15 de septiembre de 2011

XXV DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO, CICLO A


Reflexión dominical 18.09.11

LA INJUSTICIA DEL DIOS JUSTO

El dueño de la viña va temprano a la plaza y contrata a unos peones que han madrugado.
“Vayan a mi viña”.
Los hombres van felices  porque tienen asegurado el jornal del día que es un denario.
Pero este señor es especial y vuelve a la plaza y llama más obreros a media mañana, a medio día y a media tarde. Y todos los obreros oyeron felices:
“Vayan a mi viña”.
Cuando el sol ya estaba para ocultarse volvió el señor a la plaza y preguntó a unos pocos obreros, que esperaban sin esperar, apoyadas las manos en la palana y un pie en la pared:
Qué, ¿no han trabajado hoy?
Nadie se acordó de nosotros.
El dueño bondadoso de la viña les repite también:
“Vayan a mi viña”.
Se fueron felices pensando: algo podremos llevar a la casa.
El sol se fue y el capataz fue llamando uno a uno, según las órdenes que había recibido del dueño, empezando por los últimos.
Estos reciben un denario, lo miran con desconfianza porque no esperaban tanto y se van corriendo a la casa con el sueldo completito.
Está claro que el dueño de la viña es generoso.
Pero cuando los últimos recibieron su denario, protestaron:
“A ésos que han trabajado una hora les das lo mismo que a nosotros que hemos soportado todo el sol”.
Para ellos el dueño era injusto.
Para nosotros está claro que se trata del Reino de los cielos y que el dueño generoso no puede ser otro que Dios que regala el premio a todos, porque a todos los ama.
¿No se te ha ocurrido pensar que los primeros pasaron el día felices con la comida asegurada?
¿No has pensado el sufrimiento de quienes veían apagarse el día y no tenían nada que llevar a sus hijitos y a su esposa?
También hoy hay católicos que desde pequeños fueron “buenos católicos” que al enterarse de que se convierten algunos en edad avanzada se molestan pensando que es injusticia que vayan con ellos al cielo (¡!). ¿No les bastó la felicidad de haber pasado con Dios toda la vida y tener asegurada la promesa del cielo?
*****
El profeta Isaías nos dice “buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca. Que el malvado abandone su camino y el criminal sus planes; que regrese al Señor y Él tendrá piedad, a nuestro Dios que es rico en perdón”.
Sabemos que lo que pide el profeta es una conversión sincera.
La actitud de los primeros obreros de la viña puede parecer muy lógica pero no es más que egoísmo y ruindad del corazón. Por eso Isaías advierte: “mis planes no son vuestros planes, mis  caminos no son vuestros caminos...
Como el cielo es más alto que la tierra mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes que vuestros planes…”
La conversión auténtica nos tiene que hacer generosos y abiertos como el corazón del Dios al que servimos. Debemos aprender de Él.
Esto es posible porque, como enseña el salmo responsorial “el Señor está cerca de los que le invocan… el Señor es bueno con todos” y todos por igual podemos confiar en su amor y justicia, pero sobre todo en su misericordia.
“El Señor es clemente y misericordioso… El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”. Por si acaso, ten en cuenta que Dios está muy cerca si lo invocamos con sinceridad, Él nos escucha.
Juan Pablo II escribió una hermosa carta sobre los laicos, Christifideles laici, y tomó como hilo conductor esta parábola de la viña que aclara lo que es el Reino de los cielos.
Según el Papa (y su enseñanza es importante) Dios nos llama a todos a trabajar en su viña.
De niños, al amanecer; a lo largo de toda la vida y también en la ancianidad cuando ya el sol se va a poner; y a todos ofrece el cielo como recompensa.
En el número 1 de la carta, enseña:
“La parábola evangélica despliega ante nuestra mirada la inmensidad de la viña del Señor y la multitud de personas, hombres y mujeres, que son llamadas por Él y enviadas para que tengan trabajo en ella. La viña es el mundo entero que debe ser transformado según el designio divino en vista de la venida definitiva del Reino”.
Será bueno que te preguntes ahora ¿y yo estoy en la viña trabajando para el Señor?, ¿desde cuándo? ¿Cómo lo hago?

José Ignacio Alemany Grau, Obispo