4 de julio de 2013

XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C

ALEGRÉMONOS CON EL SEÑOR

Sabemos que la alegría cristiana brota de la gozosa relación con los hombres y sobre todo con nuestro Dios. 

Brota del Espíritu Santo y se convierte en uno de los frutos del mismo Espíritu.

Benedicto XVI, y últimamente Francisco, nos han hablado mucho de la alegría que brota de vivir y conocer y dar a conocer el Evangelio:

“No podemos guardar para nosotros la alegría de la fe: debemos transmitirla”.

Hoy la liturgia nos recuerda varias veces esta alegría.

* Isaías: “Festejad a Jerusalén, gozad con ella todos los que la amáis, alegraos de su alegría…” 

Esta alegría brota de la paz y de los consuelos y ternura de Dios. Muchas veces lo olvidamos:

“Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo… al verlo se alegrará vuestro corazón… la mano de Dios se manifestará a sus siervos”.

* El salmo responsorial nos invita “a aclamar al Señor y cantar himnos a su gloria… y alegrarnos con Dios”.

Todo esto llena de gozo al salmista que nos pide “fieles del Señor, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo”.

Para él el gozo viene también de que Dios escuchó sus súplicas.

* San Pablo nos enseña que “su gloria es la cruz de nuestro Señor Jesucristo” y que incluso lleva en su cuerpo “las marcas de Jesús”, que según algunos serían las llagas de Cristo.

En esta cruz de Jesús está la felicidad de Pablo.

* El Evangelio nos advierte dónde encontrar la verdadera alegría, pero antes meditemos algunos detalles:

- Elección y envío:

Jesús llama a setenta y dos, número simbólico que indica todas las naciones, lo que indica que todos estamos llamados a evangelizar. 

Los envía de dos en dos, ya que según la Escritura: “el testimonio de dos es válido”.

- Jesús sabe que el mundo que debe recibir la noticia del Evangelio es rebelde y con una malicia insospechada. Lo compara con la fiereza del lobo frente a la oveja indefensa… pero los envió, y nos envía también hoy a nosotros: el Evangelio de la salvación debe llegar a todos.

- Antes había pocos evangelizadores. Hoy también. Las vocaciones no las fabricamos los hombres con nuestra propaganda. Sólo las da Dios. Nuestro deber es “rogar al dueño de la mies que mande obreros a su mies”.

Y es que el dueño es quien escoge obreros para su chacra y Dios no ha renunciado a ello.

Nosotros no somos dueños ni de la mies ni de los segadores. Debemos ser gente dispuesta que, a imitación de los setenta y dos, trabajan con amor en la mies.

- Jesús da buenos consejos a los apóstoles para que lleven su mensaje.

¿Cuál es el mensaje que llevan los discípulos de ayer y de hoy? El reino de Dios:

“El reino de Dios está cerca de vosotros”. Y Jesús quiere que no sólo esté cerca sino que entre dentro, como decía a los suyos: “el reino está dentro de vosotros”.

- Los consejos están llenos de sabiduría.

Léelos con paz. Aquí algunos:

Ante todo dice “¡pónganse en camino!”. Ésta es la primera disposición.

El envío es: como “corderos entre lobos”. 

El envío es: pobres “sin talega, ni alforja, ni sandalias…”

En envío es: presurosos. “No os detengáis a saludar a nadie por el camino” para que no olvidemos el servicio que nos puso en movimiento. Esto, además, hace alusión a la costumbre oriental de detenerse siempre que se saluda a una persona y por lo mismo el saludo se hacía interminable.

El envío es: para dejar un mensaje: “Está cerca de vosotros el reino de Dios”.

El envío es: para lleva la paz de Jesús.

- El regreso de los setenta y dos está lleno de alegría: “volvieron muy contentos” por la tarea realizada. Pero Jesús les advierte:

“No estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”.

La conclusión, para ayer y para hoy, es “pónganse en camino”. Es lo que Jesús nos pide a todos.

Es preciso que se conozca que el reino de Dios Padre es para todos los hombres. Sólo así encontrarán la felicidad, la verdadera alegría.

Si nos cuesta, recordemos que la recompensa será abundante.

José Ignacio Alemany Grau, obispo