25 de junio de 2017

GRACIAS JESÚS: ¡TE ENTREGASTE POR MÍ!

DOMINGO XII DEL TIEMPO ORDINARIO , CICLO A

Los profetas suelen desahogarse ante el Señor y piden ayuda en los momentos más duros.
El gran profeta Jeremías lo hace de una manera especial. Lo meditamos hoy:
*       Jeremías
La Biblia nos presenta estos momentos fuertes de la vida del profeta como “confesiones de Jeremías”. En ellas se queja ante Dios y se desahoga, pero se mantiene fiel por encima de todo.
La “confesión” de hoy es muy llamativa. Tiene una primera parte que no leemos este día, pero es la más bella y conocida:
“Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir”.
Después pasa a los sufrimientos que tiene que soportar por parte de la gente, pero sobresale su confianza en el Señor que expresa así:
“Pues te he encomendado mi causa”.
Luego Jeremías nos invita, a pesar de sus sufrimientos:
“Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de la mano de gente perversa”.
En los versículos siguientes sigue desahogándose Jeremías.
Esta actitud de desahogo, e incluso con sus mismas palabras, las podemos repetir posiblemente todos nosotros. Podemos decir que esta oración pudo hacerla Jeremías. Pero también el pueblo; Jesús en su vida y pasión. Y también nosotros en algunos momentos.
De una manera especial hagamos esta oración en nombre de los hermanos tan perseguidos en nuestro tiempo y a pesar de todo fieles a la fe.
Será bueno leer hoy el Catecismo Católico (2584) para entender a los profetas y sus oraciones:
“En el cara a cara con Dios, los profetas extraen luz y fuerza para su misión. Su oración no es una huida del mundo infiel, sino una escucha de la Palabra de Dios, es a veces un debatirse o una queja, y siempre, una intercesión que espera y prepara la intervención del Dios salvador, Señor de la historia”.
Hoy nos hemos entretenido un poco con el profeta Jeremías y sus desahogos.
Nos quedan las otras lecturas que nos  ofrecen buenas enseñanzas

  • San Pablo
Nos recuerda cómo por un solo hombre, Adán, entró el pecado en el mundo, pero hubo un personaje mucho más maravilloso que vino a redimirnos para conseguirnos el perdón de Dios.
Su muerte fue nuestro rescate.
Como Jesús es Dios, Pablo nos advierte:
“Si por el delito de uno murieron todos, con mayor razón la gracia de Dios y el don otorgado en virtud de un hombre, Jesucristo, se ha desbordado sobre todos”.
(Te invito a completar esta importante lección leyendo Rm 5,12-21).

  • Salmo responsorial
El salmo (68) recoge las angustias que sufrieron los profetas. Especialmente podemos aplicar este salmo a Jesús durante la pasión:
“Soy un extraño para mis hermanos, un extranjero para los hijos de mi madre; porque me devora el celo de tu templo y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí”.

  • Evangelio
San Mateo, en su famoso capítulo diez, el capítulo misionero, habla de las persecuciones que soportarán los suyos.
Los perseguirán como persiguieron a los profetas y al mismo Jesús.
Pero Jesús, en un párrafo hermoso, nos pide que a pesar de todo “no les tengáis miedo”... porque a la hora de la verdad “los que matan el cuerpo no pueden matar el alma”.
El Padre Dios es el dueño de todo. Por eso Jesús nos pide que confiemos en Él, cuya providencia cuida de los gorriones, ninguno de los cuales cae al suelo “sin que lo disponga vuestro Padre”.
Y este Padre Dios cuida a sus hijos con mucho más cariño que a los pajaritos, hasta el punto que “tenéis los cabellos de la cabeza contados” por Él.
Al final Jesús vuelve a insistir:
“No tengáis miedo”.
Buena lección para tenerla en cuenta en tantos ambientes difíciles de hoy.
Después de esto y de cuanto nos ha dicho Pablo ¿quién no confiará plenamente en Jesús que ha hecho tanto por nosotros?
De todas formas ahí quedan las últimas palabras del Evangelio de hoy:
“Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”.
Gracias, Jesús, porque te entregaste por mí.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

17 de junio de 2017

SOLEMNIDAD DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

 XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO , CICLO A

La fiesta de hoy nos recuerda a todos, el olor a incienso, las flores, el palio que llevan hombres serios, y el sacerdote reverente con los ojos clavados en la hostia que lleva metida en la custodia, que parece un sol con sus rayos de oro.
Es la gran fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
La Iglesia en estos días que siguen a la Pascua, nos va entresacando los misterios más bellos que hemos vivido durante ella. Quiere que los adoremos y agradezcamos. Algunos de ellos son: la Santa Trinidad que nos ha dado todo, Cristo sumo y eterno Sacerdote, el Sagrado Corazón de Jesús y el Cuerpo y Sangre de Cristo que celebramos hoy:
Bajo las especies de pan y vino, granos molidos y uvas exprimidas, está Jesús después de la consagración. Así de simple:
Está Jesús con su Cuerpo glorioso, su Alma bendita y su Divinidad de Hijo de Dios:
¡Es nuestra fe!
*       El prefacio
Nos recuerda cómo el Señor, “al instituir el sacrifico de la eterna alianza, se ofreció a sí mismo como víctima de salvación”.
En el Antiguo Testamento hubo una alianza de Dios con Moisés. Se selló con sangre de animales y hubo una ley, el Decálogo, que todos conocemos.
Esta fue la primera alianza.
Ahora hay un sacerdote nuevo, una ley nueva (“mi mandamiento”)  y una víctima nueva que ya no es sangre de animales sino la Sangre santísima de Jesús, ofrecida en la cruz de una vez para siempre.
Con su sangre comienza una alianza nueva entre Dios y los hombres.
Es la alianza profetizada varias veces en el Antiguo Testamento. Una “alianza nueva y eterna”.
Para que se perpetuara, Jesús Sumo y Eterno Sacerdote pidió que los apóstoles y sus sucesores ofrecieran la misma víctima muchas veces:
“Hagan esto en memoria mía”.
Con ese sacrifico la Carne de Cristo se convierte en verdadera comida y su Sangre es la bebida que nos santifica. Su Cuerpo y su Sangre son la prenda segura de nuestra salvación.
Nos salvamos si comemos la Eucaristía:
“El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”.
*       La primera lectura
Hace alusión al maná que Dios regaló a los Padres en el desierto.
Y si bien algunos a veces se sintieron “hastiados por aquel pan sin cuerpo”, la Tradición nos enseña que el maná sabía a cada uno según aquello que deseaba comer.
Cuando hacemos la bendición del Santísimo Sacramento recordamos el don del maná al decir:
“Les diste pan del cielo que contiene en sí todo deleite”.
*       San Pablo
El apóstol recuerda a los Corintios que en la Santa Misa “el cáliz de bendición que bendecimos es la comunión con la Sangre de Cristo y el pan que partimos es comunión con el Cuerpo de Cristo”.
Según Pablo el fruto de la comunión que compartimos los cristianos tiene que ser la unidad y así, “aunque somos muchos formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan”.
*       Evangelio
El Evangelio nos lleva una vez más a la sinagoga de Cafarnaúm.
Allí Jesús hace la gran promesa que escandaliza a los fariseos y que, medio a ciegas, aceptan  los apóstoles.
Los primeros dicen “dura es esta doctrina”.
Y los segundos, con Pedro, dicen: “Tú tienes palabras de vida eterna”.
Meditemos nosotros la valiente promesa de Jesús (valiente porque le costó la vida):
“Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su Sangre, no tendréis vida en vosotros”.
Muchos cristianos no comulgan y la Iglesia ha tenido que ponernos una obligación: comulgar al menos una vez al año “por Pascua florida”.
¿Cómo es posible esto?
¿Hemos perdido la fe en el gran regalo de Jesús, la Eucaristía?
Amigos, comulguemos siempre que podamos y sigamos también las santas tradiciones de la Iglesia, como son: las procesiones del Santísimo Sacramento, la visita y adoración a Jesús Eucaristía.
Jesús en la Eucaristía es la luz que ilumina nuestro camino hacia el corazón de Dios.

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo

10 de junio de 2017

NUESTRA FE EN LA TRINIDAD SANTA


Reflexión homilética sobre la Santísima Trinidad
Hoy es un día muy especial para la liturgia, es decir para la Iglesia y para nuestra vida personal.
La Iglesia nos habla de este misterio en el domingo siguiente a Pentecostés, pero todo el año y siempre nos está invitando a hacer cada una de nuestras obras en honor de la Santísima Trinidad. Por otra parte, en todas las oraciones que hace la Iglesia invoca a nuestro Dios uno y trino.
Qué santa sería una persona que cuando hace cualquiera de las cosas, aún más sencillas de la vida, repite con atención y amor:
Esto lo hago en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
De todas formas vamos a las lecturas del ciclo A donde encontraremos grandes enseñanzas para meditarlas y amarlas.
*       La primera lectura
Nos presenta la definición que Dios da de sí mismo a Moisés:
“Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad”.
Te invito a que de esta lectura del Éxodo saques una conclusión muy importante para tu vida y para conocer el corazón humano que busca a Dios inconscientemente: es el hambre de Dios.
Moisés no se contenta con la visión mística que le ha regalado Dios, sino que le pide con todas sus fuerzas y en una actitud muy humilde, echado por tierra:
“Que mi Señor vaya con nosotros”.
A pesar de las infidelidades Moisés seguirá exigiendo a Dios que lo acompañe siempre y no solo a él sino al pueblo que Dios se ha escogido.
*       Un saludo especial
En la Santa Misa, con frecuencia oyes este saludo inicial, después de haber invocado a la Santísima Trinidad:
“La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo, esté siempre con todos vosotros”.
¿Sabes de dónde viene este saludo especial?
De la carta de San Pablo a los corintios que leemos hoy.
En este saludo se pide la bendición del Dios uno y trino para toda la asamblea que participa en la Eucaristía.
Ahí tienes nombrada, de una manera concreta, a las tres Divinas Personas.
Después de meditar este saludo, te invito a reflexionar en las primeras palabras del parrafito de hoy. Son muy importantes:
- Es una invitación a la alegría, cosa que frecuentemente nos repite San Pablo.
- Viene después la invitación a la conversión.
- También pide que nos animemos unos a otros, porque muchas veces en la vida necesitamos unas palabras de aliento.
- Finalmente, el apóstol nos pide que vivamos en paz teniendo unos sentimientos comunes entre todos, como nos dirá San Lucas que los tenía la primera comunidad cristiana:
“Tenían un solo corazón y una sola alma”.
*       Verso aleluyático
Es una invitación a la alabanza.
La liturgia continuamente nos pide a glorificar a Dios con estas palabras:
“Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo”.
Lo repetimos al comienzo de las Horas del Oficio Divino y al final de cada uno de los salmos.
Y es que lo más grande que puede hacer una criatura es glorificar a su Señor.
*       Evangelio
En cuanto al Evangelio, hoy nos encontramos con las palabras tan conocidas de Jn 3,16.
Si profundizas las primeras palabras, te das cuenta de que al hablar del “amor” habla del Espíritu Santo; al hablar de Dios habla del Padre y al hablar del Hijo unigénito se refiere a la segunda Persona de la Santísima Trinidad.
La obra de amor de la Santísima Trinidad ha sido, pues, entregarnos al Verbo, encarnándolo, para que podamos tener vida eterna.
En este párrafo del Evangelio encontramos también una respuesta muy clara para quienes preguntan por qué, si Dios es bueno, condena a los pecadores. Medita le respuesta:
“El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”.
Está claro que cada uno se prepara la salvación o la condenación, según que acepte o rechace libremente al Verbo encarnado, Jesucristo.
*       Prefacio
Finalmente, en el Prefacio encontrarás, de una manera clara, lo fundamental que la Iglesia nos pide creer con respecto a nuestro Dios que es Trinidad:
 “Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor;  no una sola Persona sino tres Personas en una sola naturaleza”.
Esto lo creemos solo porque Dios nos lo ha revelado, como un signo de su bondad. Por eso, “al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna Divinidad adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad”.
En este hermoso día te invito a que, en un momento libre, te encierres dentro de ti mismo y medites este gran misterio que llevas dentro de ti desde el día del bautismo:
¡Dios vive en mi corazón!

José Ignacio Alemany Grau, obispo

2 de junio de 2017

EL ESPÍRITU SANTO


Da la impresión de que los poderes del mundo están acabando con la Iglesia. Quizá piensan que con unos cuantos mártires más, como lo han hecho sus predecesores, desaparecerá del mundo la Iglesia de Jesucristo.
Por eso resulta interesante que la Iglesia, precisamente en medio de esta situación, nos ha escrito a todos un mensaje optimista que empieza así:
“La Iglesia rejuvenece por el poder del Evangelio, y el Espíritu continuamente la renueva, edificándola y guiándola con diversos dones jerárquicos y carismáticos”.
La obra de Dios es más fuerte que la de los hombres y pueden estar seguros de que en un futuro próximo todos los que han botado a Dios de la sociedad y se han burlado de sus mandamientos… no tendrán poder.
El Espíritu Santo sigue preparando a la Iglesia de Jesús.
¡Él es más fuerte que el maligno! Su obra es continua.
Cada nuevo cristiano recibe en el bautismo la gracia divina que lo hace hijo de Dios, hermano de Jesucristo y heredero del cielo. Al mismo tiempo recibe cuanto necesita para el crecimiento de su vida sobrenatural: virtudes teologales, virtudes cardinales, dones, etc.
Todo esto lo hace el Espíritu Santo. Por eso repetimos gozosamente:
En medio de esta sociedad, la Iglesia rejuvenece por obra del Espíritu Santo.
Vayamos ahora a las lecturas.
*       El prefacio
Nos enseña que el Padre “para llevar a plenitud el misterio pascual (envío) hoy el Espíritu Santo sobre los que habías adoptado como hijos por su participación en Cristo. Aquel mismo Espíritu que, desde el comienzo, fue el alma de la Iglesia naciente; el Espíritu que infundió el conocimiento de Dios a todos los pueblos; el Espíritu que congregó en la confesión de una misma fe a los que el pecado había dividido en diversidad de lenguas”.
Solamente con estas palabras ya tendríamos para una meditación. Maravillosa obra la del Padre por medio de su Espíritu.
*       Los Hechos de los apóstoles
Sin duda hemos leído muchas veces lo que cuenta este libro sobre el día de Pentecostés. Leámoslo de nuevo pero tengamos en cuenta que no son tan importantes los signos externos, que eran solo una manera de llamar la atención y reunir la multitud. Fijémonos más bien en la realidad, es decir, que el Espíritu Santo llegó para santificar a la Iglesia de Jesús y la puso en movimiento irresistible a través de los siglos.
*       Salmo responsorial (103)
Nos invita a glorificar al Señor por su grandeza y las obras maravillosas que ha hecho y nos hace ver cómo el aliento de Dios crea las cosas y repuebla la faz de la tierra.
Por eso con la Iglesia repetiremos muchas veces en estos días:
“Envía tu Espíritu Señor”.
*       Carta de San Pablo a los Corintios
Nos habla de cómo toda la actividad de la Iglesia y de cada uno de los que formamos parte de ella, es fruto del impulso del Espíritu Santo y nos recuerda cómo la diversidad de dones y carismas los produce el mismo Espíritu para el bien común, es decir, para santificación del cuerpo de Cristo.
Pablo nos invita también a recordar siempre que el Espíritu Santo, como alma de la Iglesia, es un continuo impulso para vivir la unidad.
*       La secuencia
Se trata de un himno especial para este día en el que la Iglesia resalta la actividad del Espíritu Santo en las almas.
Al mismo tiempo es una ayuda para que recemos y pidamos el Espíritu Santo a quien llama con cariño: Luz, Padre amoroso, Don, Fuente de consuelo, Dulce huésped del alma…
Te invito a que, en un momento de oración en este día, personalices este hermoso poema haciéndolo oración tuya.
*       Verso aleluyático
La Iglesia hoy se hace petición. Quiere la presencia continua del Espíritu Santo de distintas formas. La más común de las cuales es tan simple como ésta: “¡Ven, Espíritu Santo!”
Pídelo tú también al Padre y al Hijo que, según la promesa de Jesús, llenen tu corazón con la luz del Espíritu que te llevará a la plenitud de la verdad.
*       Evangelio
El Evangelio de San Juan nos recuerda el momento de la Pascua en que Jesús, puesto en medio de los apóstoles, después de saludarlos con  la paz, “exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.
Bendigamos a Jesucristo que con el Padre ha querido regalarnos su Espíritu para que, por muchos que sean nuestros pecados, estemos seguros de su misericordia.

José Ignacio Alemany Grau, obispo