31 de julio de 2015

Reflexión homilética para el XVIII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B


PALABRA Y PAN ES LA COMIDA

Antes de empezar, recordemos una vez más que nuestro evangelista del ciclo B es San Marcos pero en estos domingos meditamos el capítulo 6 de San Juan.
*       Hoy el Éxodo nos habla del maná.
El pueblo de Dios tiene hambre y reclama. Detrás del pueblo que grita a Moisés y a Aarón en el desierto hay un problema de fe sobre el plan de Dios.
Ellos gritan: “¡ojalá hubiéramos muerto a manos del Señor en Egipto cuando nos sentábamos junto a la olla de carne y comíamos pan hasta hartarnos! Nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a esta comunidad”.
Según Nm 11,4-6 era la “masa”, “o la chusma”, la que protestaba; es decir los que se habían pegado al pueblo de Israel por el camino. De todas formas la duda de fe caía sobre Dios que con tanto amor y prodigios los había sacado de Egipto.
Sin embargo la misericordia de Dios es más grande que la dificultad y les da misteriosamente un “maná del cielo”.
Admirados al verlo preguntan: “¿manú?” (de ahí la palabra maná) que significa “¿qué es esto?”.
Moisés les explica: “es el pan que el Señor os da de comer”.
Los exegetas explican el maná como “un polvo fino parecido a la escarcha. Probablemente se trataba de una sustancia blanquecina segregada por las hojas del tamarisco al ser picadas por unos insectos”. De todas formas lo que nos presenta la Biblia es un don de Dios al que el pueblo llamó “pan del cielo”.  Nos cuenta la tradición judía que el maná sabía a cada uno según lo que deseaba comer.
Las palabras “pan del cielo” las repetimos en la bendición del Santísimo Sacramento, recordando el don del maná que para nosotros es ahora Cristo Eucaristía.
*       En el salmo responsorial recordamos el maná, con ello la liturgia nos invita a recordar la Eucaristía que es el verdadero pan de vida:
“El Señor les dio un trigo celeste: abrió las compuertas del cielo. Hizo llover sobre ellos maná. Les dio trigo celeste y el hombre comió pan de ángeles”.
*       El versículo aleluyático nos recuerda las palabras de Mateo (tomadas por Jesús del Deuteronomio):
“No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Jesús sabe que no solo vivimos de pan, pero lo necesitamos y por eso lo multiplicó.
No debemos olvidar como cristianos que si es necesario el pan, más importante es la Eucaristía:
Recordemos que Palabra y Pan es la comida que nos da Jesús en la Santa Misa.
Ellas son las dos partes de toda celebración eucarística.
*       El Evangelio de hoy nos cuenta cómo la gente hambrienta, entonces como hoy, busca pan. Jesús entendió, aceptó e hizo el milagro.
Pero cuando al día siguiente lo buscaron en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús elevó sus mentes y sus corazones hacia un Pan mejor.
Hoy en concreto recordamos que Jesús lleva a la multitud desde el maná y el pan que multiplicó Él mismo, hacia la Eucaristía.
La gente quiere algo más concreto y dice a Jesús:
“Nuestros padres comieron el maná del desierto, como está escrito: “les dio a comer pan del cielo”… ¿qué obra haces tú?”.
Jesús replicó: “Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo”.
El pueblo, que no entendió gran cosa, le dijo: “Señor, danos siempre de este pan”.
Es entonces cuando Jesús dice claramente:
“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí, nunca pasará sed”.
*       Recordemos también la enseñanza que hoy nos deja Pablo:
No vivamos según los criterios vacíos de los gentiles, del mundo que vive de espaldas a Dios.
San Pablo quiere que vivamos como Jesús nos ha enseñado y por eso nos exhorta:
“A abandonar el anterior modo de vivir, el hombre viejo corrompido por deseos seductores y a renovarnos en la mente y en el espíritu; y a vestirnos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios: “justicia y santidad verdaderas”.
Así podremos superar todos los problemas de la vida y vencer las dificultades y pasiones.
La Eucaristía dominical (y ojalá diaria) nos ayudará en esto.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

24 de julio de 2015

Reflexión homilética para el XVII domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

DE LOS PANES DE ELISEO A LOS PANES DE JESÚS

No sé hasta qué punto conoces la cantidad de milagros que hizo Eliseo.
Antes de recordar el milagro hizo este gran taumaturgo (hombre que hace milagros) y que nos cuenta hoy la liturgia, te recuerdo un par de ellos.
La comunidad de los profetas tenía que comer y Eliseo dijo a su criado:
Coloca la olla grande y cuece un potaje para la comunidad de los profetas. Uno fue a recoger hierbas al campo y metió calabazas silvestres hasta llenar sus vestidos. Las metió en la olla, sirvieron y los comensales gritaron: ¡muerte en la olla hombre de Dios, muerte! y no pudieron comer. Eliseo mandó: Tráiganme harina, la echó en la olla y estaba riquísima.
Otra vez le dijeron a Eliseo: el agua de la ciudad está mala y la tierra lo aborta todo.
Eliseo mandó: tráiganme una olla nueva y pongan sal en ella.
Roció el manantial con la sal y dijo: he sanado esta agua y ya no surgirá de aquí muerte y esterilidad. Y el agua estaba riquísima.
*    Bueno, pues, de este hombre nos dice hoy la liturgia:
Un hombre trajo a Eliseo del pan de la primicia, veinte panes de cebada. El profeta dijo:
“Dáselos a la gente, que coman. El criado replicó: ¿qué hago yo con esto para cien personas? Eliseo insistió: dáselos a la gente, que coman. Porque así dice el Señor: comerán y sobrará. Lo sirvió, comieron y sobró, como había dicho el Señor”.
Seguro que este relato te recuerda otro de la vida de Jesús.
Y así es, ciertamente.
*    Hoy, dentro del ciclo B, Marcos nos deja unos días para dar paso al Evangelio de Juan que poco a poco la liturgia nos va leyendo a lo largo del año (ten en cuenta que son tres ciclos y cuatro evangelistas).
Pues bien, Juan en el capítulo 6, que hoy empezamos y seguiremos leyendo las próximas semanas, nos cuenta cómo Jesús subió a la montaña y se sentó con sus discípulos.
El Señor, levantando los ojos, vio que venía toda una multitud y dijo a Felipe:
“¿Con qué compraremos panes para que coman estos?”.
Advierte San Juan que se trataba de una prueba que le ponía Jesús, porque ya tenía pensado lo que iba a hacer.
Andrés, el hermano de Pedro, aporta una posibilidad que él mismo ve que es insuficiente:
“Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero ¿qué es esto para tantos?”.
Me imagino que los panes de cebada te recordaron a los panes de Eliseo y la respuesta de los apóstoles, la que dio el hombre que traía los panes de la primicia.
Juan nos cuenta esto de la multiplicación de los panes para prepararnos así al “sermón del pan de vida” que nos contará en el mismo capítulo.
De esta manera la gente que le oirá después en la sinagoga de Cafarnaúm, tendrá una oportunidad para pasar de la multiplicación de los panes de cebada a la multiplicación del pan eucarístico.
Jesús mandó que la gente se sentara en el suelo y precisamente las palabras que emplea el evangelista, recuerda lo que oímos en la Santa Misa antes de la consagración.
“Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados y lo mismo todo lo que quisieron del pescado”.
*    Cuando estaban todos bien satisfechos Jesús mandó recoger los pedazos que habían sobrado, pero con más abundancia que en el caso de Eliseo.
La liturgia nos invita a dar gracias con el salmo 144 que meditamos hoy:
“Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles… Los ojos de todos te están aguardando, tú les das la comida a su tiempo; abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente”.
*    La lectura de la carta a los Efesios es una invitación de Pablo para que vivamos según pide la vocación que nos regaló el Señor.
Para ello nos ayuda con estos consejos importantes que debemos practicar:
“Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor…”
Y a continuación nos recuerda que todos debemos vivir esta unidad dentro del Cuerpo de Cristo porque todos tenemos “un Señor, una fe un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo y lo penetra todo y lo invade todo”.
*    El verso aleluyático nos recuerda unas palabras que según San Lucas dijo el pueblo cuando Jesucristo resucitó al hijo de la viuda de Naín:
“Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo”.
A lo largo de la historia de salvación, Dios ha suscitado muchos profetas. Hoy hemos recordado a Eliseo, pero entre todos ellos el mayor es Jesús.
No olvides, amigo, que según nos enseña la fe, tú has sido configurado con Cristo profeta. Su vida es tu ejemplo.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

17 de julio de 2015

XVI domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

A LA SOMBRA DEL BUEN PASTOR

La imagen del Buen Pastor es bíblica, no solamente porque Jesús se llama a sí mismo el Buen Pastor, sino porque aparece frecuentemente en el Antiguo Testamento.
*    Precisamente el salmo responsorial de este domingo es el salmo 22 tan conocido y querido por nuestro pueblo:
“El Señor es mi pastor nada me falta: en verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas”.
Te invito a meditarlo nuevamente Por lo demás son muchas las frases bíblicas del Antiguo Testamento que presentan a Dios como Buen Pastor y también a los responsables de la espiritualidad de Israel con el nombre de pastores.
*    Hoy Jeremías habla para los malos pastores de su tiempo. Evidentemente que también habla para los de hoy y los de siempre.
Hubo y habrá malos pastores porque así es la condición de la pobre humanidad.
Por otra parte, cuando encontremos los malos pastores en lugar de empujarlos para que caigan más hondo y en lugar de criticar y aumentar sus errores, recemos por ellos. Si nos es posible será bueno también que les ayudemos a recuperar la situación que les exige su ministerio.
¿Qué nos dice Jeremías de ellos?
-          ¿Qué hacen?: “Dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño – oráculo del Señor – por  eso así dice el Señor, Dios de Israel: a los pastores que pastorean a mi pueblo: vosotros dispersáis mis ovejas, las expulsáis, no las guardáis; pues yo os tomaré cuentas por la maldad de vuestras acciones”.
-          ¿A quién defiende Dios?: El Señor defiende a las ovejas: “Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas de todos los países a donde las expulsé y las volveré a traer a sus dehesas para que crezcan y se multipliquen”.
-          No solo Él mismo se hace pastor de sus ovejas sino que “les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá”.
-          Finalmente, Dios promete enviar a su pueblo un legítimo sucesor de David que reinará como rey prudente y hará justicia y derecho en la tierra.
Evidentemente que este pastor prometido es Jesucristo de quien dirá el ángel a la Virgen: “que será grande y se llamará el hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”.
*    San Pablo, en su carta a los Efesios nos explica cuál es la obra de Jesús, el Buen Pastor y qué es lo que ha hecho con nosotros:
“Ahora estáis en Cristo Jesús.
Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los que antes estabais lejos”.
Este Buen Pastor no solamente reúne a las ovejas del pueblo de Israel sino que unifica a este pueblo con los gentiles, el resto de la humanidad:
“Él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, derribando con su carne el muro que los separaba: el odio… reconcilió con Dios a los dos pueblos uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte en Él al odio”.
La obra del Buen Pastor es tan maravillosa que “así unos y otros podemos acercarnos al Padre con un mismo Espíritu”.
Fijémonos una vez más en la presencia trinitaria que tiene todo lo cristiano.
Jesús es el que actúa, nos acerca al Padre en el Espíritu.
*    El versículo aleluyático nos aclara quiénes son, según el Buen Pastor, sus ovejas:
“Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen”.
Aquí está claro lo que nosotros debemos hacer con respecto a Jesús:
Escuchar su voz, conocerlo personalmente y seguirlo.
*    En el Evangelio Jesús, en el capítulo 6 de Marcos actúa como Buen Pastor, primero con sus discípulos y luego con todo el pueblo:
Respecto a los apóstoles, en primer lugar los reúne y hace una especie de “revisión de vida” en la que ellos cuentan todo lo que han hecho y enseñado durante la misión a la que los envió Jesús.
Después Jesús los invita: “venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco”.
En cuanto a la multitud: siguió a Jesús y a los suyos y “de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar Jesús vio la multitud y les dio lástima de ellos porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma”.
En este domingo, aunque no sea directamente el domingo del Buen Pastor, agradezcamos a Jesús su actitud para con nosotros y los cuidados personales que nos ha dedicado.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

XV domingo del Tiempo Ordinario, ciclo B

LOS OJOS DE NUESTRO CORAZÓN

*    La liturgia de hoy nos presenta al profeta Amós.
Posiblemente sabemos muy poco de él. Incluso alguno pensará que nunca ha oído hablar de él.
De hecho solo conocemos los datos que nos cuenta él mismo en el libro que lleva su nombre.
Se trata de un pastor o vaquero que además cultivaba sicomoros.
También sabemos que nació en las colinas próximas a Belén.
Pues a este hombre, Dios lo llamó a profetizar y tomó muy en serio su misión.
Se fue a anunciar el futuro de Israel al propio rey. El sacerdote Amasías, que defendía las maldades del monarca, quiso evitar que profetizase y le dijo:
“Vidente, vete y refúgiate en tierra de Judá. Come tu pan allí y profetiza allí. No vuelvas a profetizar en Betel (casa de Dios) porque es el santuario real, el templo del país”.
Era como decirle, vete a Judá tu tierra y no vengas a Israel.
Amós no se amilanó sino que, armándose de valor, le respondió:
“No soy profeta ni hijo de profeta, sino pastor y cultivador de higos de sicomoro. El Señor me sacó de junto al rebaño y me dijo: ve y profetiza a mi pueblo de Israel”.
Ejemplo maravilloso de valentía al jugarse la vida ya que comunicó los terribles castigos que vendrían sobre Israel, incluida la deportación.
*    En la segunda lectura San Pablo nos presenta el himno de alabanza que frecuentemente nos recuerda la liturgia. Es el comienzo de la carta a los Efesios que glorifica al Padre “porque nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales”.
Es un precioso himno al designio salvífico de Dios, que te invito a leer y meditar de manera especial en este domingo.
Un punto singular del himno es: que somos elegidos por Dios “para ser santos e irreprochables ante Él por el amor”.
¿Has pensado alguna vez que Dios te quiere santo de verdad?
Todo es regalo de Dios en Jesucristo, de quien hemos “recibido la redención y el perdón de los pecados… y nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad”.
*    El versículo aleluyático nos cita otra hermosa frase de la carta a los Efesios que no forma parte del párrafo de hoy:
“El Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón, para que comprendamos cuál es la esperanza a la que nos llama”.
Quizá nunca pensaste que el corazón tiene ojos. Sin embargo es cierto que todas las cosas que vemos normalmente son acogidas o rechazadas por nuestro corazón y esto es precisamente lo que nos pone a favor o en contra de los hechos o personas con quienes convivimos.
*    En el Evangelio de hoy San Marcos nos habla del envío misionero que hace Jesús y que es contado largamente en el Evangelio de San Mateo:
“Jesús llama a los doce y los va enviando de dos en dos dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos”.
Marcos resalta el poder que Jesús les otorga sobre esos espíritus inmundos, posiblemente porque era una de las cosas que más llamaban la atención a un pueblo donde los endemoniados eran frecuentes.
Luego les pide desprendimiento:
“Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias pero no una túnica de repuesto”.
El desprendimiento es evidentemente uno de los signos del verdadero evangelizador porque debe recordar que es discípulo de un Maestro tan pobre, que había abrazado la pobreza hasta llegar a decir: “no tengo dónde reclinar la cabeza”.
También les advierte que se mantengan en la misma casa y que si los rechazan en un pueblo, se vayan sacudiendo hasta el polvo de los pies, porque no quisieron aceptar el Evangelio. Estas palabras de Jesús nos hacen recordar que el Evangelio no se puede maltratar según su expresión: “no hay que dar las perlas a los chanchos”.
Finalmente, San Marcos nos hace el resumen de la misión de los discípulos enviados por Jesús:
“Predicar la conversión, expulsar demonios y curar enfermos ungiéndolos con aceite”.
Fundamentalmente podemos resaltar dos cosas: que la predicación era la misma que hacía Jesús invitando a la gente a la conversión y a acoger el Evangelio y que debían vivir el mismo desprendimiento del Maestro.
Todos a la hora de evangelizar tengamos presente lo que predicaba Jesús según nos recuerda Marcos desde el primer capítulo de su Evangelio:
“Conviértanse y crean en el Evangelio”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

2 de julio de 2015

XIV Domindo del Tiempo Ordinario, ciclo B

LA FUERZA DE LOS DÉBILES

Hay profetas hoy como ayer.
La Iglesia de Jesús (y también otros grupos de buena voluntad) tienen profetas que gritan hoy:
¡No a la muerte, no al odio, no a la eutanasia, no al terrorismo…!
A un profeta lo que le importa es ser fiel a Dios y cumplir la misión que le confió en el bautismo, al ser configurado con Cristo profeta.
El resultado depende de quien recibe el mensaje y Dios mismo respeta su libertad.
*    Ezequiel nos da una lección importante para todos los que piden libertad para sus aberraciones y al mismo tiempo no permiten libertad para los que quieren ofrecerles la felicidad.
“Hijo de Adán yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha rebelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: esto dice el Señor”.
Fíjense bien a quiénes envía Dios al profeta. Es un pueblo testarudo. Harán caso o no:
“Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”.
El pensamiento está claro: todos esos que matan la vida y sacrifican a sus hermanos se perderán.
Dios se lo avisa por medio de los profetas y mártires de hoy.
*    Por otra parte, sabemos que el gran profeta que representa Ezequiel es Jesús.
El versículo aleluyático nos dirá las palabras que Él mismo pronunció en la sinagoga de Nazaret:
“El Espíritu del Señor está sobre mí; me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres”.
*    Las pruebas de la vida son para nuestra santificación.
Pablo cuenta su experiencia:
“Para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de satanás que me apalea para que no sea soberbio”.
Nosotros sufrimos cada uno distintas pruebas y tentaciones.
Podemos decir que la tentación es nuestra debilidad y nos enseña a acudir a Dios. Pablo lo hizo así:
“Tres veces he pedido al Señor verme libre de él (el ángel de satanás) y me ha respondido: “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”.
El apóstol lo entendió y nos comparte la conclusión que sacó para su propia vida. Ahora “muy a gusto presumo de mis debilidades porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”.
A Pablo solo le importa Jesucristo. Como vemos en sus cartas Jesús es su vida y su todo.
Pablo no vivía amargado como muchos de nosotros.
Él pasó pruebas mucho peores, como leímos hace pocos días, y a pesar de todo nos dice:
“Vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y dificultades sufridas por Cristo”.
Pidamos hoy a Pablo que interceda por nosotros para que podamos entender y sacar la misma conclusión que él sacó:
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
*    El Evangelio nos lleva a Nazaret.
Jesús “va en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado empezó a enseñar en la sinagoga”.
La gente escuchaba admirada y se preguntaban: “¿De dónde saca todo eso?”. “¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado?”. “¿Y esos milagros de sus manos?”. “¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón?”
(Ya sabemos de sobra que “hermano” en el contexto significa “pariente”, entre otras cosas porque ya conocemos a la madre -diferente de María-  de algunos de estos “hermanos”).
Por lo visto no se trataba solo de admiración sino, como contará San Lucas en el capítulo cuatro, ese encuentro de la sinagoga terminó muy mal porque quisieron apedrearlo y tuvo que escaparse.
Marcos, a su vez, dice que Jesús se fue admirado porque en su pueblo “no pudo hacer milagros y solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe”.
También entre nosotros pasa algo similar, porque no faltan ambientes y familias donde no se acepta que un paisano o familiar pueda, autorizadamente, dar consejos y enseñanzas. Y a veces dirigir la oración y explicar la Palabra de Dios.
Esto mismo es lo que Jesús advierte:
“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.
En este mundo de confusión en que por todas partes nos presionan para que actuemos contra la naturaleza y contra la ley de Dios, es preciso que surjan los profetas que vivan y enseñen el camino de salvación para todos.
*    Con el salmo responsorial fijemos nuestros ojos en el Señor y pidamos la misericordia que necesitamos para superar las dificultades de la vida:
“Nuestros ojos están fijos en el Señor esperando su  misericordia”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo