5 de marzo de 2015

III Domingo de Cuaresma, Ciclo B

EL CAMINO A LA FELICIDAD:
LOS MANDAMIENTOS POR AMOR
Los tres ciclos A, B y C tienen para este tercer domingo de cuaresma una lectura propia para el Evangelio. Pero en los tres se permite leer el Evangelio del ciclo A, que nos ha dejado san Juan sobre el encuentro de Jesús con la samaritana.
Este es el Evangelio que  meditaremos nosotros.
* El Éxodo.
Los mandamientos o decálogo son diez consejos de Dios para que encontremos la felicidad. Los meditamos un poco a nuestro aire:
Para estar bien con Dios
- Amarlo porque todo se lo debemos a Él y adorarlo como único Dios y Señor.
- Hablar bien de nuestro Dios.
- Y dedicarle un día (sábado significa descanso) para fomentar la amistad con Él.
Para estar bien con el prójimo
- Con los padres, buenas relaciones de amor y respeto.
- Con el propio cuerpo y el de los demás, cuidarlo, no mutilarlo ni menos todavía matarlo.
- Cuidar el maravilloso don de la sexualidad, según el fin natural del mismo.
- Respetar lo que es del otro.
- Defender la verdad y no mentir.
- No exponerse deseando lo que no le pertenece a uno (personas o cosas): detrás de lo que codiciamos se van el corazón y las manos.
Para conseguirlo sólo hay un secreto: el amor
En estos mandamientos está la felicidad personal y de la sociedad.
Lo dijo Jesús: “El que me ama guardará mis mandamientos”.
Se guarda lo que se ama.
Si no hay amor sobran los mandamientos.

* El salmista ama la ley del Señor y le canta porque es “perfecta y descanso del alma”.
La ley de Dios trae alegría, es luz, “lámpara para el camino”.
Para él los mandamientos son más preciosos que el oro y más dulces que la miel.
Recordando las enseñanzas de Jesús repetiremos con san Pedro, después de cada versículo:
“Señor, tú tienes palabras de vida eterna”.

* El Evangelio que comento es el capítulo 4 de san Juan.
Meditemos unos puntos sueltos sobre las tres partes del mismo:
El diálogo de Jesús con la samaritana, diálogo con los apóstoles y escena final en la que todos aclaman a Jesús.
Es bueno que tú mismo te metas en las tres escenas para aprovecharlo mejor.
- Cada uno defiende su agua.
La mujer su cántaro, el pozo, el balde, la tradición sobre Jacob y el esfuerzo diario por llevarla a su casa.
Jesús exalta el poder del agua viva que podemos entender como la gracia divina, la revelación o bien el Espíritu Santo, según explicará Juan (7,38).
Al fin vence Jesús y la mujer le dice:
“Dame esa agua” así no tendré más sed ni tendré que venir aquí a sacarla.
- Respecto a los cinco maridos es claro que se refiere a la vida de la mujer pero también hay por lo menos una alusión clara a los samaritanos que dejando al Dios único habían importado de Asiria cinco dioses, culto evidentemente contrario a la ley.
El momento cumbre de la conversación con la samaritana es cuando Jesús le revela su propio secreto, al decir la mujer:
“Sé que va a venir el Mesías, el Cristo; cuando venga Él nos lo dirá todo” y Jesús contesta:
“Soy yo, el que habla contigo”.
- En cuanto a la conversación con los apóstoles resaltamos la revelación de Jesucristo sobre Él mismo y su actividad:
“Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y llevar a término su obra”.
- En esta tercera parte admiramos el ímpetu misionero de la samaritana que supo convencer a los hombres de Sicar para que fueran hasta Jesús, escucharlo, invitarlo a estar con ellos en el pueblo y proclamar al final:
“Ya no creemos por lo que tú dices; nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es el Salvador del mundo”.
Es de notar que éste es el título que da Isaías (45,21) a Dios:
“Yo soy un Dios justo y salvador y no hay ninguno más”.
Nuestra meditación de hoy la podemos completar con el versículo que precede al Evangelio:
“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en Él tiene vida eterna”.
¿Cómo has respondido tú al amor inmerecido que te tiene el Creador y te invita para que puedas ser feliz al cumplir sus mandamientos por amor?
El resumen de los mandamientos lo aprendimos de pequeños:
“Estos diez mandamientos se encierran en dos: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo