10 de junio de 2017

NUESTRA FE EN LA TRINIDAD SANTA


Reflexión homilética sobre la Santísima Trinidad
Hoy es un día muy especial para la liturgia, es decir para la Iglesia y para nuestra vida personal.
La Iglesia nos habla de este misterio en el domingo siguiente a Pentecostés, pero todo el año y siempre nos está invitando a hacer cada una de nuestras obras en honor de la Santísima Trinidad. Por otra parte, en todas las oraciones que hace la Iglesia invoca a nuestro Dios uno y trino.
Qué santa sería una persona que cuando hace cualquiera de las cosas, aún más sencillas de la vida, repite con atención y amor:
Esto lo hago en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
De todas formas vamos a las lecturas del ciclo A donde encontraremos grandes enseñanzas para meditarlas y amarlas.
*       La primera lectura
Nos presenta la definición que Dios da de sí mismo a Moisés:
“Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”.
Te invito a que de esta lectura del Éxodo saques una conclusión muy importante para tu vida y para conocer el corazón humano que busca a Dios inconscientemente: es el hambre de Dios.
Moisés no se contenta con la visión mística que le ha regalado Dios, sino que le pide con todas sus fuerzas y en una actitud muy humilde, echado por tierra:
“Que mi Señor vaya con nosotros”.
A pesar de las infidelidades Moisés seguirá exigiendo a Dios que lo acompañe siempre y no solo a él sino al pueblo que Dios se ha escogido.
*       Un saludo especial
En la Santa Misa, con frecuencia oyes este saludo inicial, después de haber invocado a la Santísima Trinidad:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, esté siempre con todos vosotros”.
¿Sabes de dónde viene este saludo especial?
De la carta de San Pablo a los corintios que leemos hoy.
En este saludo se pide la bendición del Dios uno y trino para toda la asamblea que participa en la Eucaristía.
Ahí tienes nombrada, de una manera concreta, a las tres Divinas Personas.
Después de meditar este saludo, te invito a reflexionar en las primeras palabras del parrafito de hoy. Son muy importantes:
- Es una invitación a la alegría, cosa que frecuentemente nos repite San Pablo.
- Viene después la invitación a la conversión.
- También pide que nos animemos unos a otros, porque muchas veces en la vida necesitamos unas palabras de aliento.
- Finalmente, el apóstol nos pide que vivamos en paz teniendo unos sentimientos comunes entre todos, como nos dirá San Lucas que los tenía la primera comunidad cristiana:
“Tenían un solo corazón y una sola alma”.
*       Verso aleluyático
Es una invitación a la alabanza.
La liturgia continuamente nos pide a glorificar a Dios con estas palabras:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
Lo repetimos al comienzo de las Horas del Oficio Divino y al final de cada uno de los salmos.
Y es que lo más grande que puede hacer una criatura es glorificar a su Señor.
*       Evangelio
En cuanto al Evangelio, hoy nos encontramos con las palabras tan conocidas de Jn 3,16.
Si profundizas las primeras palabras, te das cuenta de que al hablar del “amor” habla del Espíritu Santo; al hablar de Dios habla del Padre y al hablar del Hijo unigénito se refiere a la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La obra de amor de la Santísima Trinidad ha sido, pues, entregarnos al Verbo, encarnándolo, para que podamos tener vida eterna.
En este párrafo del Evangelio encontramos también una respuesta muy clara para quienes preguntan por qué, si Dios es bueno, condena a los pecadores. Medita le respuesta:
“El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
Está claro que cada uno se prepara la salvación o la condenación, según que acepte o rechace libremente al Verbo encarnado, Jesucristo.
*       Prefacio
Finalmente, en el Prefacio encontrarás, de una manera clara, lo fundamental que la Iglesia nos pide creer con respecto a nuestro Dios que es Trinidad:
 “Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor;  no una sola Persona sino tres Personas en una sola naturaleza”.
Esto lo creemos solo porque Dios nos lo ha revelado, como un signo de su bondad. Por eso, “al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad”.
En este hermoso día te invito a que, en un momento libre, te encierres dentro de ti mismo y medites este gran misterio que llevas dentro de ti desde el día del bautismo:
¡Dios vive en mi corazón!

José Ignacio Alemany Grau, obispo