5 de julio de 2012

XIV Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B

LAS PERSECUCIONES DEL EVANGELIZADOR

“Un buen día dijo Pedro a Jesús: Ya ves; nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué nos va a tocar? Jesús le dijo que… todo el que por mí deja casa, hermanas o hermanos, padre o madre, hijos o tierras, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna”.

Normalmente pensamos que esto es todo lo que Jesús promete al evangelizador, según San Mateo, y olvidamos uno de los detallitos en los que abunda el Evangelio de Marcos.

Él, al repetir esta promesa,completa así:

“Recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más (casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras con persecuciones) y en la edad futura vida eterna”.

Por si acaso alguno prefiere a Mateo y piensa que le basta con las recompensas y no necesita de las persecuciones, veamos lo que nos enseña la liturgia del día.

En primer lugar Ezequiel cuenta lo que le dijo el Espíritu:

“Hijo de Adán, yo te envío a los israelitas, a un pueblo rebelde que se ha revelado contra mí. Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados; a ellos te envío para que les digas: “Esto dice el Señor”. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso, pues son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”.

Como se ve fácilmente, no es un panorama muy agradable el que Dios pone ante el gran Ezequiel.

Por su parte San Pablo, que estaba feliz porque el Evangelio se iba anunciando por todas partes, nos advierte también que no es en las alabanzas y en la aceptación de todos donde está el éxito apostólico.

Él nos cuenta que “para que no tenga soberbia, me han metido una espina en la carne: un ángel de satanás que me apalea para que no sea soberbio”.

El apóstol explica que le molesta esa tentación (que en realidad no sabemos en qué consistió) y por eso “tres veces he pedido al Señor verme libre de él; y me ha respondido:

Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”.

San Pablo, buen trabajador en laviña de Jesús, era muy sacrificado y humilde, por eso asimiló la lección hasta afirmar “muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo”.

Por eso enseña que él vive feliz en medio de insultos, persecuciones y toda clase de privaciones porque ya encontró la solución y, al ofrecer todo por Cristo,las debilidades lo hacen más fuerte.

Hoy también San Marcos nos dice que a Jesús, el mayor evangelizador de todos, se le ocurrió ir a su pueblo a predicar y la reacción de la gente fue: ¿qué nos va a enseñar éste que es del pueblo?… “¡Es el hijo de José el carpintero y de María. Sus primos Santiago, José, Judas y Simón y sus primas son bien conocidas en el pueblo!”.

Es claro que si ellos se escandalizaban porque uno de Nazaretpudiera saber tanto, la reacción de Jesús era totalmente distinta. Le daba pena su falta de fe. Se lamentó porque no pudo hacer allí ningún milagro y se fue con esa amargura que deja la decepción, diciendo:

“No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa”.

Nuestra reacción frente a la persecución que vivieron los evangelizadores de otros tiempos y que hoyse repite de una u otra forma, tiene un cauce bíblico. Nos lo da el salmo responsorial.

Ante una situación similar el salmista nos invita a repetir:
“Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos”.

No sé qué les habrá parecido la lección de este domingo. Nos la da la Palabra de Dios que por tener un valor infinito se puede entender desde muchos puntos de vista, pero de todas formas no deja de ser ciertolo que hemos comentado.

Hoy vemos cómo se tergiversan las palabras del Papa y cuántas veces de una u otra forma se le ataca. De la misma manera vemos a muchos obispos, sacerdotes y evangelizadores perseguidos de diversas formas.

Para todos, la mejor reacción es la que tuvo San Pablo:

“Muy a gusto presumo de mis debilidades porque así residirá en mí la fuerza de Cristo".