31 de marzo de 2017

LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO


Reflexión homilética para el quinto domingo de Cuaresma, ciclo A
Comencemos admirando esta idea del prefacio que se refiere al Evangelio del día, la resurrección de Lázaro:
Jesús, “hombre mortal como nosotros, que lloró a su amigo Lázaro, y Dios y Señor de la vida que lo levantó del sepulcro, hoy extiende su compasión a todos los hombres y por medio de sus sacramentos los restaura a una vida nueva”.
*        Ezequiel
Profetizó la resurrección de los muertos que hará el Espíritu Santo y así reunirá a los difuntos dispersos en su pueblo Israel… “y sabréis que yo el Señor lo digo y lo hago”.
En la tradición de la Iglesia católica siempre se ha entendido esta profecía en el sentido de que  los hombres resucitarán para ser glorificados o condenados, según sus obras.
De esta profecía sale garante el Señor que promete su Espíritu para realizar el milagro.
*        Salmo 129
Oración del alma consciente de sus pecados pero segura de la misericordia de Dios.
El salmista pone su confianza en Dios y anima a Israel a confiar en el mismo Señor.
Amigo, tú y yo tenemos también de qué arrepentirnos. Recemos con fe este salmo en el ambiente cuaresmal porque “del Señor viene la misericordia y la redención copiosa”.
*        Pablo
El apóstol nos advierte que los que están sujetos al pecado no tienen el Espíritu de Cristo y no pertenecen a Cristo ni pueden agradar a Dios. En cambio advierte a los romanos que ellos no están sujetos a la carne sino “al Espíritu que habita en vosotros”.
De ahí procede la certeza de que resucitarán para siempre, porque el Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos está dentro de ellos.
Este es precisamente el mensaje que nos da hoy la liturgia: el Espíritu Santo que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también nuestros cuerpos mortales porque habita en nosotros.
Qué hermoso recordar que somos templos del Espíritu Santo:
¡Dios habita en mí!
*        Aclamación
El versículo de aclamación nos pide un gran acto de fe en Cristo que afirmó en la casa de las hermanas de Lázaro:
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí no morirá para siempre”.
Hermanos, repitamos juntos con santa Marta:
“Sí, Señor, yo creo que tú eres el Hijo de Dios”. Tú eres la resurrección y la vida.
*        El Evangelio
Como los dos hermosos párrafos de los domingos anteriores, hoy tenemos un largo párrafo que meditar. Te invito a que lo hagas tú personalmente. Quizá te puedan ayudar estos pensamientos:
*Jesús está lejos huyendo de los judíos, porque aún no había llegado su hora.
Las hermanas de Lázaro le envían un mensaje que nos ayuda mucho para nuestra oración personal, sobre todo cuando se trate de pedir. Ellas tenían muchos motivos para exigir la presencia de Jesús en su casa y sin embargo dicen únicamente:
“Señor, el que tú amas está enfermo”.
Aprendamos a pedir con mucha confianza y sencillez.
*Jesús deja pasar el tiempo para realizar un milagro muy especial por aquella familia tan querida y al fin decide visitarlos.
Los apóstoles temían por la vida de Jesús, ya que los fariseos habían decidido matarlo.
Tomás en aquel momento se hace el valiente:
“Vamos también nosotros y muramos con Él”.
Lástima que a la hora de la verdad no lo cumplió.
¡Cuántas veces nos pasa a nosotros lo mismo!
*Bellísimo el acto de confianza de las dos hermanas que, como si se hubieran puesto de acuerdo, le dijeron a Jeús por separado:
“Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”.
*Examina de manera especial el gran acto de fe de Marta:
“Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir al mundo”.
*Es impresionante el versículo más breve de toda la Biblia: “Jesús se echó a llorar”. “Dominus flevit” es la capilla de Jerusalén que recuerda este momento. Jesucristo llorando por la muerte de su amigo Lázaro y el dolor de las hermanas.
*Jesucristo resucitó al tercer día, es decir, antes que empezara la corrupción, según la concepción de entonces. Por eso Marta advierte al Señor que ya es el cuarto día, es decir ya está en corrupción.
Jesús, sin embargo, manda al difunto: “¡Lázaro, sal fuera!” y el muerto salió resucitado.
Que la esperanza nos ayude a confiar en esta verdad de fe:
Jesucristo un día llamará nuestros cuerpos mortales a la vida, pero no a una vida temporal, como la de Lázaro, sino a la vida eterna.
Amigos, meditemos gozosos una vez más las palabras de Jesús:
“Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí aunque haya muerto vivirá”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

25 de marzo de 2017

EL CIEGO QUE VIO LA LUZ

Reflexión homilética para el cuarto domingo de Cuaresma, ciclo A
Avanza la cuaresma y hoy el Evangelio nos presenta a Jesucristo como la luz que alumbra este mundo con su dominio sobre la naturaleza y sobre todo con la luz de su divinidad.
*       Samuel
El profeta Samuel, a pedido de Dios, va a la casa de Jesé, en Belén, para ungir al futuro rey de Israel.
Cuando el profeta piensa que Dios quiere que unja al primero de los hijos, oye la voz del Señor que le ordenaba:
“No te fijes en la apariencia ni en la buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres que ven la apariencia. Él ve el corazón”.
Así pasaron los distintos hijos y quedaba David, el más pequeño, pero no el de menos valores, “era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo”.
Samuel lo mandó traer y lo ungió. En aquel momento el Espíritu del Señor invadió a David.
*       Salmo responsorial (22)
“El Señor es mi pastor”. Este salmo lo conocemos muy bien y hoy nos puede recordar tanto a Jesús el Buen Pastor, como a David, tan querido en el Antiguo Testamento y que también un día fue el pastorcito de Belén.
*       San Pablo
Nos enseña cómo Jesucristo nos pasó de las tinieblas en que vivíamos, a ser luz en el Señor,  buscando siempre lo que agrada a Dios.
Quiere que actuemos según la luz de la bondad, de la justicia y de la verdad que son precisamente fruto y características de la luz.
Termina el santo invitándonos a caminar con valentía en este nuevo camino del reino de Dios que Él ha predicado:
“Despierta tú que duermes, levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz”.
*       Aclamación
Como no hay aleluya hoy tenemos la “aclamación” que nos recuerda estas palabras de Jesús: “Yo soy la luz del mundo”.
Esto confirma lo que decía San Pablo, que en Jesucristo encontramos la luz verdadera que precisamente será la que ilumine los ojos del ciego de nacimiento, de que hablaremos más adelante.
*       Evangelio
El Evangelio de hoy es también muy especial. Pertenece a los tres Evangelios largos y bellísimos que correspondían a las lecturas cuaresmales anteriores a la renovación del Misal del año 1970.
Hoy hablamos del ciego de nacimiento.
Se trata de un joven excepcional que defiende a Jesucristo valientemente ante los fariseos, llegando a jugárselo todo por Él.
Lee y medita este bello capítulo 9 de San Juan. Yo te acompaño con unas breves aplicaciones:
*Cuando los discípulos preguntan a Jesús si el joven está ciego por culpa de sus pecados o por los pecados de sus padres, Jesús advierte que es un caso especial en el que va a brillar la gloria de Dios, indicando así que nosotros no tenemos derecho a juzgar a nadie.
*Jesús hace un signo un tanto extraño para sanar al ciego de nacimiento. Toma un poco de saliva y polvo de la tierra. Con este poquito de barro unta los ojos del joven y lo manda a lavarse en la piscina de Siloé.
Estos signos que hace Jesús de una u otra forma llegan a su culmen en los sacramentos que se realizan mediante signos especiales.
Cosa muy distinta es ver cómo algunos (incluso que se dicen católicos) hacen ciertos signos (cosas extrañas) como las famosas cadenas que ahora aparecen también por las redes sociales, los ángeles que dicen que se aparecen y operan, el agua de rosas que sana, etc.
*Llama la atención la sagacidad de los padres del ciego que no quieren comprometerse y terminan diciendo: “pregúntenselo a él que ya tiene edad para responder”.
*Vemos la maldad de los fariseos que pretenden que el joven reniegue de Jesús y lo citan muchas veces hasta aburrirlo.
El joven valientemente llega a culpar de envidia a los fariseos y les dice con ironía que si preguntan tanto será porque quieren ser discípulos de Jesús.
*También llama la atención la bondad de Jesucristo que, cuando excomulgan al joven sale a buscarlo y le revela su divinidad:
“¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en Él?
Jesús le dijo: lo estás viendo. El que te está hablando, ése es.
Él dijo: creo, Señor. Y se postró ante Él”.
*Finalmente, Jesús nos hace reflexionar aclarando que no es lo mismo ser ciego por ignorancia que ser ciego por maldad, como era el caso de los fariseos.
Así Jesús devolvió la luz de los ojos e iluminó con la luz de la fe a este joven valiente que es para nosotros un ejemplo de cómo debemos vivir en la luz y defender siempre a Jesucristo.

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo

18 de marzo de 2017

SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS

 Reflexión homilética para el tercer domingo de Cuaresma, ciclo A


Este domingo nos trae un recuerdo de la ternura de Dios bajo la bellísima comparación del agua viva. Oiremos a Jesús diciéndole a la samaritana: “Si conocieras el don de Dios”.
Para nosotros el don de Dios es Cristo, y el Espíritu Santo el que llena nuestros corazones del agua viva que salta hasta la vida eterna.
  •         El agua de la roca
El pueblo hebreo sediento murmura contra Moisés. Le faltaba algo fundamental para la vida:
Están en el desierto y no hay agua.
El pueblo desesperado grita pidiendo agua. La situación se torna muy grave.
Moisés acude a Dios diciendo: “¿Qué puedo hacer con este pueblo? Poco falta para que me apedreen”.
Dios le dice que tome su bastón milagroso, el que utilizó en Egipto y abrió las aguas del mar Rojo,  y golpee con él la roca ante los ancianos de Israel.
Este debió ser un momento difícil para Moisés. Temió, dudó, y en lugar de una, golpeó dos veces a la roca.
La duda de Moisés le resultó cara ya que no pudo llevar a su pueblo hasta la tierra prometida. Por otra parte, este lugar quedó como un lugar de castigo donde el pueblo tentó a Dios.
La grave tentación consistió en dudar del Señor diciendo: “¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?”
  •   Salmo responsorial 94
Es un salmo que se refiere precisamente a este momento en que el pueblo oyó a Dios: “me pusieron a prueba y me tentaron aunque habían visto mis obras”.
Recordemos que Jesús dijo: “no tentarás al Señor tu Dios”.
Tentar a Dios es un pecado grave de desconfianza.
  •  San Pablo
El apóstol nos habla de la justificación por la fe que nos pone en paz con Dios. También nos habla de la esperanza que no defrauda y, finalmente, del amor, diciendo:
“Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
Advierte San Pablo que la prueba más grande del amor que Dios nos ha tenido es que “cuando nosotros todavía estábamos sin fuerza, Cristo murió por los impíos”.
Meditemos bien estas palabras tan profundas: “la prueba más grande de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”.
  •   El Evangelio de la samaritana
En este ambiente del agua como don de Dios, y del Espíritu en ella simbolizado, tenemos el bellísimo capítulo 4 de San Juan.
Meditaremos unos puntos concretos que nos ayuden a vivir más profundamente la escena:
*Jesús muy humano (estaba cansado) revela su divinidad (“Yo soy”) y convierte a una mujer y a su pueblo, Sicar.
*Cansado del camino, era la hora sexta, es decir el medio día, había caminado y hacía calor…
Jesús inició la conversación.
Un rabino nunca habla en público con una mujer, y menos samaritana, pero Jesús es el que empieza la conversación diciéndole: “dame de beber”.
En el prefacio de hoy leeremos:
El Señor “al pedir agua a la samaritana ya había infundido en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de esa mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino”.
*Admiramos a Dios pidiendo a una criatura agua, cuando Él mismo es la fuente de toda agua viva.
*Piensa que el agua viva del Espíritu Santo es la que tú recibiste en el bautismo, en la Eucaristía, en la Palabra de Dios…
*Jesús y la mujer hablan dos lenguajes distintos: ella habla del agua que la trae cada día al pozo y Jesús habla del agua viva que se convierte en un surtidor, la del Espíritu Santo.
*Interesante también es la discusión sobre dónde adorar.
Jesús advierte que en adelante los “verdaderos adoradores adorarán en Espíritu y en verdad”. Pero de todas maneras aclara que hasta ahora la adoración que pidió el Señor se debió hacer no en el  Garizim, sino en el templo de Jerusalén, porque de allí viene la verdad.
*Cuando la mujer habla del Mesías que va a venir pronto, Jesús le revela su divinidad: “Yo soy, el que habla contigo”:
De esta manera Jesús ha llevado a la mujer desde el agua del pozo hasta la riqueza del agua en el Reino. Y ella deja el cántaro, como quien deja todo lo que tiene, pues se ha convertido totalmente y siente la necesidad de irse a evangelizar a los suyos.
*Su testimonio humilde “me ha dicho todo lo que he hecho… ¿será Él el Mesías?”, llevó a los hombres de su pueblo hasta Jesús.
El fruto de todo este episodio es la conversión de los samaritanos de Sicar que le decían a la mujer “ya no creemos por lo que tú dices. Nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo”.
Amigos, estamos en tiempo de falta de agua, aunque ha llovido mucho.
Esto sucede con frecuencia: mucha agua en la tierra pero nos falta el torrente de agua viva, el Espíritu Santo.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

8 de marzo de 2017

JESÚS SE TRANSFIGURÓ EN LUZ


Reflexión homilética para el segundo domingo de Cuaresma, ciclo A
Este domingo la liturgia centra nuestra reflexión en el Evangelio de la transfiguración.
Antes de hablar de este episodio comentemos algo sobre las otras lecturas.
*       Abraham
Casi como definición podemos decir que Abraham es el hombre que se fió de Dios. En  Abraham debemos descubrir un gran regalo de Dios para todos los tiempos.
Este hombre, antiguo y lejano de nosotros, un buen día fue llamado por Dios a desarraigarse de su tierra y de su parentela.
Dios le promete hacerlo una bendición pero no solamente para él y los suyos, sino que además, en Abraham “se bendecirán todas las familias del mundo”. Por esto, con razón, lo llamamos también nuestro “Padre en la fe”.
La obediencia de Abraham es un ejemplo para todos.
Salió sin saber a dónde iba. Simplemente Dios le dijo “sal de tu tierra y de la casa de tu padre hacia la tierra que yo te mostraré”.
Y así salió sin saber cuándo ni cómo sería realidad ese “te mostraré”.
*       Salmo responsorial
Este salmo (32) nos enseña cómo la Palabra de Dios es sincera y nunca engaña.
Si buscamos la verdad la encontraremos en la Biblia. El salmo, bien meditado, nos explica los  motivos de la relación de Abraham con Dios.
*       San Pablo
Dios nos llama también a nosotros a tomar parte en los duros trabajos del Evangelio. No porque Él necesite de nosotros, no porque lo merezcamos: “Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia por medio de Jesucristo”.
Todo es regalo y todo lo debemos a Jesucristo que destruyó la muerte y nos ha abierto a todos “la luz de la vida inmortal por medio del Evangelio”.
*       Versículo
En él leemos las palabras del Padre que escucharemos en el Evangelio de la transfiguración.
Fijémonos en este detalle: dice “en el esplendor de la nube se oyó la voz del Padre”.
Te invito a releer el versículo, después de pensar que esa nube representa al Espíritu Santo. Tenemos en esta pequeña frase la presencia clara de la Santísima Trinidad: el Padre que habla, el Hijo de quien habla y el Espíritu que resplandece en la nube y que recoge la escena.
*       Evangelio
San Mateo nos cuenta hoy la transfiguración del Señor. Se trata de una prueba que quiere dar Jesucristo a sus tres predilectos para que, cuando lo vean sudar sangre en el huerto, recuerden que Él, verdadero hombre, carga la divinidad, es decir, para que sepan pasar del dolor de Cristo triturado, a la gloria de su resurrección.
Por su parte San Lucas nos dice: “una vez que Jesús estaba orando…” se realizó la transfiguración. Por eso el Papa Benedicto nos decía que la transfiguración fue un fenómeno de oración. Además el Papa añade que el monte es buen lugar para orar porque “el monte es como un lugar de la máxima cercanía con Dios”.
Los siete montes a los que Jesús subió fueron: el de la tentación, el de la gran predicación, el de la oración, el de la transfiguración, el de la angustia, el de la cruz y el de la ascensión.
Mientras oraba Jesús se transfiguró su cuerpo. La luz le venía de dentro de su divinidad.
En cambio cuando Moisés bajó del Sinaí con su rostro radiante, la luz le venía de fuera, de Dios con quien se había comunicado.
Para nosotros la transfiguración de Jesús es una invitación para separarnos de las cosas y de la gente y dedicar tiempo nuestro a Dios.
Por otra parte alimenta nuestra esperanza en que la resurrección de Cristo es la promesa de la transfiguración del cuerpo y del alma para cada uno de nosotros.
Volvamos al relato de Mateo.
A mi modo de ver, lo que debió quedar más grabado en el corazón de los apóstoles fue oír la voz del Padre de quien tanto les hablaba Jesús y a quien Él tanto quería.
Precisamente las palabras del Padre demuestran ese amor de predilección por su Hijo.
Meditemos bien:
“Este es mi Hijo (no uno de mis hijos) el Amado, mi Predilecto”.
Y de una manera especial se les grabó el mensaje tan importante para todos: “¡escúchenlo!”
Con estas palabras entendemos, primero, cómo ama Dios Padre a su Hijo y cuánto le debió costar enviárnoslo, para que nos comunicara cuánto sufrimiento exigía nuestra redención.
Por otra parte nos aclara cuál es su voluntad para que podamos gozar del plan misericordioso de Dios: escuchar a Jesús.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

3 de marzo de 2017

LLEGÓ LA CUARESMA

Reflexión homilética para el primer domingo de Cuaresma, ciclo A
Hoy es el inicio de la cuaresma propiamente hablando.
Es el primer domingo y durante la semana se dirá: primer lunes, primer martes, primer miércoles… de cuaresma (fíjense: el primer miércoles de cuaresma es ocho días después de la ceniza).
¿Qué nos enseña la liturgia en este domingo?
1.             El Génesis
Después de releer una vez más el pecado de nuestros padres, Adán y Eva, nos queda una pregunta: ¿Por qué los primeros padres, con su pecado, nos llevaron a todos al destierro y a la condenación?
*Eva y, sobre todo Adán, pecaron como cabezas y responsables de la humanidad y nosotros heredamos el pecado original y la inclinación al mal.
Si los padres están en el destierro los hijos nacen allí aunque no tengan culpa.
El pecado de orgullo lo llevamos bien metido en el alma. Y no se debe al hecho de comer o no una fruta prohibida, sino al orgullo de querer ser como Dios.
Pues ese fue el pecado de los primeros padres: “serán como Dios”. Así les dijo la serpiente y así cayeron.
Ese es el pecado de nuestra sociedad que pretende marginar al Creador y poner al hombre como el único dios.
De todas formas la bondad de Dios aparece en todo momento, tanto antes del pecado como después, sobre todo al anunciarles el protoevangelio (primer anuncio de la redención).
2.             San Pablo a los romanos
Su lectura es clara y nos explica el misterio del pecado y de la redención:
Por un solo hombre, Adán, responsable de la humanidad, entró el pecado en el mundo y a todos nos quedó como herencia el pecado y la muerte.
Por otro hombre, Jesucristo (que al mismo tiempo era Dios), entró en el mundo el perdón del pecado y la gracia:
“Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno, todos se convierten en justos”.
¿Por qué muchos se fijan más en el pecado de Adán que en la victoria de Cristo?
Es hora de agradecer y de recordar siempre que “donde abundó el pecado sobreabundó la gracia”. Y esto se lo debemos a Jesucristo.
3.            Evangelio de San Mateo
Hoy nos presenta San Mateo las tentaciones de Jesús en el desierto.
Te invito a releerlas para aprovechar la gran lección de Jesucristo.
Ahora profundizaremos en algunos puntos:
*¿Por qué cuarenta días y cuarenta noches?
En la Biblia el número cuarenta es simbólico, no exactamente cronológico:
Cuarenta días del diluvio, cuarenta días estuvo Moisés en el Sinaí para recibir la ley del Señor, cuarenta años caminó el pueblo de Dios por el desierto, Elías caminó cuarenta días hasta el monte de Dios Horeb,  etc.
Ahora leemos que Jesús ayunó cuarenta días y cuarenta noches: un tiempo muy especial.
*El ayuno
“Es un medio de preparación espiritual, disciplina y penitencia que se practica sobre todo en tiempo de cuaresma”.
Los católicos estamos obligados al ayuno el miércoles de ceniza, el viernes santo y una hora antes de recibir la comunión.
A parte hay grupos y personas particulares que ayunan según su devoción.
El ayuno obliga desde los 18 hasta los 60 años.
Completando, diremos que la abstinencia que consiste en no comer carne ni caldo de carne, obliga los viernes y días de ayuno, a partir de los 14 años.
Recordemos que según hablaba Jesús sobre el ayuno, lo importante es que purifique nuestra alma y nuestro cuerpo al mismo tiempo.
*Hablemos de la tentación
La tentación en sí misma nunca es pecado.
En el padrenuestro no nos enseñó Jesús a pedir que el Padre nos quite las tentaciones sino que no nos deje caer en ellas.
Las tentaciones vencidas producen algo muy positivo: crecer en la fe y santidad.
Otra pregunta:
Si Jesús no podía pecar, ¿por qué fue tentado?
Posiblemente el diablo lo tentó, como hace siempre con las personas que son buenas.
Pero en el plan de Jesús aparece claro que quería dejarnos la lección de cómo hay que permanecer fuertes en la tentación y cómo vencerla. Es decir, orando, y no como Adán y Eva que en la tentación dialogaron con el diablo y cayeron.
También enseña Jesús que si la tentación viene con palabras de la Biblia mal interpretadas, debemos conocer bien la Palabra de Dios para responder con palabras bíblicas y no con las nuestras.
Te invito a buscar en la lectura del Evangelio de hoy los tres textos bíblicos bien precisos con los que Jesús respondió a la tentación del diablo.
Y ahora, amigos, entremos con ilusión en la penitencia  cuaresmal para llegar felices a la Pascua de Jesús.

José Ignacio Alemany Grau, obispo