14 de agosto de 2015

Reflexión homilética para el XX domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

JESÚS HABITA EN MÍ Y YO EN ÉL

En este domingo, y aun en el próximo, continuamos leyendo el capítulo tan especial de San Juan sobre la Eucaristía.
Se trata de la Eucaristía como “promesa”.
San Juan en su Evangelio no habla sobre la institución de este sacramento que narran Pablo y los sinópticos. Por eso se ha extendido en el capítulo seis.
*       Las enseñanzas del Evangelio de hoy son muy profundas y te invito a entrar en ellas.
Lo primero que encontramos es muy normal y lo pregunta toda persona seria:
“¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?”
Sin embargo Jesús repite varias veces lo mismo, como vamos a ver.
La fe nos enseña que en la hostia consagrada está Jesús, el hombre Dios, con su cuerpo, alma, sangre y divinidad.
Esto es cierto. Es de fe.
Pero su presencia, nos advierte Benedicto XVI, no es física, sino metafísica.
Esta expresión puede parecer un poco rara, pero es lo que siempre repetimos en la Iglesia:
“Jesús está sustancialmente”.
No masticamos su cuerpo físico, pero sí recibimos su presencia real y sustancial, a Jesús mismo.
Es un gran milagro que solo el poder infinito de Dios puede hacer.
Los que no tienen fe, se quedan como los fariseos sin este don tan maravilloso.
A pesar de esta duda, Jesús repite la misma idea de muchas maneras:
“Os aseguro que si no coméis la carne del hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día”.
A quienes acojan a Jesús en la Eucaristía les hace la promesa más grande:
“Yo lo resucitaré…”
Después nos promete entrar en el misterio trinitario que es lo más maravilloso que puede acontecer a una criatura.
Disculpa, amigo, ¿alguna vez has pensado, que recibiendo la Eucaristía entras en la vida trinitaria?
Pide en oración al Espíritu Santo que puedas entender lo que significa que Jesús, “que es la verdad”, te diga hoy:
“El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí”.
La vida de Jesús es la vida del Padre y del Espíritu Santo y tú vivirás en esa misma vida si “me come”.
El párrafo de hoy termina con una comparación entre el maná (“comieron y murieron”) y la Eucaristía (“vivirá para siempre”).
*       El libro de los Proverbios nos habla hoy de la Sabiduría.
En la tradición del Antiguo Testamento se personifica la Sabiduría y se la trata como alguien divino que estuvo presente en la misma creación del mundo.
Tú habrás oído hablar de esta Sabiduría referida a Jesús a quien Juan llama el “logos”.
Con esto nos enseña que el Verbo, Sabiduría de Dios, “existía al principio y todo se hizo por Él”.
Por su parte la liturgia refiere también a María lo que se dice de la Sabiduría.
Hoy los Proverbios nos presenta a la Sabiduría preparando un banquete maravilloso que nos recuerda, por un lado, el pasaje de Mateo (22,1) donde un rey prepara el banquete para la boda de su hijo. Y, por otro lado, el banquete eucarístico que meditamos hoy.
Todo es regalo del Padre por medio del Verbo, encarnado por el Espíritu Santo en el seno de María.
*       Una vez más en estos domingos la liturgia nos repite en el salmo responsorial:
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”.
*       San Pablo nos da consejos concretos en la continuación de la misma carta a los Efesios que leímos el domingo pasado
Comienza con unas palabras que también valen hoy:
* “Fijaos bien cómo andáis… porque vienen días malos”.
Para prepararnos bien nos da unos consejos concretos:
* “No os emborrachéis con vino que lleva al libertinaje”.
* “Dejaos llenar del Espíritu”.
* Nos invita también a rezar y a cantar salmos e himnos, “con toda el alma para el Señor”.
* Y termina pidiéndonos que vivamos dando gracias a Dios.
*       El verso aleluyático nos hace cantar “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”.
La Iglesia quiere que meditemos esto con profundidad, sobre todo quienes comemos frecuentemente a Jesús:
“Jesús habita en ti y tú en Él, con el Padre y el Espíritu Santo”.
Vete a tu casa hoy repitiendo: Jesús habita en mí y yo en Él.

José Ignacio Alemany Grau, obispo