7 de mayo de 2015

VI domingo de Pascua, Ciclo B

EL AMOR DE DIOS VA POR DELANTE

Hasta que se descubren los criterios de Dios, andamos con los nuestros que nos parecen siempre los mejores.
*   Pedro, como buen judío, piensa que la salvación que ha traído Jesús sigue el mismo camino de la revelación en el Antiguo Testamento: todo y solo para Israel.
Pero, un buen día, Dios le presenta en una visión un mantel bien provisto de toda clase de animales para que los coma.
Pedro se niega: “de ningún modo, Señor; nunca comí cosa profana e impura”.
Tres veces Dios le hace ver la misma visión. A Pedro se le caen sus principios cuando oye:
“Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.
En ese momento llegan unos enviados de Cornelio, que es un centurión romano y no pertenece, por tanto, a la religión judía.
Le piden que vaya a su casa. Pedro no entiende, pero el Espíritu Santo le dice:
“Ponte en camino con ellos sin dudar, pues yo los he enviado”.
Pedro va. Y queda con la boca abierta cuando ve que el Espíritu Santo cayó sobre todos los que había en la casa de Cornelio escuchando sus palabras.
No acababa de entender pero él mismo dijo:
“¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?”
Es interesante que no es Pedro el que los bautiza sino que manda a sus acompañantes que bauticen a la familia y amistades de Cornelio en el nombre de Jesucristo.
*   El salmo responsorial canta la grandeza del Señor que se revela, no solamente al pueblo judío, sino que da la salvación a todas las naciones:
“El Señor revela a las naciones su salvación”.
Y a continuación nos invita a todos, y así lo haremos en la Santa Misa, a “cantar al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas… El Señor da a conocer su victoria… los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor tierra entera; gritad, vitoread, tocad”.
Podríamos irnos a la casa del Cornelio para cantar este himno de alabanza. Lo entenderíamos mejor en este domingo.
*   En la segunda lectura San Juan sigue hablándonos del amor:
“Amémonos unos a otros ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”.
Tenemos que tener presente que lo importante “no es que nosotros hayamos amado a Dios sino  que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”.
Esto es muy importante porque a veces nos creemos algo así como que Dios debe estar contento porque lo amamos. En realidad el amor de Dios siempre va por delante y el nuestro es solo una respuesta a su entrega.
*   El versículo aleluyático nos recuerda que nuestro amor a Dios lo manifestamos cuando “guardamos la Palabra de Dios”. Guardando la Palabra estamos guardando al Verbo de Dios y así ¡el Padre ama al Verbo dentro de nosotros!
Esta presencia de la Palabra y del Padre nos hace verdadero templo de Dios:
“Mi Padre lo amará y vendremos a Él”.
*   El Evangelio es continuación del capítulo quince de San Juan y sigue insistiendo en el verbo permanecer que resaltamos el domingo pasado, repitiendo tres veces el mismo verbo:
Permanecer en mi amor... si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamiento de mi Padre y permanezco en su amor”.
Ahora te invito a que medites con profundidad algunos pensamientos.
- “Como el Padre me amó yo os he amado”. Aunque no pertenece la frase a este párrafo, es la clave para entenderlo mejor: Jesús nos ama con la misma ternura que el Padre lo ama a Él.
- Para permanecer en Cristo y con Él, tenemos que guardar los mandamientos de Jesús como Él los del Padre: piensa que Jesús te quiere semejante a Él también en esto.
- El mandamiento nuevo, el mandamiento de Jesús es el amor, pero como el de Él. Una vez más nos damos cuenta cómo quiere que nos parezcamos a Él, para que el Padre Dios nos ame como ama a Jesús: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.
- Por otra parte, en el Evangelio vemos cómo Jesús nos da las dos grandes pruebas de su amistad: Dar la vida física: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” y en segundo lugar “os llamo amigos porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer”. No olvidemos que “la vida eterna consiste en conocer al Padre y a su enviado Jesucristo”.
Sigue meditando por tu cuenta, este hermosísimo capítulo quince de San Juan.
Terminamos con las últimas palabras de hoy: “esto os mando: que os améis unos a otros”.
Un saludo especial para las mamás que son las que mejor nos recuerdan la ternura de Dios para con nosotros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo