26 de febrero de 2015

II DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

EL SACRIFICIO DE UN PADRE BUENO
Este domingo recordamos más que el sacrificio de Isaac la gran prueba de la fidelidad de Abraham a Dios.
Se trata de un capítulo impresionante del Génesis (22).
Dios lo llama por su  nombre y su respuesta simple sobrecoge: “Aquí me tienes”.
Posiblemente se trata de una actitud que vivía este gran hombre de fe.
A lo largo del relato, veremos cómo repite estas palabras a su propio hijo y al ángel que le habla de parte de Dios, como si se tratara de una actitud clara pero que él mismo no acaba de entender.
El pedido del Señor es muy fuerte y parece el eco de la actitud del Padre Dios con respecto a Jesucristo, camino del calvario:
“Toma a tu hijo único (“tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único”), al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo ahí en sacrificio, en uno de los montes que yo te indicaré”.
Dios le pide el sacrificio de la esperanza de sus veinticinco años. Quiere probar la capacidad de fidelidad y de amor de este anciano que va a ser el padre en la fe de todas las generaciones.
Le pide a Isaac… el “hijo de la risa” de Sara.
El monte Moria, según la tradición judía, es el lugar sobre el que se construyó el templo de Jerusalén. Actualmente la roca del sacrificio inconcluso de Isaac, está ubicada dentro de la mezquita de Omar.
Esta es la tradición, aunque hay algunos que no la aceptan.
El corazón triturado de Abraham, cada vez que el hijo le decía “llevamos el fuego y la leña pero ¿dónde está la víctima?”, en medio de su dolor, no tenía más respuesta que ésta: “Dios proveerá, hijo mío”.
En realidad Dios no quiere sacrificios humanos. Pedirá que le consagren el primogénito porque le pertenece, pero impone la obligación de rescatarlo y no sacrificarlo.
En esto precisamente se distingue de otros pueblos Israel, donde Dios no aceptó nunca sacrificios humanos.
A la prueba más fuerte y definitiva de Abraham, corresponde también la promesa definitiva de Dios:
“Juro por mí mismo –  oráculo del Señor – por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa… Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido”.
Ahora está claro: Abraham puso a Dios por encima de todo y nada ni nadie, ni su propio hijo fue capaz de apartarlo de Dios.
*Salmo responsorial.
Un día dijo Dios a Abraham, su confidente, algo que será esencial en la enseñanza de Jesús:
“Yo soy el todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto”.
(“Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”).
Hoy el salmo nos invita a imitarlo: “caminaré en presencia del Señor en el país de la vida”.
*San Pablo.
Nos advierte que si tenemos a Dios, estamos seguros. Todo lo demás importa poco:
“Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”
“Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta” (santa Teresa).
*El versículo interleccional nos invita a contemplar a Jesús transfigurado, con las palabras del Padre:
“Éste es mi Hijo, el amado, escúchenlo”.
* El Evangelio de Marcos nos presenta la transfiguración como una alegría especial en medio de la cuaresma.
Como este es un momento importante en la vida de Jesús, el 6 de agosto, todos los años en un ambiente más festivo, volvemos a celebrar la transfiguración del Señor.
Algunos detalles del Evangelio de hoy:
Jesús lleva sólo a los predilectos Pedro, Santiago y Juan.
En la aparición están los dos más representativos del Antiguo Testamento: Moisés, que representa la ley, y Elías que es el prototipo de todos los profetas.
El tema de la conversación, como aclara san Lucas, es la “salida” de Jesús de este mundo, es decir, su pascua con su muerte y resurrección.
Encontramos en la escena a la Trinidad Santa:
- El Padre que dice “éste es mi Hijo amado, escuchadle”.
- El Hijo transfigurado.
- El Espíritu Santo en la nube que oculta la escena, según describen los otros sinópticos.
En este día la transfiguración viene oscurecida por las últimas palabras con que Jesús cierra el relato, pidiendo: “no cuenten a nadie lo que han visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Marcos advierte que estas últimas palabras se les quedaron muy grabadas y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.
Buen tema para nuestra reflexión de cuaresma, pensar que Jesús es el gran regalo del Padre bueno que nos dio su Hijo para salvarnos.

José Ignacio Alemany Grau, obispo

19 de febrero de 2015

I DOMINGO DE CUARESMA, CICLO B

LA ALIANZA DE DIOS SE REALIZA EN CRISTO

Jesús “al abstenerse durante cuarenta días de tomar alimento, inauguró la práctica de nuestra penitencia cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del enemigo nos enseñó a sofocar la fuerza del pecado; de este modo, celebrando con sinceridad el misterio de esta pascua, podremos pasar un día a la Pascua que no acaba”.
Las palabras del prefacio de este domingo nos centran en la cuaresma.
En efecto, la cuaresma es cuarenta días de preparación al misterio más grande de nuestra fe:
Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, muerto y resucitado para nuestra salvación.
La tradición bíblica nos presenta la oración, el ayuno y la limosna como signos característicos de purificación.
Precisamente el Evangelio del miércoles de ceniza, con que comenzamos la cuaresma, nos explicaba cómo quiere Jesús que los realicemos para que sean eficaces delante de nuestro Dios.
El ayuno que sea con sencillez para que lo vea Dios y no sean los hombres quienes al vernos nos alaben.
La oración también debe hacerse de tal forma que el Padre, que ve lo secreto, pueda recompensarnos.
Lo mismo pide el Señor para la limosna, con esa bella expresión: “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”.
Hoy meditamos en el amor misericordioso de Dios que a través de la historia de salvación ha hecho diversas alianzas para unirnos a Él.
* La primera lectura nos presenta el pacto de Dios con Noé y con toda la humanidad después del diluvio:
“Esta es la señal del pacto que hago con vosotros, con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo como señal de mi pacto con la tierra”.
Y el arcoíris, que ya existía, se convierte en el signo visible de la alianza de Dios con la humanidad “para siempre”.
* El salmo responsorial nos habla de la misericordia de Dios a quien le decimos:
“Recuerda, Señor, que tu ternura y misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia por tu bondad, Señor”.
También nos advierte el salmo que el Señor es bueno y enseña el camino de regreso a los pecadores.
* San Pedro nos habla de la alianza y reconciliación que Jesús nos ha merecido con su muerte para rehacer nuestra relación con Dios:
“Cristo murió por los pecados una vez para siempre. El inocente por los culpables para conduciros a Dios”.
La grandeza de la muerte de Cristo siempre será un misterio para nosotros porque “como era verdadero hombre lo mataron; pero como poseía el Espíritu fue devuelto a la vida”.
Mediante un párrafo no fácil de entender, san Pedro nos hace ver que la misma alianza que Dios celebró con Noé y su familia, la celebra ahora con la familia cristiana por medio de Jesucristo resucitado.
Para ello tenemos el sacramento del bautismo que nos une definitivamente con Dios.
* Durante el tiempo cuaresmal empleamos en la liturgia el color penitencial, morado, y no oiremos el aleluya hasta el día de la pascua.
Por eso, lo que era el versículo aleluyático se convierte en un sencillo versículo que meditamos antes del Evangelio. El de hoy nos recuerda las palabras de Jesús que nos han quedado en el relato de las tentaciones escrito por Mateo:
“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Es la invitación a profundizar en la Biblia sobre la misericordia de Dios.
* En cuanto al Evangelio, Marcos es muy conciso al hablar de las tentaciones:
“El Espíritu empujó a Jesús al desierto”.
El Señor lleno del Espíritu supera la tentación de satanás que se opondrá durante toda su vida al Reino que Jesús predica.
“Estuvo cuarenta días”, número simbólico que nos indica la perfección de la oración de Cristo.
“Vivía entre alimañas”. Estas palabras traen un eco de la alianza anunciada por Isaías cuando nos dice que en los tiempos mesiánicos el lobo pastará con el cordero, la vaca con el oso, el león comerá paja con el buey, etc.
Es algo así como decir que Jesucristo, verdadero hombre totalmente pacificado, tiene el dominio de toda la creación.
Por otra parte Marcos presenta también a los ángeles sirviendo a Jesús que es Señor de todos ellos.
Después de las tentaciones el evangelista nos recuerda que Jesús, huyendo de Herodes que había arrestado a Juan, se fue a Galilea y ahí comenzó a predicar.
La predicación de Jesús se resume en estas palabras:
“Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed en el Evangelio”.
Estas palabras son la esencia del mensaje cuaresmal que nos presenta la liturgia ya desde el miércoles de ceniza.
Jesús es la personificación del Reino, por tanto Él nos trae la salvación de Dios, la alianza nueva y eterna entre las criaturas y el Creador.
Meditemos en esta temporada la grandeza del don más maravilloso que nos ha dado nuestro Padre: su Hijo, Dios como Él, será nuestro Redentor.
Un motivo muy importante para meditarlo en estos cuarenta días y prepararnos así a vivir con alegría desbordante la Pascua.


José Ignacio Alemany Grau, obispo

13 de febrero de 2015

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO B

SI QUIERES PUEDES
 La primera lectura de hoy nos habla de la lepra. 
El Levítico presenta las enfermedades de la piel, unas más graves que otras, hasta llegar incluso a describir la lepra tal como la conocemos hoy. Entonces la enfermedad era terribleiba consumiendo los miembros poco a poco. Por ello se obligaba al enfermo a separarse de la comunidad y caminar harapiento y despeinado, repitiendo estas duras palabras: ¡impuro, impuro!, por temor al contagio. 
Eran los sacerdotes quienes distinguían la gravedad de las distintas manifestaciones de este mal. 
En efecto, mientras una persona estaba enferma, correspondía al sacerdote declararla impura; lo mismocuando un enfermo se curaba, el sacerdote le permitía regresar a la vida social. 
Los Santos Padres compararon la enfermedad de la lepra con el pecado y a partir de esa realidad, invitaban a la conversión. 
Aprovechemos también nosotros para purificar nuestro corazón y acercarnos limpios a la Eucaristía. 

San Pablo en la carta a los Corintios nos da una regla muy importante para todo cristiano: “hacer todo para gloria de Dios”. 
Esta es la mejor fórmula a la hora de actuar tanto los débiles como los fuertes. 
Por otra parte nos pide que evitemos el escándalo, es decir, evitar que nuestras palabras y sobre todo  que nuestra conducta haga caer en el pecado a otros, especialmente a los más débiles. 
Qué pena que todos tengamos el peligro de escandalizar especialmente a los más débiles en la fe. 
Hoy san Pablse pone como ejemplo para todos nosotros.  
Quiere que como él, en lugar de buscar nuestros intereses, procuremos contentar a todos y así llevarlos por el camino de la salvación.  
De esta forma indirectamente nos enseña cuál es el papel de los santos en la Iglesia: acercarnos a Dios. Imitamos a los santos en lo que ellos hicieron para parecerse a Jesús durante su vida. 
Estas son las palabras de san Pablo. 
“Sed imitadores míos, como yo lo soy de Cristo”. 
Como el apóstol hagamos un esfuerzo para parecernos a Jesús en nuestras palabras, sentimientos y acciones. 

El salmo responsorial nos invita a confiarnos a Dios. En Él encontramos nuestro refugio y fortaleza y sabemos que de Él podemos esperar el perdón de nuestras culpas: 
“Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito. Propuse “confesaré al Señor mi culpa” y tú perdonaste mi culpa y mi pecado”. 
Por eso el salmista nos invita a vivir alegres y gozando en el Señor, aclamándolo con corazón sincero. 
El Evangelio de hoy es muy simple y al mismo tiempo una gran lección que debemos tener en cuenta a la hora de rezar. 
Se trata de un leproso que, como hemos visto, tiene que vivir marginado de la sociedad. 
Contra las normas de su época se acerca a Jesús y le pide de rodillas con este precioso acto de fe: 
“Si quieres puedes limpiarme”. 
Oración bellísima de fe y confianza en el Señor. 
El leproso reconoce el poder de Jesús y sabe que todo depende de su voluntad. 
San Marcos nos dice que Jesús sintió lástima y también, en contra de las prescripciones de la ley, tocó al leproso, y luego le dijo:  “Quiero, queda limpio”. 
A una oración sincera y sencilla le corresponde una respuesta tan breve como eficaz. 
Y el hombre “quedó limpio”. 
El resto es algo que nunca podremos entender, es decir, por qué después de hacer un milagro tan grande y notorio, pedía Jesús que nadie se enterase.  
Jesús le pide al leproso que cumpla la ley y se muestre al sacerdote para que éste, también según la ley, lo declare sano. 
Ahora sería bueno que tú mismo te preguntaras:  
¿Cómo es mi oración?  
¿Preparo extensos discursos para hablar con Dios? 
¿Como decía Jesús, pienso como los paganos que a base de palabrería conseguiré los milagros? 
¿Tengo la oración sencilla del publicano: “Señor, ten compasión de mí que soy un pecador”? 
¿O la de María: “Si hubieses estado aquí no hubiera muerto mi hermano? 
¿O la de la Madre de Jesús: “No tienen vino”? 
Recuerda que a la hora de rezar lo que necesitamos es mucha fe. 

Antes de terminar quiero recordarte que el próximo miércoles comienza la cuaresma que es el día de la ceniza, del ayuno y abstinencia. Como nos dirá el Evangelio del día, Dios no quiere muchas palabras sino que Él, que ve en el secreto del corazón, descubra nuestra sinceridad, nos perdone y purifique.  
José Ignacio Alemany Grau, obispo