18 de noviembre de 2011

XXXIV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Reflexión dominical 20.11.11

JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO

En la primera lectura de este día el profeta Ezequiel nos presenta a Dios como el Buen Pastor que se preocupa por sus ovejas. Tiene cariño especial por las ovejas perdidas o descarriadas.
El salmo responsorial, lógicamente es el 22 que conocemos muy bien, “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
San Pablo, a su vez, en la segunda lectura advierte que el Resucitado, Cristo, “tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrados de sus pies”.
El Evangelio de San Mateo presenta el juicio final y dice: “Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre y todos los ángeles con Él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante Él todas las naciones”.
Comenzará el juicio separando a buenos (ovejas) y malos (cabras) y, añade: “Entonces dirá el rey a los de su derecha…”.
El Rey juzgará el mundo que el Padre ha puesto en sus manos.
A través de los textos de este domingo concluimos que realmente Jesucristo es rey.
Pero aprovechemos ahora para preguntarnos dónde está el Reino y qué es ese Reino en el que reina Cristo, por voluntad del Padre y por los méritos de su muerte y resurrección.
En cuanto a la primera pregunta, Jesús mismo nos advierte que no se trata de un reino de fuerza y poder terreno, sino que se trata de un reino que vive en el interior de los corazones: “El reino de los cielos está dentro de ustedes”.
Y ahora recordemos algunas ideas importantes sobre este Reino que es el Reino del Abbá, el Padre Dios y es también el Reino de su Hijo, Jesucristo.
Este Reino que Dios preparó a través del Antiguo Testamento se hace realidad con la venida de Cristo que nos advierte que sólo debemos preocuparnos por buscar el Reino y su justicia “porque todo lo demás es una simple añadidura”.
Pablo VI enseñó que “solamente el reino es absoluto, todo lo demás es relativo”, por más que muchas veces entre nosotros suceda al revés que nos apegamos tanto a las añadiduras que ni nos preocupa el Reino.
En el Nuevo Testamento Jesús habla mucho del Reino. En efecto, 122 veces aparece en él esta palabra. 99 de ellas en los sinópticos.
A lo largo de toda su vida Jesucristo habla expresamente del Reino como de la gran meta que todos debemos proponernos. Precisamente de las 99 veces que los sinópticos citan el Reino, 90 las ponen directamente en los labios de Jesús.
El Reino del Padre es claramente la obsesión del Hijo.
Es evidente que el Reino es el regalo de Dios para conseguir que la humanidad llegue hasta Él, pero como todo lo importante y bueno, tiene sus exigencias fuertes que podríamos concretar, de manera especial, en la vigilancia y la fidelidad, dos virtudes que repite mucho Jesús.
Más aún, sabemos que Jesucristo comenzó su evangelización, como nos dice Marcos (1,14-15) repitiendo a todos: “El Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en el Evangelio”.
La predicación y promesas de Cristo se realizaron en la resurrección cuando Él venció la muerte.
Esto explica que a partir de ese momento ya no se predique el Reino sino expresamente de Jesucristo.
El centro de la evangelización, por tanto, a partir de ese momento, es Jesús.
Por eso Juan Pablo II nos dirá que “el Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración sino que es, ante todo, una Persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible”.
Sabemos, por lo demás, que Jesucristo le entregó a la Iglesia, en la persona de Pedro, las llaves de este Reino. Pero hay que tener en cuenta que si bien el Reino es inseparable de la Iglesia los límites del Reino son más amplios que la Iglesia misma.
Esto quiere decir que el Reino está en la Iglesia pero además puede haber personas que no han entrado en la Iglesia ni la han conocido pero sí pertenecen al Reino porque llevan una vida de sinceridad y amor, fruto de la gracia del Espíritu Santo, que está más allá de toda limitación.
Será bueno que nosotros tengamos presente, para terminar, nuestra obligación de trabajar para que el Reino de Dios llegue a todos los hombres y Cristo sea el Rey del universo, según el título de la fiesta litúrgica de este día.
¡Venga a nosotros tu Reino!
José Ignacio Alemany Grau, obispo