27 de marzo de 2015

DOMINGO DE RAMOS, "DE LA PASIÓN DEL SEÑOR"


¿RAMOS SÍ O RAMOS NO?
* El pórtico de Marcos en la procesión antes de la Misa:
- “El Señor lo necesita”. Entonces se trataba de un pollino. ¿Has pensado si Dios necesita de ti para algo más importante que lo que haces?
Se lo permitieron. ¿Y tú?
- Mantos sobre el burrito y alfombras a su paso:
Se despojan del manto indispensable en su vida. Solo fue un momento. Pero se les convirtió en reliquia.
- Los niños cantaban: “¡Hosanna!” “¡Bendito!”
* Los ramos
La historia nos cuenta que un domingo de Ramos Santa Rosa lloraba desconsolada ante la imagen de la Virgen del Rosario, porque el sacerdote no le había dado una palma.
El niño Jesús, que tenía en brazos la Virgen, la consoló con algo mejor, porque ese día le dijo las palabras más íntimas y profundas, con un compromiso mayor:
“Rosa de mi corazón sé mi esposa querida”.
Esto nos hace ver que, si se hace  con fe y profundidad, los ramos pueden tener un profundo significado en nuestra vida de compromiso con Dios.
Llevar el ramo por las calles, sea de palmera o de olivo, es un compromiso público que debemos aprovechar ya que muchos hermanos nuestros, en los países donde hay persecución, no los llevarán en su vida e incluso muchos de ellos recibirán la palma pero del martirio.
* Aclamando al Señor
Les invito a gritar en la procesión, en nombre de los que no pueden hacerlo; y gritar fuerte a Dios:
“¡A gritos y con lágrimas! (como decía San Pablo la semana pasada): “¡Hosanna!”
Esta palabra significa “sálvanos” (aunque de tanto repetirla en las fiestas incluye un sentido de alabanza gozosa).
Y gritemos también con el salmo 118 que desde entonces ha sido incluido en el prefacio:
“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”
* Quiénes aclamaron
Los que aclamaron a Jesús no fueron los ciudadanos de Jerusalén sino los que “subían desde Galilea”.
El verbo “subir” significa que Galilea está 200 metros bajo el nivel del mar, y Jerusalén 760 snm.
Venían, por tanto, subiendo con Jesús y siendo testigos de las maravillas que iba realizando en el camino. Llenos de entusiasmo lo aclamaron al llegar a la capital.
Por consiguiente no fueron, como nos recuerda el Papa Benedicto, los mismos que el Viernes Santo gritaron ante Pilato: “¡Muera, crucifícalo!”
* El prefacio
El de este domingo nos dice que Jesús “siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales.
De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa y, al resucitar, fuimos justificados”.
* El salmo responsorial es el 21 que es un salmo mesiánico que nos recuerda los sentimientos y palabras que Cristo dijo en la cruz:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.
* El profeta Isaías nos presenta una imagen del siervo del Señor humillado:
“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba, no me tapé el rostro ante ultrajes y salivazos. El Señor me ayuda”.
* San Pablo en la carta a los Filipenses, de una manera concisa y maravillosa, nos presenta lo mismo que Isaías, resumiendo así la historia de Jesús, el siervo verdadero que, “se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos… Obediente hasta la muerte y muerte de cruz”.
Y como la Escritura nos enseña que el que se humilla será ensalzado, ya que Jesús se humilló más que ninguno, fue glorificado también como nadie, recibiendo el “Nombre-sobre-todo-nombre para que al nombre de Jesús toda lengua proclame: ¡Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre!”
* La pasión
Cada ciclo tiene su evangelista.
El de hoy es San Marcos.
Su lectura es larga pero tú piensa en cada detalle que cuenta el evangelista que amó mucho a Jesús, hasta dar la vida por Él. Entonces te aprovechará más la lectura.
Te aconsejo que en cada detalle vayas repitiendo estas palabras: ¡así se ama!
A ver si tú y yo aprendemos a amar.
La verdad es que todos hablamos de amor pero solo Dios es la fuente del amor y sabe amar de verdad. Precisamente por eso se encarnó Jesús para que aprendamos qué es el amor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

19 de marzo de 2015

V DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B


LA AGONÍA DE GETSEMANÍ CONTADA POR SAN JUAN
Hoy Jeremías profeta nos da una enseñanza extraordinaria.
Todos sabemos que Dios hizo varias alianzas con el pueblo de Israel. Y aún antes de constituirse como pueblo las hizo con Noé, con Abraham y otros muchos.
Pero la más conocida y a la que alude Jeremías es la que “hice con sus padres cuando los tomé de la mano para sacarlos de Egipto: ellos quebrantaron mi alianza aunque yo era su Señor”.
Dios, sin embargo, siempre fue fiel.
En concreto ahora profetiza una bellísima alianza que, sin duda, alude de una u otra manera a la alianza de Jesús en la última cena:
“La sangre de la nueva y eterna alianza”.
Esa alianza tendrá una ley que no viene en papeles ni en piedras sino que “está grabada en el corazón de todos”.
La llevará cada uno; y lo más bello es que no vendrá nadie a preguntar porque “todos me conocerán, desde el más pequeño al grande”.
Entonces, y también hoy, dice Dios: “yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo”.
Hermanos, amigo, hermana: Dios es tuyo. ¿Y tú, eres de Él?
* En el salmo responsorial pedimos un corazón puro:
“Oh Dios, crea en mí un corazón puro”.
Son palabras tomadas del Miserere (salmo 50) con el que el gran santo, el profeta David, nos enseñó a todos a pedir perdón después del pecado:
“Renuévame por dentro con espíritu firme”.
* La carta a los Hebreos alude a la agonía de Jesús en Getsemaní y “cómo con gritos y con lágrimas presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte”.
Sin embargo se sacrificó del todo por obediencia al Padre. Así mereció la salvación “para todos los hombres que le obedecen”.
Cuánto debemos meditar para que brote en nosotros la gratitud y fidelidad a nuestro Redentor. Para ello es bueno este tiempo de cuaresma.
* El Evangelio alude también a la hora de Getsemaní.
Incluso suele decirse que la oración del huerto que cuentan los sinópticos, la narra, en este pasaje, el evangelista San Juan a su manera.
El momento cumbre del relato bíblico es así:
“Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si para esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu  nombre”.
(Recuerda la oración del huerto: “Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad”)
En ese momento se oyó la voz del Padre que decía desde el cielo: “lo he glorificado y volveré a glorificarlo”.
El evangelista dice que la gente no entendió y le pareció que había oído como un trueno.
Jesús tuvo que explicar que se trataba de su muerte redentora:
El Padre ha hablado para ustedes: “Esta voz no ha venido por mí sino por vosotros”.
Es el momento de la derrota de los que se creían dueños del mundo:
“Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera”.
A continuación Jesús dice solemnemente:
“Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí”.
“Ser levantado” aludía a la crucifixión. Con ello Jesús da a entender que cuando sea crucificado y resucite, la humanidad se volverá hacia Él definitivamente. Será su glorificación y la salvación de la humanidad.
Jesús habla también hoy de la necesidad de morir para volverse fecundo.
Así le pasó a Él y les pasará a los suyos:
“Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere da mucho fruto”.
Jesús explica cómo debemos aprovechar este ir muriendo. Parece una contradicción pero es así:
“El que se ama a sí mismo se pierde y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna”.
Aclarando esta frase, podemos decir que nuestra salvación consiste en colocar a Dios y su voluntad santa en el sitio que le corresponde. Es decir, el primero en todo.
José Ignacio Alemany Grau, obispo

12 de marzo de 2015

IV DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

El Evangelio del ciclo B nos presenta hoy el encuentro de Jesús con el anciano Nicodemo. 
Nos enseña el amor infinito de Dios que “amó tanto al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”. 
Pero, con el permiso que nos da en este día la liturgia oficial, vamos a comentar el capítulo nueve de san Juan. 
Es bellísimo. 
Además se trata del único joven que se lo jugó todo por Jesús; hasta llegar a ser excomulgado. 
El prefacio nos presenta de esta manera la escena, pasando de la reflexión de la luz de los ojos a la luz de la fe: 
“(Jesucristo) que se hizo hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe y a los que nacieron esclavos del pecado los hizo renacer por el bautismo, transformándolos en hijos adoptivos”. 
Veamos las distintas partes del relato: 

* El milagro maravilloso. La curación del ciego de nacimiento. 
Hay que advertir que el joven no vio a Jesús porque recobró la vista después de lavarse en la piscina de Siloé. 
Discusiones entre el ciego y los vecinos.  
Discusiones simples de los sencillos que admiran el milagro sin prejuicios y preguntan cómo ha sido. La respuesta sencilla también del joven que explicó: “ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé y empecé a ver”. 
Discusiones entre los fariseos y el ciego. 
Los fariseos, aparte de los prejuicios contra Jesús porque se va haciendo más famoso y aceptado que ellos, están felices porque ya tienen motivo para acusarlo: “curó en sábado”. 
El joven explica de nuevo con sencillez y manifiesta su seguridad de que Jesús es un profeta. 
Los fariseos y los padres del ciego. 
Los fariseos llaman a los padres del joven y preguntan. Ellos ven la malicia y se lavan las manos diciendo: preguntádselo a él que es mayor y puede explicarse”. 
Segundo encuentro de los fariseos con el que fue ciego. 
Llaman al que había sido ciego para conseguir que cambie de opinión y no haga más famoso a Jesús ante el pueblo. 
Quieren que diga a todos que Jesús es un gran pecador. 
El muchacho descubre que se trata de celos y envidias y se mantiene valiente defendiendo a Jesús. 
Y al final arremete contra ellos: “¿a qué viene tanta pregunta? ¿Quieren ustedes también ser sus discípulos?” 
Y les da una lección: “Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad…” 
Los fariseos no soportan la valiente respuesta que los humilla y le dicen: 
“Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?” 
Lo excomulgan pero Jesús sale a su encuentro: 
* Encuentro de Jesús con el que fue ciego. 
“¿Crees tú en el Hijo del hombre?” 
Y el muchacho: 
“¿Y quién es, Señor, para que crea en él?” 
Jesús le descubre: 
“Lo estás viendo. El que te está hablando ese es? 
El joven adora: 
“Creo, Señor”. 
Hermoso ejemplo de un joven valiente y fiel:  
Se lo jugó todo y se encontró con el Todo. 

El libro de las Crónicas nos recuerda la historia de Israel y sus pecados que merecieron el castigo de Dios profetizado por Jeremías. 
Dios los llevó a Babilonia desterrados… hasta que llegó Ciro, rey de Persia, y dio un decreto de libertad para el pueblo de Dios: 
“El Señor… me ha encargado que le edifique una casa en Jerusalén, en Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a su pueblo, ¡sea su Dios con él y suba!” 
El salmo responsorial es precioso: El pueblo de Dios está triste junto a los canales de Babilonia y no quiere cantar porque continuamente recuerda el destierro merecido con sus pecados: 
“Cómo cantar un cántico del Señor en tierra extranjera. Si me olvido de ti, Jerusalén, que se me paralice la mano derecha. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti, si no pongo a Jerusalén en la cumbre de mis alegrías”. 
Pablo nos habla de la misericordia de Dios que, por puro amor, nos ha salvado por medio de Cristo.  
La redención es pura gracia de Dios. 
Nunca hemos merecido el perdón: 
“Somos obra suya. Nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras, que Él nos asignó para que las practiquemos”. 
Será bueno que meditemos hoy si vivimos nuestra fe con la valentía del que fue ciego… o como sus padres que no quisieron comprometerse… o peor aún, como los fariseos que teniendo la luz delante prefirieron las tinieblas. 
 José Ignacio Alemany Grau, obispo