11 de diciembre de 2015

Texto y audio de la reflexión homilética para el III domingo Adviento, ciclo C

DIOS ESTÁ EN MEDIO DE TI

Llegamos al tercer domingo de Adviento.
Posiblemente los ornamentos de hoy en lugar de morados serán de color rosado.
Al prender una de las cuatro velas de la corona de adviento, te darás cuenta también que la vela tiene el mismo color.
En este tiempo, que para la Iglesia es semi-penitencial, se nos invita a pasar un día rebosante de alegría, hasta el punto que este domingo es llamado en latín de gaudete que significa “alégrense”.
Nos vamos a dar cuenta también de que la mayor parte de las lecturas nos hablan de la alegría.
Ya desde la oración colecta nos encontramos con estas palabras:
“Estás viendo, Señor, cómo tu pueblo espera con fe la fiesta del nacimiento de tu Hijo; concédenos llegar a la Navidad, fiesta de gozo y de salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”.
*       En su libro el profeta Sofonías nos habla, en primer lugar, del día del Señor y profetiza muchos castigos a causa de los delitos del pueblo de Israel.
Posteriormente nos dice cómo Dios “dejará de ti un resto” al que describe como “un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor”.
El mismo Sofonías repite dos veces en el párrafo que hoy leeremos, estas palabras de Isaías que encontraremos en el salmo responsorial: “el Señor está en medio de ti”, lo cual debe causar una gran alegría y precisamente de ahí provienen las expresiones gozosas de las lecturas de hoy:
“Regocíjate hija de Sión, grita de júbilo Israel, alégrate y gózate de todo corazón Jerusalén.
El Señor será el rey de Israel, en medio de ti y ya no temerás…”
Después de repetir una vez más Dios está en medio de ti, concluye nuestro párrafo de hoy:
“Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como un día de fiesta”.
*       El salmo responsorial no es propiamente un salmo, sino parte del capítulo doce del profeta Isaías que nos invita también al gozo:
“Gritad jubilosos: qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”.
Al repetir estas palabras como estribillo, te invito a meditar cómo una vez más nos encontramos con la idea tan hermosa de que Dios está en medio de nosotros.
Encontraremos también otras ideas hermosas en el salmo:
“El Señor es mi Dios y salvador… mi fuerza y mi poder es el Señor… Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación”.
*       El apóstol San Pablo, a los filipenses  sus amigos, a quienes llama: “hermanos míos queridos y añorados, mi alegría y mi corona”, les pide con insistencia:
“Estad siempre alegres con el Señor; os lo repito, estad alegres… el Señor está cerca”.
Es evidente que este es el gran motivo de la alegría cristiana. La cercanía de Dios en la que se nos invita a meditar hoy insistentemente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Recordemos que precisamente Jesús nos dice:
“Donde están dos o más reunidos en mi nombre en medio de ellos estoy yo”.
Debido a esta cercanía Pablo nos invita a que “nada os preocupe; sino que en toda ocasión, en oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios”.
*       En el Evangelio meditaremos cómo la gente, admirando el sacrificio de Juan en el desierto, iba a él como a un gran profeta para preguntarle, después de oír su predicación sobre la penitencia:
“¿Qué tenemos que hacer?”
La respuesta sigue siendo válida: “El que tenga dos túnicas que se las reparta con el que no tiene. El que tenga comida, haga lo mismo”.
A los publicanos les pide que no exijan más de lo establecido.
A los militares que no hagan extorsión ni se aprovechen de nadie.
Pero lo más importante de este párrafo evangélico es la presentación que el Bautista hace de Jesús:
“Yo os bautizo con agua; pero viene el que pude más que yo y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego”.
Esto es lo que la liturgia resalta este domingo. Lo que profetizaron Isaías y Sofonías, lo que pide San Pablo, lo vamos a revivir en la próxima Navidad que ya está cerca.
Procuremos prepararnos construyendo el Nacimiento en familia llenos de ese gozo que nos da el Evangelio que nunca engaña.

José Ignacio Alemany Grau, obispo