11 de febrero de 2016

Reflexión homilética para el I domingo de Cuaresma, ciclo C

CON LA BOCA EN EL CORAZÓN

El prefacio de este primer domingo de cuaresma nos enseña:
Cristo, “al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta Pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no se acaba”.
Esta última frase podría servirnos de inspiración también en este domingo.
La idea central está tomada del Evangelio del día que relata las tentaciones de Jesús.
El misterio de la Pascua es lo que celebraremos dentro de cuarenta días: la muerte y resurrección de Cristo que en esos días  pasó de vida a muerte y de la muerte a la vida definitiva por la resurrección.
En la oración pedimos a Dios que pasemos de esta Pascua a la del final de los tiempos cuando todos resucitaremos felices gracias al sacrificio de Cristo.
*        La primera lectura nos habla de las primicias que todo israelita ofrecía al Señor, llevándole al sacerdote lo primero que recogía de cada cosecha.
Llevaba la ofrenda al Señor y se postraba ante Él en adoración.
Mientras ponía en manos del sacerdote la ofrenda, repetía una oración que recordaba la liberación de Egipto por el poder de Dios. Escúchala con atención en la primera lectura.
También en la Iglesia se daban “diezmos y primicias a la Iglesia de Dios”.
Hoy la Iglesia ha dejado la donación a la discreción y generosidad de los fieles, según se observa en la nueva redacción del quinto mandamiento de la Santa Iglesia, que sin duda conoces:
“Ayudar a la Iglesia en sus necesidades”.
¿Lo haces así?
*        El salmo responsorial (90) nos anima:
“El Señor está conmigo en la tribulación”.
En sus versículos encontramos alusiones claras a las tentaciones que el diablo pone a Jesús en el desierto.
Mientras lo recitas, recuerda cómo Dios los ha protegido a ti y a los tuyos en tantas situaciones difíciles de la vida.
*        La segunda lectura es de San Pablo a los romanos, pero antes medita esta frase del Eclesiástico:
“Los necios tienen el corazón en la boca; los sabios tienen la boca en el corazón”.
¿Dónde está tu corazón?
Pablo hoy comienza citando Deuteronomio 30,41:
“La palabra está cerca de ti: la tienes en los labios y en el corazón”.
La cita tiene relación con el diálogo entre Jesús y el tentador.
Ambos demuestran conocer bien las Escrituras.
El diablo para cumplir su oficio destructor y Jesús para enseñar a vencer cuando nos quieran apartar de Dios empleando incluso la Biblia.
Pablo enseña que lo fundamental de nuestra profesión de fe es que:
“si tus labios profesan que Jesús es el Señor y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás”.
¡Qué hermosa promesa!
*        En el Evangelio lo primero que nos puede extrañar es que el Espíritu Santo, que acaba de ungir a Jesús,  “lo lleva al desierto, mientras era tentado por el diablo”.
(Mateo escribe que “fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo”).
Esta escena deja bien claro:
- El diablo existe y tienta.
-La tentación nunca es pecado.
- El pecado es caer en la tentación.
Por eso Jesús en el padrenuestro no nos enseña a pedir que nos quite las tentaciones, sino que no nos deje caer en ellas.
Vencer la tentación nos enriquece.
Las tentaciones que el diablo pone a Jesús buscan que prescinda de Dios y hasta lleno de estúpido  orgullo, se proclama más importante que Dios.
Esta es la tentación que el demonio ha puesto a los hombres de hoy y así ha conseguido que rechacen a Dios e incluso que den culto al diablo ya que sabemos que se están construyendo templos a satanás en nuestro días… ¡qué hondo hemos caído!
¡Quitar a Dios, fuente de la felicidad y el amor, y adorar a satanás, fuente de odio y de muerte!
Las tres tentaciones (las mismas en Mateo que en Lucas, aunque en orden distinto) se reducen a lo mismo. Apartar a la humanidad de Dios:
Primera tentación: el pan es más importante que Dios.
Nos dice el Papa Benedicto que Occidente creyó que para ayudar al tercer mundo podía transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan.
Segunda tentación: pretende convertir a Dios en nuestro siervo. Que haga nuestro capricho.
Tirarnos por gusto y que nos coja para no nos golpeemos.
Tercera tentación: con todo descaro el diablo invita a elegir entre Dios y Él. Quiere que lo adoren.
Frente a las tentaciones del diablo Jesús responde con textos bíblicos.
Desde el Edén hasta hoy, pasando por las tentaciones de Jesús en el desierto, “la gran pregunta que nos acompañará a lo largo de todo este libro (Jesús de Nazaret): ¿qué ha traído Jesús realmente si no ha traído la paz al mundo, el bienestar para todos, un mundo mejor? ¿Qué ha traído? La respuesta es muy sencilla: A Dios. Ha traído a Dios… Ahora conocemos su rostro”  

José Ignacio Alemany Grau, obispo