30 de octubre de 2015

Solemnidad de Todos los Santos

YO TE AMO SEÑOR

Visitando la tierra de Jesús observamos que, en la puerta de cada habitación del hotel había un pequeño estuche  llamado “Shemá” (o “Mezuzá”) porque contiene en su interior las famosas palabras bíblicas:
“Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es solamente uno,
amarás al Señor tu Dios con todo el corazón,
con toda el alma, con todas tus fuerzas”.
*       El Shemá es la plegaria diaria del judío piadoso. Hoy nos la presenta la liturgia en el libro del Deuteronomio (6,2-6), de esta manera:
* Invitación a toda la familia para guardar los mandamientos.
* Habla de las promesas de Dios a los antepasados de Israel.
* El versículo 4 es el famoso Shemá que expresa la profesión fundamental de la fe judía, la fe monoteísta del pueblo de Dios: “Escucha Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es solamente uno”.
(La palabra shemá significa “escucha”.)
* En el versículo 5 está el mandamiento principal, el más importante de todos:
“Amarás al Señor tu Dios…”
* Finalmente pide que: “estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón”.
Esto indica que el amor de Dios es lo primero que hay que tener en cuenta antes que cualquier otra ley, antes de legislar.
Cumpliendo estos mandamientos te irá bien.
*       El salmo responsorial (18) es una bella oración de acción de gracias a Dios llena de amor hacia Él. Nos ayuda a hacer preciosos actos de amor a nuestro Creador:
“Yo te amo, Señor”.
Y le asigna diez títulos:
“Tú eres mi Fortaleza, Señor, mi Roca, mi Alcázar, mi Libertador, Dios mío, Peña mía, Refugio mío, Escudo mío, mi Fuerza salvadora, mi Baluarte”.
A este Dios maravilloso lo invocamos con el salmista, seguros de que nos librará de nuestros enemigos.
El salmo, que es muy largo, termina con esta hermosa invocación que recoge precisamente el salmo responsorial:
“Viva el Señor, bendita sea mi Roca, sea ensalzado mi Dios y Salvador”.
Los exegetas ven en la última frase una alusión a la victoria que Dios da a Jesucristo:
“Tú diste gran victoria a tu Rey. Tuviste misericordia de tu ungido”.
*       Continuando la liturgia con la presentación de Cristo sacerdote en la carta a los Hebreos, hoy nos lo describe como el sacerdote más grande “que está sentado a la derecha del trono de la Majestad en los cielos”.
Nos da algunas características especiales de Cristo sacerdote:
* Los otros sacerdotes eran muchos porque tenían que morir, pero Jesús, como permanece para siempre, “tiene un sacerdocio que no pasa”.
* Vive para interceder por nosotros y por eso puede salvar a todos los que acuden a Él.
* Estas son algunas de sus cualidades: Santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo.
* Él se ofreció una vez y para siempre y como su sacrificio era de valor infinito no necesita repetir multitud de sacrificios.
* Ese es Jesús, el único sumo y eterno sacerdote, que se ofreció por todos y nos salvó a todos.
Será bueno que con sencillez de corazón, al menos en este día, demos gracias a Jesús, el sacerdote que se sacrifica por nosotros: ¡gracias Jesús!
*        El Evangelio nos habla de un escriba que había escuchado la discusión anterior entre Jesús y los fariseos.
Y admirado del Señor se acercó a preguntarle: “¿Qué mandamiento es el primero de todos?”
Jesús le contesta con el Shemá, que es lo que hemos compartido hoy en la primera lectura del Deuteronomio:
“Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”.
Para Jesús el amor a Dios debe ir siempre acompañado del amor al prójimo. Por eso el Señor recuerda el Levítico 19,18 donde se enseña: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.
Es de advertir que como el Señor hablaba en el ambiente del Antiguo Testamento no descubrió la profundidad del nuevo mandamiento: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
*        El verso aleluyático nos advierte que si amamos a Dios, guardaremos su Palabra y como recompensa seremos amados por Él y habitará con Jesús dentro de nosotros.
Quede claro para todos, el mensaje de este domingo: la primera obligación de toda criatura es amar a Dios.
Terminemos repitiendo gozosos: “Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

23 de octubre de 2015

Reflexión homilética para el XXX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

EL CIEGO QUE NOS ENSEÑA A VER

*       Hoy el profeta Jeremías, en la primera lectura, nos habla de la “restauración” que es fruto del amor de Dios: Israel vuelve del destierro.
El Señor le hace ver que todo es efecto del amor de un Dios que es fiel.
Precisamente en unos versículos anteriores a la lectura de hoy, Jeremías nos recuerda estas palabras maravillosas de Dios: “con amor eterno te amé”.
Este amor es el motivo por el que Dios prolonga su misericordia sobre Israel, lo devolverá a su tierra y lo reconstruirá.
El párrafo de hoy celebra este regreso del que será llamado “el resto de Israel”.
Es el mismo Dios quien invita a decir:
“Gritad de alegría por Jacob, regocijaos por el mejor de los pueblos, proclamad, alabad y decid: el Señor ha salvado a su pueblo, al resto de Israel”.
Con estas palabras “el resto de Israel” entendemos al grupo que regresó del país del norte, Babilonia. Otros muchos murieron allí o prefirieron quedarse en Babilonia después de tantos años.
Nuestro párrafo dice que “vienen entre ellos ciegos y cojos” indicando así el sufrimiento padecido en el destierro, y añade que también vienen “preñadas y paridas” indicando el futuro de prosperidad.
Y admiramos una vez más la bondad del Dios del Antiguo Testamento, que es el mismo de siempre y del cual San Juan dirá que “Dios es amor”:
“Seré un padre para Israel, Efraín será mi primogénito”.
*       El salmo responsorial 125 es una invitación a la alegría recordando la vuelta a la patria: “el Señor cambió la suerte de Sión: el Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.
Por una parte nos describe la admiración de los gentiles que veían el cambio de los antiguos deportados quienes volvían felices a su patria para reconstruir su templo, gracias al decreto de Ciro (538 a.C.) Los gentiles decían:
“El Señor ha estado grande con ellos”.
También nos describe, en el último versículo, los sentimientos del pequeño resto:
“Al ir iba llorando llevando la semilla y al volver vuelve cantando trayendo sus gavillas”, posiblemente al hablar de las gavillas se refiere a las primicias de las cosechas que llevaban al templo.
*       La carta a los Hebreos nos recuerda el papel de los sacerdotes del Antiguo Testamento que: “tienen que ofrecer sacrificios por sus propios pecados como por los del pueblo”.
Este servicio sacerdotal de intercesión se recibe por un llamado especial de Dios.
De Cristo mismo nos dice el autor de la carta que “tampoco se confirió a sí mismo la dignidad de sumo sacerdote, sino que (se la dio) aquel que le dijo: tú eres mi hijo: yo te he engendrado hoy… tú eres sacerdote eterno”.
*       San Marcos nos cuenta hoy el bellísimo ejemplo que nos da el ciego de Jericó.
Recordemos que Jesús iba subiendo a Jerusalén, donde iba a ser sacrificado.
Llegó a Jericó.
Jericó es la ciudad más antigua del mundo que ostenta unos 10,000 años de antigüedad y al mismo tiempo la ciudad más profunda del planeta ubicada a 240 metros bajo el nivel del mar.
Esta ciudad era la última etapa del viaje de Jesús con los discípulos hacia el calvario.
Al pasar por Jericó se encontró con un nuevo discípulo que lo seguirá por el camino. Es el hombre ciego, Bartimeo, que recuperará la vista y con ella recibirá la fe y caminará definitivamente con Jesús.
Recordemos la escena:
Sentado en el camino, se enteró de que Jesús iba en medio del gentío y comenzó a gritar:
“¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”
“Muchos lo regañaban para que se callara. Pero él gritaba más: ¡hijo de David, ten compasión de mí!”
Jesús se detiene y pide que lo llamen. Ahora sí, la gente cambia de opinión y le dice:
“¡Ánimo que te llama!”
Bartimeo tira el manto, da un salto y se acerca a Jesús.
El Señor le hace una pregunta:
“¿Qué quieres que haga por ti?”
Jesús lo sabía de sobra pero quería que le manifestara su necesidad (así hace también con nosotros).
“Maestro mío, que pueda ver”.
Jesús le dice: “anda, tu fe te ha curado”.
Y por cierto que este hombre tenía mucha fe.
Y a partir de ese momento siguió a Jesús por el camino, como decíamos al principio, como un discípulo más. Y acompañó a Jesús en la subida a Jerusalén y sería uno de los que gritaban más fuerte “¡Hossana al Hijo de David!”
También a nosotros Jesús nos invita a seguirlo. Ojalá sepamos, como Bartimeo, tirar lejos el manto y todo lo que nos impide caminar para seguir de verdad a Jesús.
Como hemos podido ver el mensaje de hoy está preñado de alegría por el regreso del pequeño resto a Jerusalén, por la alegría de saber que tenemos un Sumo sacerdote que se sacrificó por nosotros y por el poder de Jesús que llena de alegría a Bartimeo al devolverle la vista.
*       Nosotros también, llenos de alegría, recordemos el versículo aleluyático porque “nuestro Salvador Jesucristo, destruyó la muerte y sacó a la luz la vida por medio del Evangelio”.
Y como Bartimeo gritemos llenos de confianza: “¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí!”

José Ignacio Alemany Grau, obispo

14 de octubre de 2015

Reflexión homilética para el XXIX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

JESÚS SE HIZO SIERVO

Una vez más la liturgia nos presenta hoy a Jesús prefigurado en el Antiguo Testamento.
*       La primera lectura pertenece al capítulo 53 de Isaías sobre el llamado siervo del Señor.
Después de narrar cómo mataron y enterraron al siervo, leemos:
“El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación”… pero inmediatamente habla de la fecundidad del sufrimiento padecido: “verá su descendencia, prolongará sus años… Por los sufrimientos de su alma verá la luz… mi siervo justificará a muchos porque cargó con los crímenes de ellos”.
Todo esto es lo que padeció Jesús por nosotros: “como cordero llevado al matadero”, a quien el Apocalipsis presenta como “cordero degollado y puesto en pie”.
Con esta imagen San Juan presenta a Jesús, muerto y resucitado.
*       El salmo 32 nos invita a admirar la Palabra del Señor. De ella dice que actúa con libertad y ama el derecho y la justicia y además está llena de misericordia.
Esa Palabra es creadora de cuanto existe.
Esa Palabra es providente. Sus ojos protegen a quien le teme.
El Te Deum, himno de acción de gracias de la Iglesia, termina como el último versículo del salmo que es el que hemos repetido como antífona responsorial:
“Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”.
Este salmo nos hace pensar también en las palabras del primer capítulo de San Juan que enseña: “Todo se hizo por la Palabra y sin ella no se hizo nada de lo que fue hecho”.
*       La carta a los Hebreos nos presenta también a Jesús sufriente siguiendo la línea del “siervo del Señor” que con su sacrificio se convierte en el sumo y eterno Sacerdote capaz de compadecerse de nuestras debilidades, porque “ha sido probado en todo exactamente como nosotros, menos en el pecado”.
Termina con una invitación para todos:
“Acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente”.
*       El párrafo que precede al Evangelio de hoy nos presenta una escena que siempre me ha impresionado. Lee e imagínala:
- “Estaban subiendo a Jerusalén” (donde Jesús iba a ser crucificado).
- “Y Jesús iba delante de ellos” (sin duda embebido en el sacrificio que se acercaba).
- “Ellos estaban sorprendidos” (porque no era lo ordinario ver que Jesús se les adelantara).
- “Y los que seguían tenían miedo” (se contagiaron del temor y quizá recordaron los anuncios de la pasión que les había hecho anteriormente).
Después de esta introducción,  Jesús reunió aparte a los doce y les hizo un tercer anuncio de su pasión y resurrección.
En ese ámbito de dolor y humillación, descubrimos una vez más que los apóstoles eran bien pobretes y no comprendían nada del misterio de Jesús.
Fíjate qué piden los “hijos del trueno”:
“Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”.
Jesús, paciente, les dice: “No sabéis lo que pedís”.
Luego, pensando en su propio futuro preguntó: 
 “¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?”
Contestaron: “¡Lo somos!”
Jesús completó: “El cáliz que yo voy a beber lo beberéis… pero el sentarse a mi derecha e izquierda no me toca a mí concederlo; ya está reservado”.
La cosa empeora porque los demás se ponen celosos y se indignan contra los hijos del Zebedeo.
Jesús los llama a todos y les da la gran lección de humildad:
“El que quiera ser grande sea vuestro servidor y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos… porque el Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan sino para servir y dar su vida en rescate por todos”.
Qué foto tan bien hecha de lo que tantas veces sucede hoy.
Hay muchos que quieren a Jesús y su Iglesia para conseguir privilegios. Piensan que los “cargos” son para medrar.
Como los apóstoles entonces estas personas no saben quién es Jesús y qué pide a  sus discípulos. En cambio todos los apóstoles bebieron el cáliz y todos murieron mártires…
Que Jesucristo, siervo del Señor, nos ayude a entender qué es un cristiano y qué privilegio trae el seguirle: ¡servir!

José Ignacio Alemany Grau, obispo

Un minuto para enriquecer tu formación
* Respondiendo a la inquietud del domingo pasado:
La diferencia de la respuesta de Jesús a Pedro, entre los dos evangelistas, es muy importante ya que Marcos añade “con persecuciones”.
* Para este día te pregunto:
¿Conoces qué es el Te Deum? ¿Lo has leído?

¿A quién representa el siervo de Dios del Antiguo Testamento?

8 de octubre de 2015

Reflexión homilética para el XXVIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

LA SABIDURÍA NOS HABLA EN JESUCRISTO

*       La lectura del libro de la Sabiduría viene después de un versículo interesante que dice así:
“La entrada y la salida de la vida son iguales para todos” (Sb 7,6).
Un pensamiento para ser meditado.
Para centrar la reflexión del día de hoy es bueno recordar el sueño de Salomón en que el Señor le dice “pídeme lo que deseas que te dé”.
Lo que pide el gran rey está resumido en su pedido de prudencia y sabiduría que es lo que hoy leemos.
“Supliqué y se me concedió la prudencia, invoqué y vino a mí el espíritu de sabiduría”.
A continuación viene una hermosa alabanza a la Sabiduría que dentro de la tradición cristiana podemos entender que está referida a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, la Sabiduría de Dios.
Desde esta referencia entendemos mucho mejor el resto de la lectura.
“La preferí a cetros y tronos, y, en su comparación, tuve en nada la riqueza. No le equiparé la piedra más preciosa, porque todo el oro a su lado es un poco de arena y junto a ella la plata vale lo que el barro. La quise más que la salud, la belleza… Con ella me vinieron todos los bienes juntos”.
Será bueno que nos preguntemos a nosotros mismos qué es lo que pedimos cuando hacemos nuestra oración a Dios.
Todo es importante, pero adquirir la Sabiduría de Dios es lo más importante.
*        El salmo (89) responsorial es una súplica para ser liberado de los males de la vida.
Se trata de pedidos al estilo de Salomón.
“Sácianos de tu misericordia Señor. Danos alegría por los días en que nos afligiste, por los años en que sufrimos desdichas. Que baje a nosotros la bondad del Señor. Haga prósperas las obras de nuestras manos”.
*        La carta a los Hebreos habla de las maravillas que encierra la Palabra de Dios que, como hemos dicho antes, es la misma Sabiduría.
De ella nos dice que “es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo”, que habló por los profetas y últimamente por Cristo.
Penetra en nuestro corazón, nos juzga, nada se le oculta. Todo está patente y descubierto a los ojos de aquel que nos ha de juzgar: “Los ojos de aquel a quien hemos de rendir cuentas”.
Esto de la palabra, como espada de doble filo, solemos entenderlo en el sentido de que, quien la predica, siente que él mismo es el primero en ser juzgado por ella.
¿Qué haces tú, amigo, con la Palabra de Dios? ¿La lees? ¿La meditas? ¿La vives? ¿La transmites?
*        El Evangelio de San Marcos nos dice:
“Cuando salía Jesús al camino se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó…”
(Medita cómo llega este hombre con tanta ilusión y cómo terminó el relato. Parece que echó su juventud a los pies de Jesús y le dijo:)
“Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”
Aunque no nos parezca, es esta una de las preguntas más importantes que debemos hacernos todos a nosotros mismos y a las personas que nos ayudan espiritualmente.
“Jesús le dice: Ya sabes los mandamientos” y se los resume: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre”.
El joven con toda sencillez le contesta:
“Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño”.
Y ahora viene una escena que es una belleza y un agridulce.
“Jesús se le quedó mirando con cariño”.
Y le explica que le falta hacer una cosa si quiere llegar a la perfección.
“Anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo y luego sígueme”.
La reacción del muchacho cambió totalmente la escena:
“Frunció el ceño y marchó pesaroso porque era muy rico”.
¡Qué duro debe ser sentir tan cerca a Jesús, ver la oferta de seguirle, ver los ojos amorosos del Señor y… marcharse triste!
En una segunda escena San Marcos nos presenta la actitud de los apóstoles que no acaban esta exigencia de Jesús, ya que en el Antiguo Testamento las riquezas eran una señal de la bendición de Dios.
Espantados preguntan al Maestro: si un rico no puede salvarse “¿quién puede salvarse?”
Jesús contesta: “esto es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo”.
Pedro aprovecha la oportunidad: “nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido”.
La respuesta del Señor es muy generosa. Te invito a que la leas.
Amigos, hagamos negocios con los bienes materiales para conseguir los eternos y entonces sí seremos verdaderamente inteligentes.

***
Un minuto para enriquecer tu formación:
*Respondiendo a la inquietud del domingo pasado:
Abandonará el varón a su padre y a su madre…” indica un mandato que exige el matrimonio.
Decir “abandona”, es justificar el hecho de que ya se está cumpliendo este mandato.
*Para este día te invito a leer el primer libro de Reyes, capítulo 3, para que conozcas el sueño de Salomón.
*Sí será bueno que veas la diferencia de la respuesta de Jesús a Pedro comparando: Mc 10, 30 con Mt 19,29.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

2 de octubre de 2015

Reflexión homilética para el XXVII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

EL MATRIMONIO ES UN TESORO

Por suerte sabemos muy bien que toda la creación y cada uno de nosotros venimos de las manos cariñosas de nuestro Padre Dios; y nosotros además, a través del amor matrimonial entre un hombre y una mujer.
La idea central de este domingo gira en torno al matrimonio.
Desgranemos algunos pensamientos.
*       La primera lectura es del libro del Génesis (2,18-24).
A Dios le parece que no es bueno que el hombre esté solo y saca “de la arcilla” (o “de la tierra”) “todas las bestias del campo y todos los pájaros del cielo”.
Dios los presenta al hombre y éste le da el nombre a cada uno, con lo cual la Biblia indica que el hombre es el dueño de todas estas criaturas. Pero el hombre siente un vacío en el corazón.
Entonces el Creador le hace un regalo: “se durmió. Le sacó una costilla, le cerró el sitio con carne”. “Trabajó la costilla… haciendo una mujer”.
Al verla el hombre, feliz exclamó: “Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne”.
Con estas expresiones la Biblia enseña la igualdad y felicidad entre hombre y mujer.
La lectura de hoy nos dice “su nombre será mujer porque ha salido del hombre”.
Para entender esto basta recordar que en hebreo el hombre es ish y la mujer isha.
El Génesis añade: “por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Es el matrimonio natural.
*       El salmo (27) de hoy es una bendición especial para el matrimonio:
Primero presenta una bienaventuranza. Quien teme al Señor es bendecido de esta manera:
- Comerá el pan porque trabaja. Conseguir el pan con el esfuerzo personal es un gozo.
- Será feliz.
- Le irá bien.
- La familia será su tesoro.
La segunda parte del salmo encierra una bendición y yo la rezo por ti y los tuyos, amigo lector:
Que el Señor te bendiga desde el cielo. Que veas felices a todos en tu casa y que esto dure toda tu vida hasta una larga ancianidad que te permita gozar de tus nietos. ¡Paz amigos!
*       La carta a los Hebreos habla de Jesús de quien dice que, siendo Dios, fue hecho “un poco inferior a los ángeles” por un tiempo, pero después de su pasión y muerte fue glorificado.
Estos sufrimientos de Jesús que Dios “juzgó convenientes para llevar a una multitud de hijos a la gloria”, nos han hecho hijos de Dios y “Jesús no se avergüenza de tenernos por hermanos”.
*       El verso aleluyático: “Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud”.
Hermoso matrimonio en el que ambos se aman con el amor humano reforzado por el amor divino.
*       Los fariseos llevan a Jesús una pregunta capciosa (Mc 9), sobre algo que últimamente muchos desean: divorciarse por cualquier motivo.
En aquella sociedad machista la mujer no tenía derechos, por eso el sujeto de la pregunta es el hombre: “¿Es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”
Jesús remonta el problema al plan de Dios y cita en el  Génesis el párrafo que hemos leído hoy, confirmando así la igual del hombre y la mujer:
“Los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.
Al llegar a casa los discípulos preguntan a Jesús sobre el tema y Él concreta que, tanto el hombre como la mujer, si dejan a su cónyuge y se van con otro, comenten adulterio.
El Evangelio añade algo que la liturgia nos recuerda en el sacramento del matrimonio:
“Lo que Dios ha unido que no lo separé el hombre”.
Al final del Evangelio hoy leemos el aprecio que Jesús tiene a los niños y cómo pide a los adultos que al acoger el Reino mantengan la docilidad, sencillez y confianza del niño en sus padres.

***

Un minuto para enriquecer tu formación:
*Una religiosa lectora peruana que vive en Argelia, me contestó al artículo anterior (y se lo agradezco) diciendo que en su Biblia sí pudo leer los versículos 44 y 46 del capítulo 9 de Marcos. (Tenía otra traducción bíblica). ¿Y tú?
*El versículo 24 del capítulo 2 del Génesis lo traducen unas Biblias de esta manera:
“Por eso abandonará el varón a su  padre y a su madre.”
Otras traducen, “por eso abandona el varón a su padre y a su madre.”
¿Qué opinas sobre la diferencia?

+José Ignacio Alemany Grau, obispo