29 de julio de 2017

LAS EXIGENCIAS DEL REINO Y SU RECOMPENSA



Reflexión homilética para el XVII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo A

En este domingo continuamos hablando del Reino.
Hoy vamos a descubrir otros detalles muy importantes para ir conociendo cómo tenemos que vivir los que pertenecemos al Reino de Dios.
Reflexionemos por orden las lecturas del día.
  •        Primer libro de Reyes

Salomón tiene la gran oportunidad que ya quisiéramos tener cada uno de nosotros.
El Señor se le apareció en sueños y le dijo: “Pídeme lo que quieras”.
Será bueno que hagas una pausa y pienses qué le dirías tú a Dios si ahora te hiciera esta oferta.
Salomón en lugar de pedir cosas materiales le pide “un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien”.
Al Señor le encantó el pedido de Salomón y le ofreció todo:
“Te doy un corazón sabio e inteligente como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti”.
Y junto a esto Dios le dio todas las riquezas que ni podemos imaginar y un reinado de paz hasta que lamentablemente su corazón se apartó de Dios.
  •        Salmo responsorial (118)

Con sus 176 versículos es el más largo de todos los salmos.
La liturgia escoge unos versículos que comienzan con una hermosa frase que nos viene muy bien para el Evangelio de hoy:
“Mi porción es el Señor”.
El Señor es la herencia más maravillosa. Precisamente hace unos días meditábamos en San Pablo que somos herederos de Dios y que esa herencia la compartimos con Cristo.
Estas son también las palabras que cantan los religiosos al consagrarse a Dios.
El resto del salmo busca alabar y bendecir la bondad de Dios que nos ha dado sus mandamientos.
Después de cada versículo repetiremos esta frase que encierra el secreto de la santidad:
“Cuánto amo tu voluntad, Señor”.
  •        Romanos 8

Continuamos con este capítulo de San Pablo. Se trata de un pasaje hermoso que hemos ido meditando ya en varios domingos anteriores.
Hoy nos dice “que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien”.
Y es que el Señor triunfará siempre, y los suyos con Él, aun cuando se trate de los peores males de este mundo.
La Biblia de la CEE cita, para este versículo, las palabras de santa Catalina de Siena:
“Todo procede del amor, todo está ordenado a la salvación del hombre. Dios no hace nada que no sea con este fin”.
  •        Evangelio del Reino

Hoy nos cuenta Jesús tres parábolas. En ellas aparecen claramente las exigencias que encierra este “Reino de Dios” o “Reino de los cielos”.
+ La primera nos habla de un hombre que, trabajando el campo de otro, encuentra un tesoro, lo cubre y disimula y va a comprar el campo.
El dueño le exige una cantidad que le supone perder todo lo que tiene, pero como está seguro que el tesoro vale mucho más, pierde todo lo suyo pero se queda con el tesoro.
Jesús añade un pequeño detalle, el desprendimiento llenó de alegría al que se  lo jugó todo.
+ La segunda parábola es muy similar: un comprador de perlas queda fascinado por una mucho más preciosa y vende todo lo que tiene para comprar la apreciada joya.
Está claro que la perla y el tesoro personifican a Cristo el cual, por ser Dios, es el único que puede exigirnos todo y también nuestro corazón.
Antes de hablar de la tercera parábola será bueno meditar si nosotros al escoger vivir en el Reino de Dios y desprendernos de cosas, situaciones, personas, etc., nos hemos quedado tristes por la pérdida o alegres por poder pertenecer al Reino de Dios y tener a Jesús como nuestro tesoro.
+ La tercera parábola de hoy habla de la red.
Jesús dice que los ángeles, al final de los tiempos, harán como los pescadores a la orilla del mar:
“Separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego”.
Ahí tenemos la recompensa de Dios a quienes se exigen mucho para entrar y vivir en su Reino.
El Evangelio de hoy termina con unas palabras interesantes que nos enseñan que cuando se convierte uno al Reino de Dios, acepta la novedad del Reino que Jesús ofrece en el Nuevo Testamento, pero  no olvida las maravillas que encierra también el Antiguo Testamento:
“Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo”.
Creo que ahora tenemos la alegría de conocer mejor el Reino de Dios al que pertenecemos los que entramos en la Iglesia de Jesús.
¡Seamos valientes!

José Ignacio Alemany Grau, obispo