19 de marzo de 2015

V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B


LA AGONÍA DE GETSEMANÍ CONTADA POR SAN JUAN
Hoy Jeremías profeta nos da una enseñanza extraordinaria.
Todos sabemos que Dios hizo varias alianzas con el pueblo de Israel. Y aún antes de constituirse como pueblo las hizo con Noé, con Abraham y otros muchos.
Pero la más conocida y a la que alude Jeremías es la que “hice con sus padres cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza aunque yo era su Señor”.
Dios, sin embargo, siempre fue fiel.
En concreto ahora profetiza una bellísima alianza que, sin duda, alude de una u otra manera a la alianza de Jesús en la última cena:
“La sangre de la nueva y eterna alianza”.
Esa alianza tendrá una ley que no viene en papeles ni en piedras sino que “está grabada en el corazón de todos”.
La llevará cada uno; y lo más bello es que no vendrá nadie a preguntar porque “todos me conocerán, desde el más pequeño al grande”.
Entonces, y también hoy, dice Dios: “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.
Hermanos, amigo, hermana: Dios es tuyo. ¿Y tú, eres de Él?
* En el salmo responsorial pedimos un corazón puro:
“Oh Dios, crea en mí un corazón puro”.
Son palabras tomadas del Miserere (salmo 50) con el que el gran santo, el profeta David, nos enseñó a todos a pedir perdón después del pecado:
“Renuévame por dentro con espíritu firme”.
* La carta a los Hebreos alude a la agonía de Jesús en Getsemaní y “cómo con gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte”.
Sin embargo se sacrificó del todo por obediencia al Padre. Así mereció la salvación “para todos los hombres que le obedecen”.
Cuánto debemos meditar para que brote en nosotros la gratitud y fidelidad a nuestro Redentor. Para ello es bueno este tiempo de cuaresma.
* El Evangelio alude también a la hora de Getsemaní.
Incluso suele decirse que la oración del huerto que cuentan los sinópticos, la narra, en este pasaje, el evangelista San Juan a su manera.
El momento cumbre del relato bíblico es así:
“Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu  nombre”.
(Recuerda la oración del huerto: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”)
En ese momento se oyó la voz del Padre que decía desde el cielo: “lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.
El evangelista dice que la gente no entendió y le pareció que había oído como un trueno.
Jesús tuvo que explicar que se trataba de su muerte redentora:
El Padre ha hablado para ustedes: “Esta voz no ha venido por mí sino por vosotros”.
Es el momento de la derrota de los que se creían dueños del mundo:
“Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera”.
A continuación Jesús dice solemnemente:
“Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”.
“Ser levantado” aludía a la crucifixión. Con ello Jesús da a entender que cuando sea crucificado y resucite, la humanidad se volverá hacia Él definitivamente. Será su glorificación y la salvación de la humanidad.
Jesús habla también hoy de la necesidad de morir para volverse fecundo.
Así le pasó a Él y les pasará a los suyos:
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto”.
Jesús explica cómo debemos aprovechar este ir muriendo. Parece una contradicción pero es así:
“El que se ama a sí mismo se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”.
Aclarando esta frase, podemos decir que nuestra salvación consiste en colocar a Dios y su voluntad santa en el sitio que le corresponde. Es decir, el primero en todo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo