28 de octubre de 2016

EL ENANO SE TREPÓ A LA HIGUERA

Reflexión homilética para el XXXI domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
En este domingo la liturgia nos recuerda una vez más la grandeza de Dios que ha creado todo y todo lo ama con providencia y misericordia.
*       Dios es dueño de todo
El mundo entero ante su Creador viene a ser “como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra”.
Pero aunque el Señor sea tan grande es amor y cercanía.
Prosigue el libro de la Sabiduría:
“Pero te compadeces de todos… y cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan”.
Te invito a seguir el párrafo de hoy. Fíjate de manera especial cómo Dios es amor:
“Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste, pues si odiaras algo no lo habrías creado”.
Este Dios grande y bueno “corrige poco a poco a los que caen… para que se conviertan”.
Quedémonos con esta frase hermosa: “el Señor es amigo de la vida”, frente a esta cultura de muerte que enfrentamos.
*       Dios es cariñoso
El salmo 144 es un himno de alabanza a Dios porque su providencia cuida de la humanidad. Cada versículo de este salmo, en la Biblia, tiene la particularidad de ir precedido por una letra hebrea.
En él se nos muestran motivos más que suficientes para adorar, alabar, bendecir y agradecer a Dios porque “es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad”.
Nos da también otros motivos para alabarlo: “Dios es cariñoso con todas sus criaturas”…, “es rey glorioso”…,  “es fiel a sus palabras”..., “es bondadoso en todas sus acciones”…, “sostiene a los que van a caer”… Por todo esto iremos repitiendo:
“Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi Rey”.
*       Pablo a los Tesalonicenses
El párrafo, aunque breve, trata dos temas totalmente distintos. En el primero Pablo ofrece sus oraciones: “pedimos por ustedes continuamente para que sean fieles a la vocación que Dios les ha dado y para que Jesús sea glorificado en ustedes”.
Cuando rezas por los demás quizá no sabes qué pedir para ellos. Pablo te ofrece muchas enseñanzas en este sentido.
Hoy nos invita a pedir que los nuestros sean fieles a Dios y glorifiquen a Jesucristo.
La segunda parte de la lectura pertenece al capítulo 2 y encontramos un gran consejo cuando surjan agoreros engañando y repitiendo que se acerca el fin del mundo.
Pablo a ese día lo llama “el día del Señor”.
Nos dice: “A propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, os rogamos, hermanos, que no perdáis fácilmente la cabeza… No os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras como si afirmásemos que el día del Señor está cerca”.
Es fácil darse cuenta de que el inventar frases o interpretaciones bíblicas no es ninguna novedad. Precisamente Pablo se queja de que se estaba hablando de cartas que él no había escrito, diciendo que el fin del mundo era inmediato.
Que el demonio está tratando de meter toda la humanidad en el pecado y alejarla de Dios es un hecho, que sucede hoy, como ha sucedido lamentablemente tantas veces en la historia.
Pero que el fin del mundo esté cerca o lejos, “solo lo sabe el Padre”.
*       Salmo aleluyático
Nos recuerda las palabras de Jesús a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan:
“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”.
Ten por cierto que si crees en Cristo te salvarás.
Si la fe es verdadera pasión en tu vida, llegarás a la esperanza y al amor.
El que no acepta a Jesús, él mismo se condena. No hace falta que Jesús lo condene.
*       No importa ser pequeño
Zaqueo nos resulta a todos simpático. El Evangelio de hoy, nos lo presenta como hombre de mucho dinero y poca estatura.
Movido, sin duda, en su corazón por la gracia divina tiene grandes deseos de ver a Jesús.
Como no puede porque la gente no le permite ver al Maestro, se trepa “a una higuera para verlo porque tenía que pasar por allí”.
Cuando se acerca, Jesús levanta los ojos y se invita a comer en casa de Zaqueo. Éste lo recibió feliz en su casa.
Ya nos podemos imaginar a los fariseos protestando porque “ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.
Sin embargo, la obra santificadora de Jesús es instantánea.
“Zaqueo se pone en pie”, para que lo vean, “y dijo al Señor: la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres. Y si de alguno me he aprovechado le restituiré cuatro veces más”.
(Según la ley, cuando uno robaba, la pena máxima era pagar cuatro veces lo robado.)
Zaqueo no emplea esa palabra pero la idea está clara y además ofrece la mitad de sus bienes para los pobres.
¿Puede haber mayor conversión?
Jesús lo confirma diciendo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa”.
Si estás perdido en el pecado, puedes estar seguro de que Dios te está buscando.
Está muy cerca de ti.
Cuántas veces los que nos parecen peores, los últimos, resultan el mejor modelo para todos.
Esa es la verdadera conversión que suscita Jesús en los corazones.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

22 de octubre de 2016

Dos maneras de orar

Reflexión homilética para el XXX domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
Las palabras: “Dios no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repiten su queja”, nos recuerdan que el tema central de este domingo es continuación del tema de la oración que tratamos el domingo anterior.
*        El Eclesiástico
"El Señor es un Dios justo e imparcial”.
Hermoso párrafo que nos aclara que Dios nos oye a todos: pobres, oprimidos, huérfanos y viudas.
Tres veces se repite la palabra grito, indicando la angustia de los que piden. Se resalta de manera especial “los gritos del pobre que atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan”.
Será bueno que aprendamos esta bondad y justicia de Dios en nuestra vida.
*        Salmo 33
Este salmo es como la historia de Israel que siempre ha confiado en el Señor y por eso constantemente acude a Él.
Dios es valiente y fiel con su pueblo.
En él leemos también: “Cuando uno grita al Señor Él lo escucha y lo libra de sus angustias”.
¿Será que el Señor quiere una oración de gritos?
Sabemos que no, porque Jesús nos decía que en la oración, no imitemos a los paganos que creen que a base de repetir van a conseguir lo que quieren.
Lo que sí quiere el Señor es una oración sincera. Por eso seguimos leyendo:
“El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos…”.  El salmista continúa: “bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes escuchen y se alegren”.
*        Pablo al final de su carrera
La carta a Timoteo tiene dos partes: en los dos primeros versículos (6 y 8) Pablo cree que se aproxima el final de su vida y reconoce con humildad que “he combatido bien mi combate y he corrido hasta la meta y he mantenido mi fe”.
Pidamos a Dios que también nosotros podamos vivir la fidelidad y valentía de Pablo hasta el final, para recibir la corona de gloria que el apóstol espera para sí y también para quienes vivamos en el amor a la segunda venida de Jesús.
En los tres últimos versículos (16-18) Pablo lamenta que nadie le haya apoyado en el primer juicio que tuvo que soportar. Además lamenta que muchos fueron infieles también al Evangelio. Después de una frase de perdón (“Dios no se lo tenga en cuenta”) añade que lo  importante es que Dios estuvo siempre a su lado y siguió evangelizando.
Termina confiando en que Dios lo mantendrá firme hasta su muerte.
*        Verso aleluyático
Nos recuerda una enseñanza de Pablo:
Dios vino en Cristo para reconciliar a los hombres con Él. Ahora esa misión de reconciliar la humanidad con el Creador ha pasado a nosotros y debemos ser fieles.
*        Dos maneras de orar
El Evangelio nos enseña dos maneras de orar para que podamos hacerlo de una forma agradable a Dios.
El primero es un fariseo creído que, erguido y bien plantado en la mitad del templo, hace una oración de alabanza, que empieza bien, diciendo: “te doy gracias, oh Dios…”
Pero enseguida continúa en la autoalabanza y exaltación de sí mismo:
“Porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo…”
El publicano, en cambio, adopta una actitud muy humilde, que Jesús describe así:
“Se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; solo se golpeaba el pecho”. Su oración simple, sencilla y de profunda humildad era ésta: “oh Dios, ten compasión de este pecador”.
¿Cuál de las dos oraciones se parece más a la que tú sueles hacer?
Piénsalo porque el resultado no fue el mismo:
“Os digo que éste (el publicano) se fue a su casa justificado. El otro no”.
La lección final es para que la meditemos:
“Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido”.
Una vez más el Reino es para los sencillos, ¿cómo tú?
José Ignacio Alemany Grau, obispo

14 de octubre de 2016

INSISTE COMO LA VIUDA

Reflexión homilética para el XXIX domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
Muchas veces Jesús ha insistido en que debemos rezar siempre y no desfallecer.
La liturgia nos repite con frecuencia alguna de las muchas oportunidades en las que Jesús nos invita a pedir. Suelen decir que oración y caridad son los dos temas en que más insiste Jesús  en el Evangelio.
Hoy vamos a ver cómo la oración debe ser insistente.
*        La oración de intercesión
“Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín. Moisés dijo a Josué” que escogiera unos hombres para atacar al enemigo. Mientras Josué va a la lucha, Moisés sube al monte con Aarón y Jur. 
Moisés reza con los brazos extendidos, intercediendo por su pueblo. Hay un gesto significativo, Moisés extendía sus brazos en cruz. Cuando se cansaba y bajaba los brazos vencía Amalec. Cuando los levantaba vencía Israel.
Viendo esto, sus dos compañeros sentaron a Moisés en una piedra y cada uno sujetó un brazo. A la tarde triunfó Israel.
Este ejemplo de oración sacrificada se toma siempre para enseñar la constancia en la oración.
*        Dios ayuda
El salmo (120) atribuye la victoria de Israel al poder de Dios y no al esfuerzo suyo:
“El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra”.
Israel se siente seguro en Dios que vela día y noche por los suyos.
“Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio?... no permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme, no duerme ni reposa el guardián de Israel”.
El salmo nos hace ver la confianza de Israel en Dios cuya bondad lo ha convertido en guardián de su pueblo:
“El Señor te guarda a la sombra… de día el sol no te hará daño… el Señor te guarda de todo mal… ahora y por siempre”.
Esta predilección de Dios por Israel nos hace ver, una vez más, la fidelidad de Dios a pesar de las ingratitudes de su pueblo.
*        La Escritura, fuerza de Dios
Es muy bello el caso de Timoteo de quien dice San Pablo que “desde niño conoce la Sagrada Escritura”.
Esto nos hace pensar que quizá muchos de nosotros, ya mayores, aunque somos católicos, no conocemos la Palabra de Dios. Tengamos en cuenta que la Palabra nos da “la sabiduría, que por la fe en Cristo Jesús, nos da la salvación”.
Conocer, vivir y orar la Palabra de Dios es el camino de salvación para todos.
Pablo insiste además en que “toda la Escritura es inspirada por Dios”, no es cosa de hombres.
La Escritura así vivida es útil para todo, “para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud. Así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena”.
Pablo termina el párrafo de hoy invitando a Timoteo a que “proclame la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprenda, reproche, exhorte, con toda paciencia y deseo de instruir”.
La constancia y la insistencia son prueba de que uno es buen evangelizador.
*        Verso aleluyático
“La Palabra de Dios es viva y eficaz; juzga los deseos e intenciones del corazón”.
Si queremos conocer nuestra propia conducta delante de Dios, la Palabra nos permite descubrir la verdad de los deseos e intenciones que tenemos al actuar.
*        Había un juez…
El Evangelio una vez más nos cuenta una parábola para que seamos constantes en la oración:
“Había un juez en la ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres”.
Una viuda pobre y desvalida le pedía justicia. Seguramente tenía un juicio y el juez decía o pensaba: ¡como no hay plata, no hay juicio!
Pero la viuda sabe más que el juez y lo va a aburrir con su insistencia. Al final la viuda derrota al juez inicuo que dice:
“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara”.
Jesús termina la parábola diciendo que Dios es nuestro juez y es bueno y, por tanto si acudimos a Él nos tratará mejor que ese juez.
Lo que sí pide el Señor es fe.
La última frase del párrafo es para temblar. En este mundo de hoy tan descreído, cuando hasta los católicos negamos la fe en tantas verdades graves: negar verdades del Credo, rechazar las enseñanzas del Papa o del obispo, exaltar el pecado como cosas de la sociedad de hoy, etc… pensemos: “cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontraré fe en la tierra?”
Busquemos con sencillez y mucha fe al Señor que nos ama.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

6 de octubre de 2016

NO SEAS INGRATO

Reflexión homilética para el XXVIII domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
En este domingo se nos presenta la lepra como una enfermedad muy dolorosa y durante mucho tiempo incurable. Basados en esto, muchas veces se compara el pecado con esta enfermedad.
Jesús, redentor del pecado y dueño de la salud, dominará esta enfermedad varias veces como un signo de salvación, a lo largo de su vida.
*       El profeta Eliseo
La primera lectura de hoy es sobre el profeta Eliseo, cuyo nombre significa “Dios salva”.
La curación de una persona, sobre todo tratándose de la vida de fe, suele preparar a la conversión y por ésta a la salvación de Dios.
Hoy recordamos a Naamán, jefe del ejército del rey sirio que “era un gran militar, pero era leproso”.
Cuando fue a Eliseo para que lo curase, el profeta le mandó bañarse siete veces en el Jordán.
El militar se pone furioso y se burlaba del Jordán, que es una acequia comparado con los grandes ríos el Farfán y el Abaná.
Resolvió regresarse a su tierra, pero la gente que iba con él le hizo pensar: “padre mío, si el profeta te hubiera mandado una cosa difícil, ¿no lo habrías hecho?”.
El general hace un acto de humildad que nos enseña cuán bueno es a los que se creen importantes escuchar los consejos de los sencillos.
Naamán baja al río. Se baña siete veces y “su carne volvió a ser como la de un niño”.
El párrafo de hoy recoge el agradecimiento de Naamán, que dice:
“Ahora reconozco que no hay Dios en toda la tierra más que el de Israel”.
A su manera, como un recuerdo y una promesa de adoración al Dios de Israel, pide llevar tierra de Israel para adorar sobre ella, en Damasco, solamente al Dios que ha descubierto.
*       San Pablo
Cristo ha vencido no solamente la enfermedad sino la misma muerte.
Por eso Él nos da esperanza no solo de la curación de una enfermedad sino de algo más importante: la resurrección.
Como todo esto lo debemos a Cristo, tengamos en cuenta las palabras de Pablo: “haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos. Es doctrina segura: si morimos con Él, viviremos con Él, si perseveramos reinaremos con Él”.
Por otra parte nos advierte el apóstol que si negamos a Cristo Él nos negará.
Por tanto, es en Jesucristo en quien encontramos la salud y la salvación.
*       Evangelio
La mayor parte del Evangelio de Lucas nos va narrando el camino de Jesús desde Galilea, donde empieza el apostolado, hasta Jerusalén donde será crucificado.
En cada una de las etapas nos lo recuerda. Hoy que empieza una nueva etapa nos dice así:
“Yendo Jesús camino de Jerusalén pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iban a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos” que se pararon a lo lejos, cumpliendo la ley que les prohibía acercarse a los sanos, y comenzaron a gritar:
“Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.
Jesús también, cumpliendo la ley, les indica: “Id a presentaros a los sacerdotes”.
Mientras van a los sacerdotes se dan cuenta de que han quedado totalmente limpios de la lepra.
Los nueve siguieron adelante, seguramente con mucha alegría. Uno de ellos recapacita, se da la vuelta y busca a Jesús “alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús dándole gracias”.
En ese momento Jesús tiene una reacción muy humana y dice:
“¿No han quedado limpios los diez? ¿Los otros nueve dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”
Seguramente que este hombre se fue muy feliz sobre todo por las últimas palabras que le dijo Jesús y que una vez más confirman lo que tantas veces nos repite la liturgia: “levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Este pasaje nos hace pensar que los diez leprosos tenían fe y por eso fueron a Jesús  a pedirle el milagro.
Él los mandó al sacerdote, pero su fe era interesada y no supieron agradecer.
Les faltó fe para agradecer a Dios.
No olvidemos que precisamente la acción de gracias es una de las oraciones más importantes.
*       Texto aleluyático
Pertenece a la carta de Pablo a los tesalonicenses.
Después de pedirles la alegría: “estad siempre alegres. Sed constantes en orar”, (¡ojo!) que la alegría y la oración unidas es una lección importante para todos nosotros que muchas veces al orar más tenemos cara de amargados que de hijos felices que rezan al Padre.
Pues después de estas frases, viene la del verso aleluyático de hoy:
“Dad gracias en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros”.
El texto viene a resaltar la espontaneidad con que Jesús se lamenta porque solo uno vino a dar gracias.
Ser agradecido es una cualidad muy humana que todos merecemos. Pero Dios es quien merece más que nadie nuestra acción de gracias gozosa.
Como ya está dicho antes, Pablo advierte: “esta es la voluntad de Dios”.
“¡Dios quiere que seamos agradecidos!”
¡Gracias por todo, Señor!
José Ignacio Alemany Grau, obispo