2 de septiembre de 2016

¡QUÉ GRANDE ERES SEÑOR!

Reflexión homilética para el XXIII domingo del Tiempo ordinario, ciclo C
*       El párrafo de la Sabiduría pertenece al capítulo 9 del libro de este nombre.
Después de hablar largamente de lo que es la Sabiduría, el hagiógrafo (escritor sagrado) hace una bellísima oración a Dios para pedirle la Sabiduría.
Esta oración nos lleva a pensar en la sabiduría que Salomón pidió a Dios cuando lo nombró rey.
En los versículos de hoy aparece clara la limitación humana, incapaz de penetrar en la sabiduría de Dios y comprenderlo a Él o sus planes.
Según él nuestros pensamientos son mezquinos e incluso nos presenta el cuerpo como lastre del alma a la que impide captar a Dios.
Pidamos a Dios que nos dé su Espíritu Santo para poder actuar según sus planes.
*       Salmo responsorial
Es el 98 y enseña cómo ese Dios maravilloso es el dueño de la creación y de manera especial de la vida de los hombres.
Por eso nuestra oración se eleva hoy para reconocer nuestra pequeñez y al mismo tiempo pedirle que Él sea nuestro refugio durante toda nuestra vida.
El salmo además nos presenta las limitaciones humanas con lo cual resalta lo poderoso que es Dios y nuestra necesidad de Él:
“Mil años en tu presencia son un ayer que pasó; una vigilia nocturna”.
Si nuestra vida es limitada, que Dios nos dé un corazón sensato.
“Baje a nosotros la bondad del Señor... por la mañana sácianos de tu misericordia”.
*       San Pablo
Filemón era un hombre importante. Tenía un esclavo llamado Onésimo. Este se escapó y al calor del corazón de Pablo se convirtió al cristianismo. Por eso Pablo lo llama hijo y porque estuvo acompañándolo en la prisión.
Pablo hubiera deseado quedarse con él “en esta prisión en que sufro por el Evangelio”.
Pero comprende que Onésimo debe regresar a donde su amo, aunque no como esclavo, sino a servir ahora como un hermano en la fe.
Todo esto explica la ternura que pone Pablo en su pequeña carta para pedir a Filemón que acoja a Onésimo.
Filemón le dio la libertad y éste regreso con San Pablo. Onésimo llegó a ser obispo de Bizancio y ha sido considerado un gran santo de los primeros tiempos de la Iglesia.
*       Aleluya
Es un pedido a Dios en el que el salmista, a la luz del Antiguo Testamento, le pide el regalo de ver su rostro. Ese rostro por el que la humanidad suspira continuamente a través del libro de los salmos.
Pide también el conocimiento de la ley que, como sabemos, es el eje de la espiritualidad del Antiguo Testamento.
*       Evangelio
Jesús sigue caminando hacia Jerusalén acompañado por mucha gente.
En un momento determinado se vuelve hacia ellos para explicarles cuál debe ser su actitud como discípulos suyos.
Una sencilla aclaración nos dan los exegetas.
Literalmente el texto evangélico dice quien no “odia” a su… familia. Como es demasiado duro el texto que hoy leemos dice “y no pospone”… a su familia…
La razón es que en arameo no existe la palabra “preferir”, de ahí la conveniencia de explicar el pensamiento de Jesús y de evitar esa palabra tan fuerte.
El pedido de Cristo es lógico.
Él está por encima de la familia y de los bienes materiales.
Es, como dice san Pablo, “el primero en todo”.
Dicho esto lo que pide Jesús a quienes quieran ser sus discípulos es:
*Preferirlo a Él por encima de la familia.
*Cargar la cruz en pos de Él.
A continuación Jesús pone dos sencillas parábolas (la del constructor y la del rey) para que hagamos conscientemente lo que pide Jesús a sus discípulos.
Él mismo saca la conclusión:
“El que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”.
Todo esto lo puede pedir únicamente Jesús, porque es verdadero Dios.
Señor, danos sabiduría para conocerte y preferirte a todo cuanto existe, porque siendo discípulos tuyos, encontraremos la felicidad y la satisfacción de nuestra realización plena.
José Ignacio Alemany Grau, obispo