14 de mayo de 2011

IV DOMINGO DE PASCUA, CICLO A


DOMINGO DEL BUEN PASTOR



¡Aleluya, aleluya, aleluya!

“Yo soy el Buen Pastor, dice el Señor, conozco mis ovejas y las mías me conocen. Aleluya”.

En el verso aleluyático de este domingo podemos encontrar el más importante motivo de reflexión y de examen de nuestra vida de fe.

Jesús dice que conoce a sus ovejas. Esto es cierto. Y además las conoce según el significado profundo que tiene esta palabra en la Biblia.

Es decir que nos conoce totalmente, tal como somos, pensamos y amamos.

Pero la segunda parte del versículo es muy distinta, y nos cuestiona. Podemos concretarlo así:

¿Yo soy de verdad oveja de Jesús, según la comparación?

¿Yo conozco bien a Jesús, mi buen Pastor?

Vayamos ahora a las otras enseñanzas de la liturgia.

A este domingo se le llama el del Buen Pastor y está claro porque las oraciones, los Hechos de los apóstoles, la carta de Pedro, el Evangelio y las antífonas lo afirman y repiten.

Jesús se contrapone con el asalariado que no entra por la puerta del aprisco sino que salta por el cerco. Jesús añade que no es sólo el portero que abre, sino que se llama a sí mismo “Yo soy la puerta”. La puerta del redil: “Os aseguro que soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos… pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta. Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir y encontrará pastos”.

El ladrón no entra sino para robar y matar… Jesús, en cambio, afirma: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”.

Está claro. Mientras los malos pastores vienen a robar y matar, Él viene a dar vida y vida abundante a sus ovejas. La vida eterna en Dios.

Las lleva a buenos pastos. Y ellas le siguen porque conocen su voz.

Por eso las ovejas de Jesús nunca siguen al falso pastor porque no conocen la voz de los extraños.

Es entonces cuando Jesús se presenta como la puerta. Por Él entran las buenas ovejas que conocen al Buen Pastor y pueden entrar y salir y encontrarán buenos pastos y tendrán la salvación.

Y ahora podemos preguntarnos quiénes son esas ovejas.

De hecho el Buen Pastor viene para todos ciertamente. Él trae la gracia, la vida de Dios.

San Pablo nos dirá que el Señor “quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”.

Pero evidentemente que hay dos grupos de ovejas, las que entran por la puerta desde el principio de su vida y las que entran en cualquier momento porque Dios llama a cualquier edad, como nos da a entender la parábola del dueño de la viña que contrata trabajadores.

Un ejemplo de esto lo tenemos en la lectura de los Hechos, de este día que nos presenta a la gente hambrienta de Dios en Israel corriendo al cenáculo para ver qué pasó el día de Pentecostés. Pedro les dice con dureza y valentía: “al mismo Jesús a quien vosotros crucificasteis Dios lo ha constituido Señor y Mesías”.

Arrepentidos y movidos por el Espíritu del Buen Pastor, preguntan a Pedro y a los otros apóstoles: “¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”

Es Pedro quien responde lo que hoy nos dice a todos nosotros: “Convertíos… para que se os perdonen los pecados y recibáis el don del Espíritu Santo”.

(A ellos en concreto les advierte que deben bautizarse para entrar por la puerta, que es Cristo, en la Iglesia de Jesús que acaba de nacer.)

La multitud acepta y aquel día entran por Jesús. Puerta, en el rebaño, unas tres mil personas.

San Pedro, por su parte, en su primera carta, nos viene a decir lo mismo: Jesucristo padeció su pasión por nosotros… y “sus heridas nos han curado”, son las heridas del Buen Pastor.

El fruto de la sangre de Cristo es nuestra conversión: “andabais descarriados como ovejas, pero ahora habréis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas”.

Evidentemente que en este día, mejor que nunca, repetiremos en el salmo (22) responsorial: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.

Y metidos en esta comparación poética (las ovejas de Jesús) diremos:

“En verdes praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas… y habitaré en la casa del Señor por años sin término”.

***

En este domingo la Iglesia nos invita a rezar por las vocaciones sacerdotales.

Pidámosle al Dueño de la mies con fe y con insistencia.