22 de octubre de 2016

Dos maneras de orar

Reflexión homilética para el XXX domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
Las palabras: “Dios no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repiten su queja”, nos recuerdan que el tema central de este domingo es continuación del tema de la oración que tratamos el domingo anterior.
*        El Eclesiástico
"El Señor es un Dios justo e imparcial”.
Hermoso párrafo que nos aclara que Dios nos oye a todos: pobres, oprimidos, huérfanos y viudas.
Tres veces se repite la palabra grito, indicando la angustia de los que piden. Se resalta de manera especial “los gritos del pobre que atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan”.
Será bueno que aprendamos esta bondad y justicia de Dios en nuestra vida.
*        Salmo 33
Este salmo es como la historia de Israel que siempre ha confiado en el Señor y por eso constantemente acude a Él.
Dios es valiente y fiel con su pueblo.
En él leemos también: “Cuando uno grita al Señor Él lo escucha y lo libra de sus angustias”.
¿Será que el Señor quiere una oración de gritos?
Sabemos que no, porque Jesús nos decía que en la oración, no imitemos a los paganos que creen que a base de repetir van a conseguir lo que quieren.
Lo que sí quiere el Señor es una oración sincera. Por eso seguimos leyendo:
“El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos…”.  El salmista continúa: “bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes escuchen y se alegren”.
*        Pablo al final de su carrera
La carta a Timoteo tiene dos partes: en los dos primeros versículos (6 y 8) Pablo cree que se aproxima el final de su vida y reconoce con humildad que “he combatido bien mi combate y he corrido hasta la meta y he mantenido mi fe”.
Pidamos a Dios que también nosotros podamos vivir la fidelidad y valentía de Pablo hasta el final, para recibir la corona de gloria que el apóstol espera para sí y también para quienes vivamos en el amor a la segunda venida de Jesús.
En los tres últimos versículos (16-18) Pablo lamenta que nadie le haya apoyado en el primer juicio que tuvo que soportar. Además lamenta que muchos fueron infieles también al Evangelio. Después de una frase de perdón (“Dios no se lo tenga en cuenta”) añade que lo  importante es que Dios estuvo siempre a su lado y siguió evangelizando.
Termina confiando en que Dios lo mantendrá firme hasta su muerte.
*        Verso aleluyático
Nos recuerda una enseñanza de Pablo:
Dios vino en Cristo para reconciliar a los hombres con Él. Ahora esa misión de reconciliar la humanidad con el Creador ha pasado a nosotros y debemos ser fieles.
*        Dos maneras de orar
El Evangelio nos enseña dos maneras de orar para que podamos hacerlo de una forma agradable a Dios.
El primero es un fariseo creído que, erguido y bien plantado en la mitad del templo, hace una oración de alabanza, que empieza bien, diciendo: “te doy gracias, oh Dios…”
Pero enseguida continúa en la autoalabanza y exaltación de sí mismo:
“Porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo…”
El publicano, en cambio, adopta una actitud muy humilde, que Jesús describe así:
“Se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho”. Su oración simple, sencilla y de profunda humildad era ésta: “oh Dios, ten compasión de este pecador”.
¿Cuál de las dos oraciones se parece más a la que tú sueles hacer?
Piénsalo porque el resultado no fue el mismo:
“Os digo que éste (el publicano) se fue a su casa justificado. El otro no”.
La lección final es para que la meditemos:
“Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Una vez más el Reino es para los sencillos, ¿cómo tú?
José Ignacio Alemany Grau, obispo