un consuelo para quienes en la vida han recibido tantas humillaciones: “El que se humilla será enaltecido”.
*       Salmo responsorial (24)
Nos habla de esta justicia y rectitud de Dios y lo hace, precisamente, para que aprendamos cuál es el camino de los pecadores, del que debemos huir, y cómo nos invita a ser humildes y vivir con rectitud:
“El Señor es bueno y es recto y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud”.
El resto del salmo se fija más bien en la misericordia del Señor y reconoce que “su misericordia es eterna”. De esta manera en el mismo salmo tenemos la misericordia y la justicia de Dios.
Te invito a meditar de una manera profunda estas palabras:
“Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas”.
Y luego el salmo, aprovechando la misericordia de Dios, nos invita a orar pidiendo perdón apoyados en ella:
“No te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud: acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo


22 de septiembre de 2017

EL PROCEDER DE DIOS ES JUSTO

Reflexión homilética para el XXV domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Dios es justo, aunque su manera de actuar a veces, nos parezca extraña a los hombres.
Por eso, cuando nos hemos alejado del Señor, la misericordia nos está esperando siempre.
*       El profeta Ezequiel
Por lo visto los Israelitas en el destierro se quejaban del proceder de Dios, teniéndolo por injusto. Ezequiel, en nombre del Señor, les aclara que Dios actúa siempre con justicia y que si el que era justo cambia y se obstina en el pecado, se pierde. En cambio el pecador, si se arrepiente “ciertamente vivirá y no morirá”.
*       Salmo responsorial (24)
“La misericordia del Señor es eterna”.
Actuemos con humildad, reconociendo nuestros pecados y recemos al Señor con fe juntamente con el salmista: “Enséñame tus caminos, instrúyeme en tus leyes: haz que camine con lealtad… Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas… El Señor es bueno y es recto”.
Esta es la idea central que nos enseña la liturgia en este domingo: Dios es recto y justo con todos.
*       San Pablo
Se trata de un párrafo muy querido para la liturgia que nos lo recuerda con frecuencia.
Podemos meditarlo en dos partes:
La primera es el mensaje que quiere dar Pablo a sus queridos Filipenses para que tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús.
Para eso les presiona con la fuerza moral de la amistad que le tienen y pide:
“Si queréis darme consuelo y aliviarme con vuestro amor”.
Lo que quiere Pablo de los Filipenses es que se mantengan siempre unidos “con un mismo amor y un mismo sentir”.
Era lo que enseñaba Lucas de los primeros cristianos: “el grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma”.
Quiere que eviten rivalidades y ostentación y que cada uno se ocupe del bien de los demás más que del suyo propio.
Finalmente les pide que tengan entre ellos los sentimientos propios de Cristo Jesús.
En la segunda parte les presenta cuáles son esos sentimientos de humildad que vivió Cristo:
Era Dios y se encarnó en un cuerpo y alma humanos manteniendo su divinidad y sin embargo pasando entre los hombres como si fuera un cualquiera.
Se dejó matar para redimirnos con toda suerte de sufrimientos… pero Dios que es justo y fiel lo glorificó.
Ahora Jesús, Dios y hombre, “es el Señor” al que todos debemos adorar:
“Que toda lengua proclame que Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre”.
*       Verso aleluyático
Nos recuerda las palabras de Jesús “mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco”.
Qué bonito es que Dios conozca nuestra verdad porque solo así puede estar en paz nuestra alma.
*       El Evangelio
San Mateo nos cuenta hoy una parábola de Jesús dirigida a los sacerdotes y ancianos del pueblo.
La verdad es que es fácil decir ‘sí voy’ y no cumplir. Esto es muy frecuente en nuestra vida familiar, social y también religiosa.
Por ahí va la parábola de Jesús.
El padre de dos hijos llama a uno y le dice: “ve hoy a trabajar a la viña”.
Él contestó: “no quiero”. Pero se arrepintió y fue.
Luego llamó al segundo para que fuera también a trabajar y le respondió: “voy Señor, pero no fue”.
Jesús aclara juntamente con los que le escuchan, que el que hizo la voluntad del Padre fue el primero y no el que aparentó obedecer.
Después de la parábola Jesús hace una dura advertencia a los dirigentes espirituales de Israel:
Ustedes que parecen los santos y directores espirituales del pueblo de Israel tengan en cuenta que los publicanos y prostitutas les llevan la delantera en el camino del Reino de Dios.
Jesús justifica esta afirmación con un hecho que aconteció pocos años antes:
“Porque vino Juan a vosotros enseñándoos el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio los publicanos y prostitutas le creyeron”.
Creo que entendemos mejor las palabras de Ezequiel que nos enseñan que puede ser que el justo caiga en la maldad y que el pecador arrepentido preceda a los demás.
Tengamos en cuenta que quienes nos creemos buenos, generosos, predicadores excelentes, etc, a lo mejor tenemos que esperar para entrar en el cielo porque van delante con su arrepentimiento el borracho, el adúltero, el drogadicto…
¡Nos ganaron en el amor!

José Ignacio Alemany Grau, obispo

16 de septiembre de 2017

PERDONA Y TE PERDONARÁN


Reflexión homilética para el XXIV domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
Con las lecturas de hoy la liturgia nos da una enseñanza sencilla que nos cuesta practicar porque somos orgullosos.  No soportamos la humillación porque somos creídos y nos duele que “un cualquiera” se atreva a herir nuestra fama, nuestros intereses, nuestros gustos y planes e incluso nuestros caprichos.
Por algo insistía Jesús en que le imitemos porque Él es “manso y humilde de corazón”.
Veamos las enseñanzas de hoy.
*       El Eclesiástico
Nos da una serie de consejos para conseguir el perdón de Dios. Todos ellos, en realidad, se reducen al tema central del día:
“Perdona la ofensa a tu prójimo y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas”.
Hace además una reflexión que parece de sentido común:
¿Cómo pedir perdón a Dios si no se perdona al prójimo?
“No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados?”
Y termina diciendo: “recuerda los mandamientos y no te enojes con tu prójimo, (recuerda) la alianza del Señor y perdona el error”.
*       El salmo 102
El salmo responsorial nos enseña que Dios es misericordioso y debemos aprender de Él teniendo misericordia con el prójimo:
“El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia”.
Meditemos que la actitud de Dios frente a los pecados de los hombres es perdonar, fruto de su bondad y compasión:
“Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura… No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo”.
El salmo resalta, a continuación, que Dios no es como nosotros y “no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas”.
*       San Pablo a los Romanos
No somos señores unos de otros.  Tampoco somos señores de nosotros mismos.
Solo hay un Señor, Dios que se hizo hombre para redimirnos del pecado y conseguir que todos los hombres seamos sus servidores para felicidad nuestra.
Nuestro Redentor es el dueño de todo. Él quiso redimirnos porque sabe mejor que nosotros que solo en Él encontramos la verdadera felicidad.
Por eso “en la vida y en la muerte somos del Señor”.
El único dueño del mundo es Dios. Él solo tiene la paz, la alegría y el gozo que buscamos.
¡Que Él sea también nuestro único Señor!
*       Versículo aleluyático
Este versículo nos lleva a la plenitud del amor para con el prójimo.
Antes de Jesús la ley mandaba “amar al prójimo como a ti mismo”.
Con Jesús el amor, que llama “mi mandamiento” es mucho más profundo: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.
¿Por dónde andas amigo? ¿Por el Antiguo Testamento o por el Nuevo, el de Jesús?
*       El Evangelio
Pedro preguntó a Jesús:
“Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le he de perdonar? ¿Hasta siete veces?”
Jesús le responde:
“Setenta veces siete” que no es cuatrocientos noventa… sino “siempre”, por el simbolismo de los números ya que sabemos que el siete indica perfección y plenitud.
La caridad es esencial en el Reino de Jesús.
Gustemos la parábola de hoy.
Jesús exagera para que entendamos la diferencia entre el amor de Dios al hombre y el amor del hombre a otro hombre.
Te invito a fijarte en dos cosas concretas:
+ La frase “ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”.
+ La diferencia entre diez mil talentos (una millonada) y cien denarios (sueldo de cien días para un obrero).
El Señor tiene compasión de su primer servidor y le perdona todo. En cambio él frente a las mismas palabras que le dijo el consiervo, no fue capaz de perdonar unos centavos y lo mandó a la cárcel.
Jesús quiere que aprendamos de Dios cómo debemos tratar a los hombres.
La última frase de la parábola es muy importante:
“Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Todo esto nos invita a recordar la oración de Jesús:
“Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

7 de septiembre de 2017

NO TENGAN MÁS DEUDAS QUE EL AMOR

Reflexión homilética para el XXIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
En este domingo la liturgia nos invita, de distintas maneras, a tener verdadero amor al prójimo para agradar a Dios.
*       Ezequiel
El profeta empieza el capítulo 33 con una comparación:
Si el centinela, al ver al enemigo, no avisa al pueblo, él es responsable de las muertes que haya. Pero si toca la trompeta y nadie hace caso, habrá muertos pero el centinela no es responsable.
Después de esta comparación, la liturgia nos pone alerta explicando que, cuando el profeta escuche la Palabra de Dios la transmita a Israel, de lo contrario será responsable del pecado de su pueblo.
El Señor dice:
“Si yo digo al malvado: malvado, eres reo de muerte, y tú no hablas poniendo en guardia al malvado para que cambie de conducta, el malvado morirá por su culpa pero a ti te pediré cuenta de su sangre”.
Por el contrario si tú lo pones en guardia y el malvado no cambia “él morirá por su culpa pero tú has salvado la vida”.
Creo que la conclusión para nosotros es clara: debemos evangelizar y dar a conocer la Palabra de Dios para alertar al prójimo de lo que tiene que hacer. Cuando hayamos obrado así, la responsabilidad es del pecador si acepta o no la Palabra de Dios.
*       Salmo responsorial (94)
El salmo, siguiendo la misma línea de Ezequiel, nos pone alerta para que escuchemos la voz de Dios y cambiemos de conducta.
Invitar al prójimo a la conversión es un apostolado y es una gran obra de caridad.
Por eso vamos a repetir en el salmo responsorial: “ojalá escuchéis hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón”.
La invitación que nos hace este salmo es para glorificar a Dios, esa oración que muchas veces olvidamos y que es la más importante:
Aclamar al Señor, dar “vítores a la Roca que nos salva”.
La “Roca” es uno de los nombres que se dan a Dios en el Antiguo Testamento indicando el poder y la fortaleza de Dios.
El salmo continúa invitándonos a postrarnos en tierra bendiciendo a nuestro Creador “porque Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo”.
*       San Pablo
Seguimos con la carta de San Pablo a los Romanos a quienes da un gran consejo que debemos tener siempre presente. No estamos en el mundo para pelearnos entre nosotros, sino para crear entre los hombres el amor que ayuda, consuela, anima, etc.
San Pablo enseña esto con una bella frase: “A nadie le debáis nada más que amor”.
Debemos fijarnos en esto porque, como dice el apóstol, lo más importante es el amor porque “el que ama a su prójimo ha cumplido toda la ley”.
Pablo añade, finalmente, que el resumen de los mandamientos es “amar al prójimo como a ti mismo”.
*       Evangelio de San Mateo
Nos habla, en primer lugar, de la corrección fraterna.
La caridad exige el respeto a la fama del prójimo. Por eso, cuando vemos a un hermano que peca, no tenemos que “ventilar” su pecado para que todos lo sepan y tampoco dejarle para que siga pecando, sino que Jesús quiere que haya reprensión pero manteniendo la discreción para bien del prójimo.
Jesús nos explica los pasos que hay que dar cuando corregimos:
Primero, hablar a solas con el que ha pecado.
Segundo, si no hace caso, llamar a una o dos personas discretas para corregirlo en su presencia.
Tercero, si tampoco hace caso, hay que decirlo a la comunidad. Si no hace caso a la comunidad se le considera excluido de ella.
A continuación Mateo habla del poder que Jesús confiere a sus apóstoles para perdonar al que ha pecado:
“Lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo”.
La tercera parte del Evangelio de hoy es relevante. Jesús conoce cómo somos y que difícilmente nos ponemos de acuerdo unos con otros. Por eso nos advierte que cuando pidamos a Dios lo hagamos con otros y así promete que “si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo”.
Y la última afirmación es significativa y hermosa, si pensamos que nos lo está diciendo nuestro mejor Amigo, Jesucristo, nuestro Redentor:
“Donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Imaginemos la belleza de un matrimonio que está casado por la Iglesia:
¡¡En medio de ellos está Jesús!!
Jesús es la fortaleza de nuestras familias y también de los amigos que nos unimos en nombre de Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

1 de septiembre de 2017

CUANDO EL QUE SEDUCE ES DIOS

Reflexión homilética para el XXII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A
En la liturgia de hoy podemos meditar cada uno hasta qué punto tenemos verdadera intimidad con Dios y cuánto nos condiciona el amor que le tenemos.
*       El profeta Jeremías
Jeremías se presenta como un muchacho que ha pasado un tiempo y repiensa su apostolado como profeta:
“Me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”… Medimos las fuerzas y Dios pudo más que yo.
Se dio cuenta de que el resumen de sus predicaciones y predicciones era poco agradable al pueblo de Israel y todos se reían del profeta.
Jeremías lucha y saca una dolorosa conclusión que nunca podrá cumplir: ya no quiero nada con Dios. No me acordaré más de Él:
“No hablaré más en su nombre”.
Sin embargo la conclusión y la realidad son distintas. Venció la Palabra del Señor porque le quemaba por dentro. Era fuego en sus entrañas.
Te invito a meditar:
¿Te ha seducido el Señor? ¿Sientes que su amor está por encima de todo?
¿Te comprometiste de verdad con tu Creador alguna vez en tu vida?
Por otra parte, ¿te has peleado y quisiste dejar a Dios porque… no triunfas como querías… porque murió un ser querido…?
¿Has mandado a rodar alguna vez a Dios?
¿Quién es más fuerte en ti, Dios o tú mismo?
Un consejo:
Déjate seducir por Dios. Un día le darás la razón.
*       Pablo a los Romanos
Muchos juegan con el cuerpo (el suyo o el de otros) y aceptan todo tipo de placer porque… ¡me gusta!
El cuerpo es indispensable para la vida humana. Dentro de él habita el alma que nos hace seres humanos: alma y cuerpo.
Dios al darnos la vida divina en el bautismo entró en nuestro ser y por tanto nos pide que la limpieza del cuerpo acompañe la santidad del alma en la que Dios habita.
Por eso pide el apóstol:
“Os exhorto por la misericordia de Dios a presentar vuestros cuerpos como hostia agradable a Dios”.
Por eso el mismo San Pablo, escribiendo a los Corintios les dirá:
“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?… ¿Acaso no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habita en vosotros y habéis recibido de Dios”.
Y todavía es más fuerte la enseñanza de Pablo:
“Ya no os pertenecéis”.
El motivo es grande.
Todos nosotros “hemos sido comprados a buen precio”, la sangre de Cristo, como dirá San Pedro.
Pablo enseña también un poco antes en la misma carta:
“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?”
Sigue leyendo en particular 1Co 3,17.
Por nuestra parte terminamos con las palabras de Pablo:
“Glorificad a Dios con vuestro cuerpo”.
*       Verso aleluyático
¿Tiene ojos el corazón?
Pablo entiende que sí, de una manera metafórica, y es lo que nos recuerda este versículo del aleluya:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Esta esperanza, como puedes entender en este domingo, es para la liturgia, la entrega total a Dios.
*       El Evangelio
El Evangelio de hoy trata de diversos temas:
Después de escoger a Pedro como su representante entre los apóstoles, Jesús advierte a todos “que tiene que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos… y ser ejecutado”. Y añade que “al tercer día resucitará”. Evidentemente que esto, si lo entendieron, fue demasiado fuerte para todo el grupo y Pedro llevando a Jesús aparte, le dice:
“¡No lo permita Dios! Eso no puede pasarte”.
Pero Cristo, no aceptando ese aparte de Pedro dice, de modo que lo oigan todos:
“Quítate, satanás, que me haces tropezar; piensas como los hombres, no como Dios”.
Jesús añade:
 “El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga”.
Terminemos pensando que si una persona se ha dejado seducir por Dios y ha vivido según el Evangelio debe sentirse feliz porque un día Jesús “vendrá… con la gloria de su Padre y entonces pagará a cada uno según su conducta”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo