28 de mayo de 2015

Reflexión Dominical sobre la Santísima Trinidad, ciclo B

LA SANTÍSIMA TRINIDAD

A veces entre los católicos nos reímos porque hay personas muy ignorantes en la fe (más o menos instruidas en lo humano) que si se les pregunta quién es la Santísima Trinidad contestan mostrando un desconocimiento total.
- Por ejemplo dicen: es una Virgen.
- Ah, la imagen del viejito.
- Una vez me contestó una persona, en concreto: Ah, sí, tres: Santa Rosa, San Martín y la Virgen María.
Qué pena que sepamos tan poco.
Permíteme, amigo, un consejo antes de seguir adelante. Pregúntate a ti mismo: ¿qué sé yo en cuanto a la Santísima Trinidad?
Veamos ahora las enseñanzas de la liturgia en esta fiesta muy especial de la Santísima Trinidad.
Reflexiona y goza pensando qué grande es nuestro Dios.
*    La oración colecta, es decir la que recoge las enseñanzas fundamentales del día.
Recordamos en ella que el Padre ha enviado al mundo la Palabra de la verdad, es decir, a su Hijo encarnado en el seno de Santa María y al Espíritu de santificación el día de Pentecostés. Ambos nos revelan el admirable misterio de la Santísima Trinidad. Por eso le pedimos tres cosas importantes para nuestra vida de fe:
-          “Profesar la fe verdadera”, es decir, el tesoro maravilloso de la revelación.
-          “Conocer la gloria de la eterna Trinidad”;  glorificar a Dios es la misión más grande de toda criatura.
-          “Y adorar su unidad todopoderosa”, es decir que, siendo Tres Personas, es un único Dios y cada una de las Personas es todopoderosa.
*    El prefacio del día es también la presentación del gran misterio trinitario.
Así nos enseña que el Padre, “con su Hijo y el Espíritu Santo es un solo Dios, un solo Señor; pero no una sola persona sino que son tres Personas distintas en una sola naturaleza, es decir en un solo Dios.
Por eso, lo que creemos respecto a la gloria del Padre, porque así Él mismo nos lo ha revelado, lo afirmamos tanto del Hijo como del Espíritu Santo, sin ninguna distinción.
Por eso nuestra fe nos lleva a adorar tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad”.
Como ves, si te preguntan quién es la Santísima Trinidad, la liturgia te está dando unas respuestas muy claras para tu meditación y para que puedas enseñar a otros.
De todas maneras el misterio de la Santísima Trinidad no solamente es profundo sino lo más maravilloso de nuestra fe.
*    El Deuteronomio, que como sabemos pertenece todavía al Antiguo Testamento, nos habla de la grandeza del Dios de Israel.
Nos presenta las maravillas de Dios, pero no la Santísima Trinidad, porque era un misterio desconocido para ellos.
Podemos  reflexionar cómo resalta la gloria de Dios:
“¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído la voz del Dios vivo hablando desde el fuego y haya sobrevivido?; ¿algún Dios intentó jamás venir a buscarse una nación entre las otras por medio de pruebas, signos, prodigios y guerra, con mano fuerte y brazo poderoso?”
A continuación presenta el corazón de la fe del Antiguo Testamento que es el monoteísmo:
“Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro”.
*    Salmo (32). Dichoso tú, amigo, porque tú perteneces a la herencia de Dios, Dios es mi herencia:
“Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad”.
Como ves, Dios, ya desde el Antiguo Testamento nos advierte que Él es quien nos ha escogido.
Reflexiona personalmente, en las enseñanzas del salmo, mientras repites el estribillo.
*    San Pablo enseña a los romanos que este Dios tan grande es nuestro Padre y nosotros sus hijos. ¿Por qué?
“Habéis recibido no un espíritu de esclavitud para recaer en el temor (recuerda que un cristiano no puede vivir del miedo) sino un espíritu de hijos adoptivos que nos hace gritar: ¡Abbá, Padre!”.
Ahora el Espíritu y nuestro espíritu han llegado a ponerse de acuerdo, para decir que somos hijos de Dios.
Ser hijo de Dios comporta también una herencia. Nuestra herencia es Dios y la compartimos con Cristo “si sufrimos con Él para ser también con Él glorificados”.
*    El Evangelio de San Mateo se ha escogido en este día porque en él hay una manifestación trinitaria cuando Jesús, antes de subir al cielo, les dice a los suyos:
“Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.
Desde entonces en la Iglesia todo se hace “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Pero sobre todo, el bautismo cristiano se hace en nombre de la Santísima Trinidad como te lo hicieron a ti, cuando derramando el agua, pronunciaron las palabras que mandó Jesús.
Como ves, cuánta riqueza nos ha dejado el Señor al revelarnos el misterio más grande de nuestra fe: la Santísima Trinidad. Recuerda siempre que la Trinidad Santa habita en tu corazón: “Vendremos a él y haremos nuestra morada en él”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

21 de mayo de 2015

REFLEXIÓN DOMINICAL PARA PENTECOSTÉS, CICLO B


CAMINEN SEGÚN EL ESPÍRITU: PENTECOSTÉS

Celebramos hoy la gran Fiesta de Pentecostés, es decir, del día en que el Padre y el Hijo enviaron el Espíritu Santo prometido a la Iglesia.
*    La carta que hoy nos dirige el apóstol San Pablo comienza así:
“Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne; pues la carne desea contra el Espíritu y el Espíritu contra la carne. Hay entre ellos un antagonismo tal que no hacéis lo que quisierais. En cambio, si os guía el Espíritu, no estáis bajo el dominio de la ley”.
Los frutos del Espíritu, es decir lo que produce el Espíritu Santo en el corazón que colabora con Él, son: “amor, alegría, paz, comprensión, servicialidad, bondad, lealtad, amabilidad, dominio de sí”.
La finalidad con que uno planta los árboles es poder gozar de su fruto, que es lo más importante.
Lo que quiere decir Pablo con esta comparación, por consiguiente, es que lo más exquisito que produce el Espíritu de Dios en nosotros y por lo que sabemos que Él actúa en nosotros, son sus “frutos”.
Pablo termina el párrafo de hoy con la misma idea con la que empezó:
“Si vivimos por el Espíritu marcharemos tras el Espíritu”.
Qué buen gusto ha tenido Dios porque no solo tiene amor… “es amor”.
“Dios es amor” y a ese amor infinito que se tienen por igual las tres Divinas Personas, lo llamamos Espíritu Santo.
¿Quieres amor verdadero?  Pídeselo al Espíritu Santo.
*    La primera lectura describe lo que aconteció el día de Pentecostés.
En el relato debemos descubrir dos cosas:
Una externa, que no tiene tanta importancia, pero que la hace el Espíritu para llamar la atención a fin de que se congregue la multitud y así puedan conocer, todos, su presencia: ruido, viento, lenguas de fuego, don de lenguas.
La otra, interior y profunda, es la importante: “se llenaron todos del Espíritu Santo”.
¡Qué simple y sencillo!
Pero esta presencia constituía la realización de las promesas sobre el Mesías.
Ojo amigos, hay muchas personas que se fijan, desean y hasta piden esas cosas externas y lógicamente su vida sigue siendo vacía y superficial.
Pidamos el Espíritu Santo, con la Iglesia, en la preciosa “secuencia” de hoy, que comienza así:
“Ven Espíritu Divino, manda tu luz desde el cielo. Padre amoroso del pobre… Ven, dulce huésped del alma… entra hasta el fondo del alma, Divina Luz y enriquécenos… Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo… reparte tus siete dones…”
*    Rezamos el salmo 103. Mientras tanto meditamos esta pequeña oración que tantas veces hemos repetido en los grupos de la Iglesia católica:
“Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”.
Por todo esto bendecimos al Señor y lo glorificamos.
*    Jesús promete el Espíritu Santo y con Él la seguridad de que Jesús es el enviado de Dios:
“Cuando venga el Defensor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí”.
Con la fuerza del Espíritu Santo también nosotros daremos testimonio de Jesús porque desde el principio estamos con Él.
Me imagino que con esto podemos pensar que Jesús espera que demos testimonio de Él “porque desde el principio estáis conmigo”. Esto podemos entenderlo porque la mayor parte fuimos bautizados de pequeñitos.
Hemos de pensar también que Jesús, en aquel momento, quería decir muchas cosas a los discípulos porque ellos habían de ser los que continuarían a través de los siglos todo su plan de salvación.
Pero como buen pedagogo sabía que no eran capaces de aprender y guardar tantas maravillas en su corazón.
Por eso les advierte: “Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena”.
La ventaja de todo esto es que lo que enseña el Espíritu es lo mismo que lo que enseña Jesús y lo mismo que el Padre Dios quiere confiarnos.
Esa es la comunión plena de la Trinidad. Por eso puede decir Jesús: “hablará lo que oye y os comunicará lo que está por venir… Recibirá de mí lo que os irá comunicando”.
Cada una de estas frases debemos meditarla si queremos entender un poco las maravillas del misterio trinitario.
Para explicarlo mejor Jesús añade:
“Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”.
Gritemos desde lo más profundo de nuestro ser en estos días:

¡Ven, Espíritu Santo, amigo y Dios verdadero con el Padre y el Hijo!
Gracias porque eres el Huésped oculto de mi corazón.
Allí donde nada ni nadie puede entrar,
estás tú amándome y aconsejándome
 para que haga lo que me puede hacer feliz
a mí mismo y a los míos.
Entra en el hondón del alma y quema la miseria que cargo.
Haz que el amor más puro incendie mis mejores sueños para hacerlos realidad.
Divina Luz, riega, lava, sana, guíame por Cristo al Padre.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

14 de mayo de 2015

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, CICLO B

LA ASCENSIÓN

¿Querido amigo, sabías que tú tienes un nombre en la Biblia?
¿Sabías también que te habían escrito dos libros?
Pues es cierto y fue San Lucas el que te escribió.
*   Quizá no te has fijado, pero hoy, cuando leas los Hechos de los apóstoles, fíjate bien porque dice:
“En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo”.
No es ninguna broma porque el nombre Teófilo significa “amigo de Dios” y nos dicen que el destinatario pudo ser un hombre importante que se llamaba así, o que Lucas escribía con este nombre a todos sus futuros lectores.
Por si no lo has hecho, te aconsejo que leas con cariño y gratitud ambos libros, el tercer Evangelio y los Hechos de los apóstoles.
En el párrafo de hoy se describe la despedida de Jesús y la subida al cielo.
Una vez que comían juntos, les da Jesús unos consejos, pidiéndoles que esperen en Jerusalén la venida del Espíritu Santo.
No hay duda de que todo lo humano tiene sus amarguras y precisamente, cuando Jesús está para subir al cielo le hacen la pregunta otras veces repetida:
“¿Señor, es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?”
Jesús, disimulando el posible sufrimiento por la incomprensión que encierra la pregunta, aprovecha para aclararles de otra cosa. Solamente el Padre conoce los tiempos y fechas:
-          Se pregunta al médico cuánto tiempo va a vivir el enfermo.
-          Se habla del terremoto y con inquietud se pregunta cuándo llegará.
-          Muchos especulan sobre el fin del mundo.
Jesús ya nos dio la respuesta a todas esas preguntas: solo el Padre lo sabe.
Después Jesús empieza a elevarse y una nube lo oculta.
Los apóstoles miran envidiosos la nube que les oculta a Jesús, esperando que, pasada la nube puedan verlo de nuevo.
Pero unos hombres vestidos de blanco les advierten que lo verán volver al final de los tiempos, de una manera similar.
Ahí quedó el pedido de Jesús, advirtiéndoles que recibirán el Espíritu Santo “para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines del mundo”.
Estos confines del mundo, según Isaías (49,6) se refieren a los gentiles. Pronto harán los apóstoles esta predicación.
Jesús sube al cielo y María queda con los apóstoles.
*    El salmo responsorial (46) parece que estuviera escrito desde hace siglos para la fiesta de la Ascensión:
“Dios asciende entre aclamaciones, el Señor al son de trompetas.  Pueblos todos batid palmas. Aclamad con gritos de júbilo… tocad para Dios, tocad; tocad para nuestro Rey porque el Señor es el Rey del mundo”.
*    Pablo en su carta advierte que escribe en uno de los momentos que dan más autoridad a una persona. Está en la cárcel por Cristo.
Nos exhorta para que andemos “como pide la vocación a la que hemos sido convocados”.
Y nos ofrece una serie de consejos:
“Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz”.
El motivo por el cual Pablo insiste en la unidad es fundamentalmente este:
“Un solo Señor, una fe, un bautismo. Un Dios, Padre de todo, que lo trasciende todo, y lo penetra todo, y lo invade todo”.
Por eso la Iglesia insiste en que busquemos la unidad entre todos.
No debemos olvidar que todas las diferencias (carismas, diversidad de dones, etc)  proceden de Cristo y del Espíritu Santo que Él nos regaló.
*    El Evangelio que corresponde a este día es el de San Marcos que nos relata los últimos momentos de Jesús en este mundo.
Les dice que “vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio a toda la creación”.
Marcos no se refiere solo a los hombres, como lo hace Mateo, sino que se refiere a toda la creación. Por eso, en la historia de los santos, hemos visto cómo algunos de ellos hablaban a los pájaros, los peces, los árboles del bosque…
Algo que llama la atención es que, cuando Marcos nos dice que los apóstoles se fueron a predicar por todo el mundo, “el Señor cooperaba con ellos, confirmando la Palabra con las señales que los acompañaban”. Y estas señales eran las prometidas por Jesús:
“Echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos” y los enfermos quedarán sanos.
La historia de la Iglesia también nos presenta a muchos santos que han hecho todos estos signos y aún mayores.
En fin de cuentas, Jesús lo había prometido también en la última cena:
“Harán las obras que yo he hecho y aún mayores”.
Terminemos con las bellas palabras de Pablo que leímos el día de Pascua:
“Si han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba donde está Cristo sentado a la derecha del Padre”.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

7 de mayo de 2015

VI domingo de Pascua, Ciclo B

EL AMOR DE DIOS VA POR DELANTE

Hasta que se descubren los criterios de Dios, andamos con los nuestros que nos parecen siempre los mejores.
*   Pedro, como buen judío, piensa que la salvación que ha traído Jesús sigue el mismo camino de la revelación en el Antiguo Testamento: todo y solo para Israel.
Pero, un buen día, Dios le presenta en una visión un mantel bien provisto de toda clase de animales para que los coma.
Pedro se niega: “de ningún modo, Señor; nunca comí cosa profana e impura”.
Tres veces Dios le hace ver la misma visión. A Pedro se le caen sus principios cuando oye:
“Lo que Dios ha purificado, tú no lo consideres profano”.
En ese momento llegan unos enviados de Cornelio, que es un centurión romano y no pertenece, por tanto, a la religión judía.
Le piden que vaya a su casa. Pedro no entiende, pero el Espíritu Santo le dice:
“Ponte en camino con ellos sin dudar, pues yo los he enviado”.
Pedro va. Y queda con la boca abierta cuando ve que el Espíritu Santo cayó sobre todos los que había en la casa de Cornelio escuchando sus palabras.
No acababa de entender pero él mismo dijo:
“¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?”
Es interesante que no es Pedro el que los bautiza sino que manda a sus acompañantes que bauticen a la familia y amistades de Cornelio en el nombre de Jesucristo.
*   El salmo responsorial canta la grandeza del Señor que se revela, no solamente al pueblo judío, sino que da la salvación a todas las naciones:
“El Señor revela a las naciones su salvación”.
Y a continuación nos invita a todos, y así lo haremos en la Santa Misa, a “cantar al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas… El Señor da a conocer su victoria… los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor tierra entera; gritad, vitoread, tocad”.
Podríamos irnos a la casa del Cornelio para cantar este himno de alabanza. Lo entenderíamos mejor en este domingo.
*   En la segunda lectura San Juan sigue hablándonos del amor:
“Amémonos unos a otros ya que el amor es de Dios y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios”.
Tenemos que tener presente que lo importante “no es que nosotros hayamos amado a Dios sino  que Él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados”.
Esto es muy importante porque a veces nos creemos algo así como que Dios debe estar contento porque lo amamos. En realidad el amor de Dios siempre va por delante y el nuestro es solo una respuesta a su entrega.
*   El versículo aleluyático nos recuerda que nuestro amor a Dios lo manifestamos cuando “guardamos la Palabra de Dios”. Guardando la Palabra estamos guardando al Verbo de Dios y así ¡el Padre ama al Verbo dentro de nosotros!
Esta presencia de la Palabra y del Padre nos hace verdadero templo de Dios:
“Mi Padre lo amará y vendremos a Él”.
*   El Evangelio es continuación del capítulo quince de San Juan y sigue insistiendo en el verbo permanecer que resaltamos el domingo pasado, repitiendo tres veces el mismo verbo:
Permanecer en mi amor... si guardáis mis mandamientos permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamiento de mi Padre y permanezco en su amor”.
Ahora te invito a que medites con profundidad algunos pensamientos.
- “Como el Padre me amó yo os he amado”. Aunque no pertenece la frase a este párrafo, es la clave para entenderlo mejor: Jesús nos ama con la misma ternura que el Padre lo ama a Él.
- Para permanecer en Cristo y con Él, tenemos que guardar los mandamientos de Jesús como Él los del Padre: piensa que Jesús te quiere semejante a Él también en esto.
- El mandamiento nuevo, el mandamiento de Jesús es el amor, pero como el de Él. Una vez más nos damos cuenta cómo quiere que nos parezcamos a Él, para que el Padre Dios nos ame como ama a Jesús: “que os améis unos a otros como yo os he amado”.
- Por otra parte, en el Evangelio vemos cómo Jesús nos da las dos grandes pruebas de su amistad: Dar la vida física: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” y en segundo lugar “os llamo amigos porque todo lo que he oído de mi Padre os lo he dado a conocer”. No olvidemos que “la vida eterna consiste en conocer al Padre y a su enviado Jesucristo”.
Sigue meditando por tu cuenta, este hermosísimo capítulo quince de San Juan.
Terminamos con las últimas palabras de hoy: “esto os mando: que os améis unos a otros”.
Un saludo especial para las mamás que son las que mejor nos recuerdan la ternura de Dios para con nosotros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo